Cartas al Director

La noche no se dio a todos por igual. Así actuó la Policía Local

Sábado 9 de noviembre. Sobre las 20.15 horas por los alrededores de la plaza de toros sopla un airecillo que se deja notar. Mi señora, recién operada (otra vez del corazón, para no variar), buena aficionada a la fiesta de los toros y enamorada del patrimonio artístico de su ciudad, y yo otro tanto más, nos dirigimos hacia allí.
La animé a que, aunque fuera dentro del coche (calentito), pudiera ver “in situ” el ambiente. Yo me había comprometido a llevar una pancarta reivindicativa. Aparqué el coche de forma que mi señora pudiera ver la puerta principal de la plaza.

Al poco de estar con mi pancarta, suena el móvil. Mi llama mi señora desde el interior del coche para decirme “Pepe, vente enseguida que un policía nos quiere denunciar”. Dejo la pancarta a un compañero y rápidamente me dirijo hacia allí, aunque llegué tarde, pues el celoso agente ya había comenzado –con su mano zurda– a extender el boletín de denuncia. Conocedor del tema, sé que cuando se ha empezado a escribir ya no hay nada que hacer, sólo te queda el derecho al pataleo, y eso es lo que pretendo con este escrito.

Desde mi sitio veo una elevada cifra escrita en el boletín y no puedo resistirme a exclamar “¡Y con esa cantidad me va usted a sancionar, estando mi señora dentro del coche y llegando yo enseguida me llamaron!”. La callada por respuesta y siguió escribiendo con la zurda.

Al día siguiente llevé el coche al lugar de los hechos, hice la foto que adjunto y tomé medidas. Efectivamente, el coche sobrepasaba en 60 cms. la raya que limita la zona de aparcamiento, pero todavía quedaban 2.65 metros libres hasta la raya que separa los carriles de circulación –en España el ancho máximo de los vehículos es de 2.55m–, y además quedaban tres carriles más, pues los hechos ocurrieron en el, posiblemente, lugar más ancho de la calle más ancha de Villena.

Mi coche verdaderamente invadía algo el carril de circulación, pero quedaba mucha más calle libre. Lo que más me j… es que a pesar de que mi señora me llamó por teléfono, el agente en cuestión no se esperó a que yo llegara, sino que se puso enseguida a escribir.

Así es que la Peña Taurina y demás convocantes de la concentración contentos por la masiva afluencia de gente; y el agente denunciante, seguramente satisfecho con la satisfacción del deber cumplido (dormiría esa noche sin pesadilla alguna; yo lo propondría para la Gran Cruz de Isabel la Católica o la Legión de Honor por su diligencia para recaudar fondos para su ayuntamiento). Es que algunos agentes muchas veces no llegan, pero otras se pasan.

Ojalá mi sanción sirva al menos para reponer el cristal de la marquesina de la calle Ferriz, 18, que falta ya muchos meses. A mí, como pueden suponer, la noche se me dio “pero que muy jodida”.

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