La novena
Nunca se nos olvide, nunca, que las Fiestas han sido y son en Honor de la Patrona de Villena, Nuestra Señora María de las Virtudes
Más acá del día cuatro que fuera vivíamos los preparativos de las Fiestas con una intensidad agotadora. Aún era agosto pero agosto en Villena era/es un mes muy atractivo. Un mes muy atractivo, hermoso, no exento en trajines precisamente condicionados por esos preparativos
Que si el traje de festero; que si los accesorios del traje de festero; que si el pago de la cota (así decían por cuota algunos en Villena); que si las presentaciones de regidoras, madrinas y cargos –madrinas y cargos en tiempos más recientes–; que si las pasticas hechas en casa o compradas en algún establecimiento (a mí me encantaban los sequillos de la confitería El Sol); que si las juntas de la comparsa, algunas con intervenciones memorables en los ruegos y preguntas; que si, en el caso que correspondiera, el arcabuz y la pólvora; que si la limpieza de la casa y el encalijo… El encalijo o enjalbegado de las fachadas en los barrios más populares. Sobre todo lo recuerdo por el Rabal.
Hablando de encalijos también tocaba el del espíritu. Y para esto, acabándose agosto, la novena a la Virgen de las Virtudes nos servía para cumpliendo con el tercer mandamiento de la Santa Iglesia –el de santificar las fiestas– purgar las faltas. Y al tiempo alimentar los buenos propósitos. Nunca se nos olvide, nunca, que las Fiestas han sido y son en Honor de la Patrona de Villena, Nuestra Señora María de las Virtudes, la Virgen. Ya sé que esto en estos tiempos laicos puede no importar a algunos, pero a otros importa mucho.
Por cierto, sobre las nominaciones que usamos para nombrar a María –permítasenos esta digresión– el profesor Francesc Faraig Pendàs, profesor de Valenciano, compañero, me hizo una precisión que agradezco mucho porque corrobora la trascendencia que tienen las palabras por mostrar la percepción precisa que cada comunidad hablante tiene sobre determinadas cuestiones, importantes o no. Como muestra que si, como dicen, traducción es traición, una traducción literal puede ser más traición cuando se trata de asuntos trascendentales. Así si para nosotros, castellanos, María es principalmente la Virgen; para un francés, Notre Dame (Nuestra Señora) y para un valenciano, la Mare de Déu (la Madre de Dios), hermosura entre hermosuras sustantivas.
Volviendo al encalijo del espíritu previo a las Fiestas, volviendo a la novena, nos gustaba cumplir la celebrada de mañana entre el veintiocho de agosto y el cinco de septiembre. Sentir el frescor matinal villenero agotándose el verano, un verano por lo común corto en la población, respirar ese aire que no había respirado nadie, como aseguraba con sus ocurrencias el abuelo Mateo Amorós Tomás; sentir, sí, ese frescor despabilador de la mañana villenera y sentir la inquietud confiada de una fe, la mía, siempre dubitativa; pero precisamente por siempre dubitativa muy severa en la búsqueda de sus fundamentos, en ese "querer creer" tan unamuniano como apasionante. Sin atosigamientos y enriquecedor. Muy enriquecedor.
Confieso, y ya uno va teniendo años para ir aclarando ciertos principios, que esta inquietud por creer, vivida con sosiego, me ha resultado personalmente valiosa. Como que cualquier estancia en el silencio de una iglesia, sobre todo cuando viajo, me reconforta. Así también el rezar. Dicen que rezar es hablar con Dios, o con la Virgen, o con los Santos. Dirigirse a ellos. Pero cuando yo rezo… Cuando yo rezo también hablo con los míos perdidos, llorados y añorados. Los míos, los nuestros que precisamente en las efemérides (Fiestas, Navidad, aniversarios…) solemos echar más de menos. Y si esto no es rezar que Dios me perdone. O interceda por mí Su Virgen Madre, Nuestra Señora. Salve, Regina…
Mucho se puede hablar sobre la religiosidad de cada uno, y más refiriéndose a las fiestas de Septiembre, Navidad o Semana Santa, las tradiciones las llevamos en nuestra forma de ser. No tener miedo a los cambios, por ejemplo el monigote grotesco de La Mohoma, ya tiempo que debería haber desaparecido, no por nada musulman, sino por por nuestra propia condición de Cristianos. Viajando por América Latina se ve muy claro el cambio a Evangelistas de casi la mayoría de la población. En Villena puede más la tradición que el sentimiento religioso, la manifestación del lugar en las masas crea prestigio dentro de las comparsas, negocio con las músicas poder sobre la sociedad, luego en la vida cotidiana, del trabajo día a día, la religiosidad pierde mucho. Esto visto desde un espectador que ve desde fuera en estas manifestaciones populares que el laicismo puede a lo religioso. Estos tiempos traerán otros, espero que las tradiciones queden como manifestación de lo que un día fuimos. T.H.O.