La moralidad que le preocupa al Partido Popular de Villena
Ayer tuvimos el placer de leer el enésimo comunicado de un PP que ha dejado de saber cómo hacer oposición. Lejos de encontrar adecuadas razones para criticar la gestión municipal, y sufriendo en silencio el miedo a mojarse y a ir de cara ideológicamente (no sea que se le vea muy a la extrema derecha), el PP ha ido cayendo hasta rascar las minucias para sacar miga de cualquier asunto. Como hemos comprobado en la crítica a la exposición Círculo Rojo, ya traspasa hasta los asuntos municipales.
Fuera de la lucha por tener un año más el sangriento espectáculo de los toros, el PP no ha destacado por mucha acción política. Siendo una fuerza con gran potencial en la oposición, con hasta 10 concejales (el doble de personas que Los Verdes, quién lo diría), el PP ha pasado desde cometer errores de bulto (la crítica interesada a Muestra Villena), pidiendo dimisiones a troche y moche sin aportar pruebas que las justifiquen, llorando lágrimas de cocodrilo ante una Generalitat del mismo color que ellos, tanto en lo autonómico como en lo estatal, hasta presionar a cierta Diputación para que no suelte subvenciones.
Precisamente mientras el PP daba tantos bandazos, las cuentas municipales se van saneando, se reduce la deuda, se invierte en algunos servicios (aunque se abandonan otros o externalizan) y se multiplican las actividades políticas, culturales y deportivas. Pero cuidado, el PP no pierde la zaga, y estos comunicados hechos por cualquier tema son la prueba de que el PP quiere volver y devolver la moralidad a Villena, su moralidad.
Parece que ahora el PP de Villena se ha vuelto muy feminista (criticando el supuesto "sexismo" de Círculo Rojo), ecologista ( ahorremos en iluminación), defensor de la cultura ( pidiendo que vuelvan aquellos jóvenes intérpretes que tanto destacan por encima de las mil y una actividades para jóvenes que alberga ahora Villena, junto al BIC para las corrida de toros (bandera del PP hace 40 años y ahora), juvenil (con aquella reclamación de abrir unas horillas más la sala de estudios en verano) y solidario (recogiendo libros que no son suyos para que los repartan otros). Pero es una moralidad de camuflaje, y para demostrarlo, solo hay que echar la vista atrás y rememorar cuál es la moralidad que llevan dentro y no pueden exponer, pero quieren recuperar.
Porque echan de menos su especulación con los terrenos, esa misma con la que se han llenado los bolsillos en muchos municipios. Es una pena ver como ya no pueden favorecer empresas de familiares o amiguitos/as con contratos sin la menor transparencia y libre concurrencia. Se quedan con las ganas de volver a ilusionarnos con proyectos faraónicos que dejan una deuda con un buen puñado de intereses para que paguen los ciudadanos y las ciudadanas hasta el último euro. Cohíbe su personalidad no ejercer el caciquismo sobre la oposición, administración, empresarios/as, asociaciones y prensa. Frustra su día a día no tener ese incentivo en forma de comisión por un proyecto de viabilidad hecho en dos horas o de esos contratos con cláusulas de estabilidad. Les duele ver a familiares y amiguitos/as en el paro y sienten el deseo de colocarlos en tal organismo público o en tal puesto de libre designación.
Es esa moralidad la que han perdido al pasar a la oposición, y sin ella se les nota deprimidos/as y en desidia, y como mucho proponen cambiar las bombillas de los edificios municipales. Ante esta situación, y como no votante del PP, me hago la pregunta: ¿nos gusta más la moralidad del PP en la oposición o añoramos los desmanes de cuando gobernaba? Juzguen ustedes mismos.