A la hora de retomar la tónica habitual de esta columna después de dos meses dedicados por entero a recomendarles recursos digitales y gratuitos que nos acercaran la cultura a nuestros espacios de confinamiento, no sé si es lo más inteligente actuar como si nada hubiese pasado y las omnipresentes mascarillas todavía fuesen algo exclusivo de las películas de ciencia ficción (género del que hablaremos hoy). Pero, francamente, es lo que me pide el cuerpo... Así que vamos a ello.
Que la estadounidense El hombre invisible y la española Invisibles fuesen dos de los estrenos obligados a dejar de poder verse demasiado pronto en los cines dadas las circunstancias de excepción resulta tan paradójico como sangrante. Pero al contrario que la cinta de Gracia Querejeta, que me perdí porque no fui lo bastante rápido, unos días antes de que se declarase el estado de alarma sí acudí al cine más cercano dispuesto a ver la más reciente versión de uno de los grandes mitos de la literatura y el cine fantásticos. Fue, claro, la última película que pude disfrutar en pantalla grande, y ya veremos si no es definitivamente la última que vea en lo que queda de año (esperemos que no). Y fue tan grata la sorpresa que me deparó esta cinta, que auguraba bastante inferior, que no puedo dejar de retomar la idea de recomendársela aunque ahora les tocará recuperarla en formato doméstico. Eso sí: dudo que en la pequeña pantalla luzca igual de bien la labor del realizador Leigh Whannell, responsable aquí de un trabajo con la puesta en escena de una finura que no se veía desde hace un lustro con It Follows o La bruja. Francamente, y aunque ya había podido ver su inmediatamente anterior e interesante Upgrade, no esperaba un nivel de tal envergadura por parte de quien hasta ahora era mucho más conocido por su labor como guionista y actor de las sagas Saw e Insidious; es decir, por su complicidad con el realizador James Wan. Pero contra todo pronóstico, en El hombre invisible Whannell reflexiona sobre un tema tan dolorosamente candente como la violencia de género a la vez que exprime al máximo las posibilidades narrativas y visuales de este icono informe, jugando con los espacios vacíos en el plano y con la banda sonora y sus silencios correspondientes, hasta alcanzar una identificación plena entre el espectador y su protagonista; un rol este que dicho sea de paso encarna una Elisabeth Moss en estado de gracia desde el sugerente principio hasta el memorable final.
En resumidas cuentas: estamos ante una de esas pocas veces en el cine contemporáneo en que la forma de contarlo es tan importante (y lograda) como lo que se cuenta; y también una de esas escasas ocasiones en las que un film de vocación claramente comercial puede presumir de ser un ejercicio de estilo parejo al mejor cine de autor. Quizá este milagro se repita en el próximo proyecto de Whannell: un remake de 1997: Rescate en Nueva York de John Carpenter. Y aunque en otras circunstancias podría temerme lo peor, con El hombre invisible su principal responsable se ha ganado todo mi respeto y -al menos a priori- carta blanca para meterle mano a una de mis películas de género favoritas, dirigida por uno de mis cineastas predilectos. Creo que con eso está todo dicho.
Mientras esperan que esta joya del cine más reciente esté disponible en VOD en alguna plataforma audiovisual, pueden saciar su curiosidad leyendo la novela original de H. G. Wells, publicada en 1897 -el mismo año en que salía a la luz otro mito del género: el Drácula de Bram Stoker- y reeditada continuamente desde entonces. La edición que les recomiendo hoy es una preciosidad editada por Libros del Zorro Rojo con el gusto habitual que caracteriza a esta editorial especializada en libros ilustrados, con traducción de Marcial Souto y dibujos de Luis Scafati, quien en otras ocasiones también ha concretado en imágenes otros clásicos de la literatura popular de todos los tiempos como Los viajes de Gulliver, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, la citada Drácula o textos varios de Poe y Ray Bradbury (por citar solo unos pocos). Las poderosas ilustraciones de este artista argentino hermanan la obra de Wells con la prosa alucinada y claustrofóbica de Kafka... y también con los universos de pesadilla que pueblan algunas viñetas del maestro Alberto Breccia, de Peter Kuper o de Thomas Ott; o incluso de los cortometrajes vanguardistas de David Lynch. Una auténtica delicia para el intelecto... y, paradójicamente dada la naturaleza de su personaje principal, para la vista.
Y si se terminan la obra de Wells y todavía se quedan con ganas de más, ahí va una recomendación más, esta de mayor extensión: en la novela Un hombre con atributos, una de las más aplaudidas de los últimos años, el autor David Lodge convierte al considerado como uno de los padres de la narrativa de ciencia ficción -porque fue también responsable, ahí es nada, de otros títulos fundacionales como La máquina del tiempo, La isla del doctor Moreau y La guerra de los mundos- en el protagonista de una suerte de falsa autobiografía novelada en la que un Wells ya otoñal y por tanto cercano a la llegada de la Parca empieza a dialogar con un interlocutor imaginario que le obliga a reflexionar sobre cómo ha sido su vida y sus distintas relaciones sentimentales a lo largo del tiempo.
De este modo, el autor de El arte de la ficción se aparta aquí de sus celebradas sátiras de la vida académica -como Intercambios, El mundo es un pañuelo y Buen trabajo- para repetir la jugada que tan bien le salió con ¡El autor, el autor!, su semblanza de otro grande de las letras: Henry James... consiguiendo de nuevo un resultado de lo más satisfactorio. Les recomiendo, pues, que se hagan con la edición patria a cargo de la editorial Impedimenta y con traducción de Mariano Peyrou: aunque fue editada hace ya algo más de un año, no se dejen subyugar por las imposiciones del mercado editorial y sus prisas habituales, que convierten a muchas (y muy buenas) obras literarias en injustamente invisibles, y búsquenla; porque vale muy mucho la pena. Ya lo verán... y perdón por el chiste fácil.
El hombre invisible se proyectaba en cines de toda España; El hombre invisible y Un hombre con atributos están editados por Libros del Zorro Rojo e Impedimenta respectivamente.