Verdes

La parte por el todo, o cómo arrimar el ascua a su sardina

No hay dinero. No hay alternativa. Bajo estas sencillas premisas el señor Rajoy se llena de razón para desmontar lo que durante muchos años el pueblo español había logrado construir. Y vendrán más recortes (reformas o ajustes, los llaman), el propio Presidente ha adelantado que de aquí al verano tiene previsto proseguir con sus labores de poda en el ya raquítico árbol del Estado de Bienestar. La agenda dependerá de lo que digan los mercados o de lo que nos permita Europa, y por el momento no parece que estén por la labor aflojar la presión. Así que, también con los recortes (o reformas, o ajustes), volvemos una y otra vez al punto de partida: no hay dinero; no hay alternativa.
Lo curioso es que esa única alternativa posible, la que no les queda más remedio que hacer, coincide casualmente con la estrategia de adelgazar al Estado hasta llevarlo a su mínima expresión, tal y como vienen proponiendo desde siempre los sectores políticos y económicos más conservadores de nuestro país. La estrategia para hacerlo es sencilla: cogemos el sector que nos queremos cargar, hacemos que funcione mal y luego lo eliminamos porque no funciona. Y ni siquiera hace falta que funcione mal en su conjunto, basta que lo haga de manera puntual. ¿Que hay disturbios puntuales en Barcelona durante el 29-M, provocados por personas muy concretas (y violentas) que poco o nada tienen que ver con el sentido de la manifestación? Pues cambiamos el código penal, y de paso incluimos la resistencia pasiva y no-violenta como delito.

Ahora les toca a la sanidad y la educación, esas que el señor Rajoy dijo que bajo ningún concepto tocaría. Y en ambas se sigue el mismo procedimiento, consistente en plantear un problema real y “solucionar” un dilema político. El problema en sanidad es que se gasta mucho en medicamentos, más que en ninguna otra parte de Europa. A nadie parece ocurrírsele que se puede recetar menos si se optimizan los criterios, desde el origen (el médico o médica que receta) hasta el final (ajustar las cantidades de medicamento al uso terapéutico que cada paciente necesita). Pero no, lo que se hace es castigar al enfermo para que se “autorregule”. Consecuencia: quien tiene dinero sigue derrochando y quien no lo tiene no puede acceder ni a lo básico. Pero como al final las cuentas salen… a corto plazo, porque quien no se medique adecuadamente por falta de medios acabará ingresado en el hospital por un problema mayor.

Con la educación pasa algo parecido. Por ejemplo, aumentamos las tasas universitarias o masificamos las aulas para contrarrestar el mal uso que algunos hacen (que hay quien va a la universidad a pasar el rato). Consecuencia: el uso (el bueno y el malo) acabará siendo de aquellos que puedan pagarlo.

Y esto no parece que vaya a acabar aquí, ni mucho menos. ¿O es que nadie se ha preguntado de dónde van a salir los 28.000 millones de euros que tendremos que recortar en 2013 para pasar de un déficit del 5,3% (comprometido por el Gobierno para diciembre de este año) al de un 3% que marca la Unión Europea para finales del próximo? ¿Y cómo lo vamos a hacer, además, con una previsión de casi 6 millones de parados?

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