Estación de Cercanías

La pescadilla que muerde su cola

Eso es lo que tenemos sobre la mesa, una rechoncha y suculenta pescadilla que con la boca cerrada sujeta fuertemente su cola, delimitando el círculo que la compone y sirviéndonos como imagen descriptiva de una situación con difícil resolución pero con evidente destino, que nos muestra metafóricamente la inexistente meta de aquellos propósitos que derivan, bien por voluntad propia de algunos, bien por dejadez o desgana de otros muchos, en un principio y un final coincidentes en origen/destino que elimina la meta.
Y este pescado, que nos estamos comiendo villeneros y villeneras a la fuerza y con patatas, no es un plato dispuesto para pocas bocas, pues lo podemos degustar, desafortunadamente, en el menú de muchos de los temas más importantes que nos afectan directamente como ciudadanos a todos los niveles y en muchos estratos. Y sin alargar mucho la mano, o el tenedor, como prefieran, desde hace semanas la que estamos catando en Villena, la tenemos servida, ya casi putrefacta, por gentileza del Partido Popular y su particular interpretación de lo que supone gobernar un ayuntamiento con madurez, con sensatez y con limpieza. Por invitación de un concepto del gobierno local que aleja a pasos agigantados de cada uno de los culpables, todos ellos, la confianza de sus vecinos en cuanto a su capacidad para la defensa del lugar que se les dio, y lo que es peor, que degrada a cada minuto que pasa, apestando la pescadilla, la ya arruinada imagen de la acción política de aquellos que sólo ven en sus pueblos los trampolines que les lancen a un sillón con mejores vistas, o por lo menos más amplias, y que cada día que pasa nos dejan más tatuada la relativa importancia que le conceden a lo local, a lo cercano, cuando derivan a las mediaciones de alto standing el devenir de su pueblo.

Pero la pesca es grande y las redes capturan muchos de estos ejemplares, pues Camps, por ejemplo, sigue paseando su alegría a cada nueva confirmación de su pringue en el caso que lo tiene ante los tribunales, con una oda de orgullo y honor que está en tela de juicio. Y si esta casuística se diese única y exclusivamente en el ámbito de lo cerrado, en las sedes de los partidos que los tienen en sus listas y se comiesen sus verdes envidias en cenas privadas, para mí, e imagino que para muchos de ustedes, no pasaría de ser un entretenimiento divertido que nos ocuparía algunas conversaciones, nos arrancaría alguna apuesta dulce o simplemente nos sonaría a chino. Pero cuando lo que estamos tratando es de la importancia que tiene la exquisita aplicación de la política para el correcto funcionamiento del engranaje social, de la convivencia, y la creencia en la lucha unida de todos los esfuerzos que empujen este barco al cual, nos guste o no, nos subimos por la simple acción de nacer, la historia cambia radicalmente, pues todo, absolutamente todo lo que nos rodea, depende directa o indirectamente de ella, porque sus asalariados son los gestores del dinero de todos, y de él, queramos o no, dependen muchas causas.

Es de tal modo incomprensible para mí esta situación de enfrentamientos, de luchas intestinas de poder, de puñaladas traperas y de amnesia total ante los verdaderos problemas, que sólo puedo pensar que sea practicada voluntariamente para con ella conseguir que el hartazgo y la desgana sea de tal magnitud que aleje a los ciudadanos de las urnas y los mismos de siempre se perpetúen en puestos diferentes, ocupando los mismo lugares, sin que nadie pueda, porque nadie quiera, entrar en esta asquerosa circunferencia y cortar la cola o la cabeza de la pescadilla.

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