Apaga y vámonos

La memoria histérica

Servidor es de los que comprenden y apoyan la llamada Ley de Memoria Histórica. Legislar sobre la memoria colectiva de un país es siempre difícil, pero los desmanes que ambos bandos consintieron y propiciaron durante la II República, la Guerra Civil y la dictadura sólo pueden solucionarse a través de la ley.
No obstante, uno no acaba de entender ese extraño mecanismo por el cual la memoria histórica se convierte en histérica –momento a partir del cual pasa lo que pasa, medallitas a dictadores y placas en santuarios marianos incluidas–, aunque comienzo a vislumbrar que el “factor tiempo” tiene mucho que ver, es decir, que lo que pasó ayer es caca, nenes, pero la misma caca, si en lugar de echarse ayer se hubiera echado anteayer, se ve que deja de oler, porque nadie dice nada de ella ni a nadie molesta, por mucho que la cagada fuera de mayor envergadura.

Digo yo, por ir centrándonos, que si hay que quitarle a Franco la Medalla de Oro de Villena, habrá que quitar la placa que hace referencia al dictador en el claustro de Las Virtudes, y si me apuran con más motivo, porque aunque fuera poco algo sí hizo Franco por Villena, pero por muy dictador nacionalcatólico que fuera poco tuvo que ver con la milagrosa elección de la Virgen de las Virtudes por parte del pueblo de Villena. Y del mismo modo habría que proceder con el escudo que preside el Pabellón Festero, aunque, piscina cubierta mediante, ese tiene los días contados con ley o sin ella.

No obstante, y aquí es donde entra en juego el “factor tiempo” al que antes hacía referencia, no entiendo el uso del calendario de cara a repartir los carnés de demócrata.

¿Franco fue malo? Sí, rotundamente. Y por ello no me gusta que tenga reconocimiento alguno por parte de mi ciudad, pero ahí tenemos, con calle y todo, al Cardenal Cisneros, Inquisidor General de Castilla, nada menos. Y principal asesor de los Reyes Católicos, los mismos que firmaron el 31 de marzo de 1492 el edicto de expulsión de los judíos de España, uno de los puntos más negros de nuestra historia. ¿Y cómo los ha tratado Villena? Pues con una calle para la “buena” de Isabel, que encima tuvo gran parte de culpa en el famoso viaje de Colón, otro al que le hemos dado una calle, a pesar de que su “descubrimiento” abrió la puerta al expolio económico, la evangelización a golpe de espada y el exterminio de los pueblos indígenas.

¿Qué dice, señora? ¿Que como eso son cosas antiguas no importa? Pues vale, si quiere vuelvo al franquismo, y a la calle Alcázar de Toledo, que honra al simbólico bastión de la resistencia del bando nacional frente a las “hordas” republicanas. ¿Por qué no le cambiamos el nombre a esa calle? ¿O a la de José María Pemán, que al fin y al cabo apoyó la dictadura de Primo de Rivera, y el alzamiento franquista, y escribió una letra para el himno nacional que tuvieron que cantar obligados millones de españolitos mientras formaban su “espíritu nacional”?

La historia, le pese a quien le pese, es la que es, y sin renunciar a su enjuiciamiento crítico y al reconocimiento de nuestros “puntos negros”, deberíamos todos conocerla y aprender a valorarla, porque las alternativas –ignorarla o manipularla en función de siglas, pactos con formaciones minoritarias o intereses electorales de momentos históricos concretos– son el verdadero peligro, cosa que no puede decirse ni del conocimiento ni de la aceptación de lo que fuimos, único camino válido para comprender lo que somos hoy.

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