Cartas al Director

La Plaza de Toros de Playmobil

Cualquier persona que transite por las inmediaciones de la plaza de toros de Villena habrá notado la similitud del ajetreo que se observa en su interior y exterior con ese pequeño mundo del juguete que representa “los playmobil”. He de anticiparme al lector o lectora para advertirle que, por edad, yo no tuve acceso a este tipo de entretenimiento, pero reconozco que “los playmobil” son un tipo de juguete de enorme atractivo por la amplia variedad de facetas que proporciona a los niños. Es cierto que la caja donde se guardan los protagonistas del juego no es nada motivadora, sin embargo son, después, el niño y la niña quienes les dan vida, haciendo y deshaciendo según su fantasía les dicta. Así tenemos desde piratas hasta médicos y enfermeras, ambulancias, policías, camiones… todo un universo que la imaginación infantil despliega por los pasillos de su casa, su habitación o cualquier otro rincón doméstico.
Pues bien, la plaza de toros es un gran juego de Playmobil, en el que podemos ver cascos de diferentes colores: los hay blancos, verdes, rojos; todo un repertorio de monos que los empleados llevan y que se distinguen según la empresa a la que pertenezcan. Hay trabajadores intrépidos que deambulan colgados con sus arneses, otros manipulan el mecanismo que hace funcionar las inmensas grúas que coronan el edificio; toda una hilera de albañiles van y vienen, entran y salen de entre los tendidos o de las innumerables zanjas que cicatrizan la obra; es digno de ver la maraña de pequeñas excavadoras y no tan pequeñas, volquetes, camiones-grúa, otras grúas de otro tamaño que hacen volar a los operarios en la fachada; cristales que vuelan y se acoplan al techo de vidrio que cubre la plaza; un sinfín de tubos y demás cables que están enterrados o en proceso; el capataz que supervisa y pone en solfa todo el tinglado, el jefe de obra o quien sea que manda más que nadie y que se distingue por su indumentaria algo más fina; el reflejo de la soldadura en el techo y aledaños; el tremendo edificio piramidal anexo en el que las paredes-espejos puede que reflejen las caras de los vecinos.

En fin, y para acabar de completar el Playmobil, la avenida de la Constitución es el toque definitivo. Un ir y venir de camiones, excavadoras, tuberías, arena por doquier y la apisonadora con su empleado-playmobil conduciéndola, una gran cantidad de protectores rojo-blancos que delimitan el tráfico rodado de la obra; aceras estranguladas por las vallas y la pared, donde los coches de bebés son un peligro; planchas de hierro que salvan alguna cochera… y Mercadona (que merecería un playmobil especial aparte). Tenemos en este juego maravilloso, digno de los Reyes Magos y que cualquier niño soñaría, las tiendas de alrededor, los bares, fruterías… ¡Qué espectáculo que se nos ofrece gratuitamente a la ciudadanía! Incluso, para que no falte de nada, también hemos cambiado unos playmobil-Villena por otros playmobil-Biar, y es que este juego es creativo, podemos quitar y poner.

Para redondear el gran teatro, una corte de personas mayores, jubilados y demás familia comentan las bondades del techo, o la conveniencia de meter los tubos por otro sitio (ya se sabe que los españoles sabemos de todo), o lo bien o mal empleados que están los dineros, el ya inminente paseíllo de los toreros y ¡olé!, lo fantástica que está quedando la plaza, los arbolitos del pequeño parque que dónde están…, todo un mundo de opiniones que los jubilados y paseantes destilan al calor del gran Playmobil que se despliega ante sus ojos. Claro que también hay desagradecidos que pasan por aquí y no miran siquiera, ¡desagradecidos que sois!, y algunos que insinúan que quién va a pagar todo esto…¡acabáramos!, ¿pero no dijo Camps que lo pagaba él?. Yo, la verdad, es que no dudo de su palabra, pero hay personas que a estas alturas aún recelan, ¡serán desconfiados!. ¿A ver si va a resultar que lo vamos a tener que pagar nosotros de nuestro bolsillo?, ¡hasta ahí podría llegar la broma!

Bueno pues así es como yo veo la cosa esta de la plaza de Playmobil. Un jolgorio continuo en el que la puesta en escena –inauguración le llaman– se efectuará a bombo y platillo, y todo el pueblo unido podrá disfrutar del magnífico juguete que nos ha regalado papá Camps por habernos portado bien… en las urnas.

¡Hala, a jugar!

Fdo. Francisco Tomás Díaz

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