La página en blanco
Abandonad toda esperanza, salmo 345º
Llevaba ya varios días con el síndrome de la página en blanco, dándole vueltas a esta columna sin llegar a encontrar ningún tema, hasta que caí en que podía hablarles de algunas películas sobre el síndrome de la página en blanco. A pesar de lo poco glamouroso del asunto, hasta hace nada coincidían en cartel tres títulos que pueden incluirse en una tradición donde no faltan obras maestras de la talla de El resplandor o Barton Fink, y que curiosamente parten todos de guiones originales y no de libro alguno. Sin duda, la película literaria del año es El ladrón de palabras, uno de esos casos frustrantes en los que se tiene la sensación de que un film que no está nada mal (de hecho, por momentos está muy bien) podría haber sido mucho mejor si se hubiesen pulido algunos defectos (a qué santo esa música grandilocuente y omnipresente) y si su estructura narrativa a lo matrioska no recordara tanto a obras precedentes como varias de Paul Auster o Las horas, novela de Michael Cunningham y película de Stephen Daldry... y uno de los pocos casos, por cierto, en los que ver la cinta me llevó inmediatamente a leer el libro en el que aquella se basaba. Lo mejor del film que nos ocupa (que ya podría haberse traducido literalmente como Las palabras, más sencillo y bastante menos revelador): las interpretaciones de Dennis Quaid y, sobre todo, un inconmensurable Jeremy Irons, que lleva ennobleciendo cualquier película en la que sale desde hace tres décadas.
Ruby Sparks es también otra película sobre el milagro de la literatura; además, como la anterior está dirigida por una pareja de realizadores, y también la protagonizan una pareja en la vida real en la que ellos encarnan a los escritores en cuestión y ellas se llaman Zoe (en griego, "vida") en la realidad: allí eran Bradley Cooper y Zoe Saldana, aquí son los jóvenes Paul Dano y Zoe Kazan (a la sazón guionista del film) los que protagonizan esta historia de un chico prodigio que después de escribir una obra maestra cuando apenas era un universitario entra en una crisis creativa de la que solo saldrá dando vida (literalmente hablando) a la chica de sus sueños. Aparentemente más sencilla que El ladrón de palabras pero en el fondo mucho más ambiciosa, Ruby Sparks es una de esas joyas cuya idea de partida es tan simple que a cualquiera podrá extrañarle por qué no se le ocurrió a él. Además, consigue el mérito de ser la película que plasma lo fantástico con un mayor grado de credibilidad desde Midnight in Paris (vaya, otra película protagonizada por un escritor en crisis)... Y vale, de eso tampoco hace tanto tiempo, pero nadie tiene la culpa de que el film de Woody Allen sea tan reciente.
Si el escritor de El ladrón de palabras se apropia de un relato que no es suyo y el de Ruby Sparks materializa un personaje de ficción a modo de terapia psicológica, el que interpreta Ethan Hawke en Sinister, a la espera de que lleguen las musas y le inspiren el que según él mismo podría ser su A sangre fría, decide irse a vivir a la casa donde murió una familia víctima del que podría ser un misterioso asesino en serie. Que ya son ganas de tentar a la suerte en un film de terror como este, que no inventa nada nuevo pero que está muy por encima de la media reciente del género. Por cierto: el próximo film de Scott Derrickson, realizador de Sinister, lo escribirán los directores y guionistas de El ladrón de palabras; al parecer tienen más de un interés en común... Y por mi parte lo dejo aquí, que para padecer el síndrome de la página en blanco ya me he extendido bastante.
El ladrón de palabras, Ruby Sparks y Sinister se proyectan en cines de toda España.