La peli es serbia pero la estupidez la ponemos nosotros
Abandonad toda esperanza, salmo 267º
Imagino que a estas alturas de la película (serbia) ya se habrán enterado de la caza de brujas a la que ha sido sometido Ángel Sala, director del Festival de Cinema de Catalunya (Sitges, para entendernos), por haber exhibido A Serbian Film, película de nacionalidad, lo han adivinado, serbia. Pero si no estaban al corriente yo les cuento...
Hagamos todos un flashback, como decían en Amanece, que no es poco, y vayámonos al plató de aquel programa matinal -un género televisivo en sí mismo más pernicioso que las snuff movies- en el que Concha García Campoy y sus contertulios calificaron al film, tras apresurarse a aclarar que no lo habían visto, de pornografía infantil... saltándose a la torera cualquier distinción entre lo que es real y lo que no -bah, una menudencia, cuestión de matices-, y por extensión acusaron a Sala de exhibir este tipo de material ilegal. Eso sí: Concha y compañía recurrieron al socorrido caso del Saló de Pasolini como ejemplo de escándalo respetable para demostrar lo tolerantes que son. Poco después, un juez de la Fiscalía de Barcelona que o cree en la García Campoy como los yanquis en Oprah Winfrey o nunca vio Barrio Sésamo y por tanto no aprendió a distinguir entre categorías autoexcluyentes como arriba-abajo, cerca-lejos o real-irreal, imputaba a Sala como exhibidor de pornografía infantil... cuando, que se sepa, violar un muñeco de plástico que simula ser un recién nacido puede ser reprobable, desagradable o simplemente asqueroso, pero no está considerado como delito punible. Y para más inri, la acusación coincidía con la concesión al film del Premio Especial del Jurado en el Festival de Fantasporto en Portugal. Ya saben, donde Pessoa, Manoel de Oliveira y las toallas, y donde se suponía que son un poco más conservadores que aquí.
Pues oye, me parece muy bien que condenen a Sala, siempre y cuando Martin Sheen (que más de treinta años después debe pensar que va a irse de rositas) sea acusado del asesinato de Marlon Brando en Apocalypse Now y a Anthony Hopkins se le imputen los crímenes que cometió en El silencio de los corderos... por mencionar dos títulos que el actor porno de A Serbian Film ha parodiado a lo largo de su carrera. Lo dicho: un despropósito del que espero solo quede finalmente, para cualquier implicado, un triste recuerdo y una importante indemnización por daños y perjuicios contra la integridad moral.
Y la película, ¿qué? Pues he tenido la oportunidad de verla, y realmente no muestra las barbaridades que se han dicho por ahí, si bien se pueden hacer filigranas con el montaje para que el espectador vea lo que se le quiere hacer ver. Y no es ni la basura inmoral que han dicho algunos -en todo caso, denuncia unos hechos que nadie en su sano juicio pondrá en duda que existen- ni tampoco la bazofia artística que han argumentado otros, precisamente los que han defendido a sus artífices como perdonándoles la vida en plan abogado del diablo. Pero, por supuesto, tampoco es una obra maestra que mereciera tanta atención convirtiéndose en adalid de la libertad de expresión. Sí es una película más inteligente de lo que parece, más inofensiva de lo que quisiera, algo autoparódica de tan exagerada, y en el fondo tan conservadora como los que la han puesto a caldo. Por si les sirve de algo, creo que merecería ser estrenada porque nos perdemos más si no la vemos que si dejamos pasar Saw VI (sí, la calificada X: otra imbecilidad más)... lo cual tampoco es decir mucho, cierto. Y por si sirve de algo también, me agredieron más Irreversible y Anticristo... aunque por lo visto violar a un pibón como Monica Bellucci o torturar a un tío feo como Willem Dafoe no es para tanto. ¿Ah, que no era de verdad? Pues lo parecía.