Cultura

La poesía salió a la calle

Ya advertí que el pasado veinticuatro de octubre nuestra Casa de Cultura recuperaba la actividad A micro abierto. Así fue. Y lo hizo con el mismo éxito de público y crítica que en la anterior edición. Las mesas junto al escenario de la cafetería volvieron a ocuparse de gentes expectantes ante las palabras y los sonidos (también la barra, las escaleras, no vayan ustedes a pensar que es tan fácil encontrar una buena butaca). Días antes del evento hablaba con Jesús, el empresario del establecimiento, mientras tomaba una cerveza previa a un ensayo y le decía: tienes que estar atento al viernes, la actividad esta de la poesía no falla.
Y no falló, claro (y menos mal). Por tal motivo, quizás años después, me van a permitir ustedes queridas personas que redunde en el asunto de A micro abierto. Para darlo a conocer, para promocionarlo, para reivindicar la necesidad de que la poesía salga a la calle, de que esté en la calle. Porque la poesía es algo que ha acompañado a la humanidad a lo largo de estos miles de años que han transcurrido desde el primer poema. Porque asombrosamente los poemas de todos los tiempos siguen vigentes, transformándose de pluma en pluma, o llenando nuevos versos. Porque la Poesía se deja retorcer y fluye por cientos de túneles sin miedo a idiomas, estilos, cárceles, objetos o conceptos. Porque la Poesía es idea y sensación y sentimiento. La Poesía es la palabra.

Con el ciclo A micro abierto, tal y como sugiere la denominación, se da pie a que una persona, alguien, traiga al escenario a una poetisa o un poeta, que ofrezca sus versos al público del modo que considere más adecuado: a secas, con la compañía de un piano o un violonchelo o una pista musical, a coro, a gritos, tras el atril o entre las mesas. El resto acudimos a escuchar, a releer o a descubrir los poemas ofrecidos, en un acierto de participación tan sensitiva como intelectual, que es la que da la Poesía. Después, una vez finalizada la lectura de los poemas del anfitrión o anfitriona, el público tiene tiempo para decidir si quiere participar en el evento eligiendo de unos pequeños libretos repartidos por la sala uno de los poemas previamente seleccionados de los poemarios. Entonces, como en un karaoke, se van sucediendo las distintas voces, cuatro, seis, y descubrimos nuevos poemas y nuevas interpretaciones.

De mis incursiones en esta actividad siempre guardo un buen recuerdo. No solo de los recitales sino del ambiente, del estado anímico en que se imbuye la sala, de las conversaciones posteriores al evento. Es una actividad que sin duda recomiendo, a la que asistir si conocemos al poeta o a la poetisa, y también si no los conocemos, porque resulta una experiencia personal y única; porque enaltece nuestra esencia como humanidad: alzándola, escrutándola o degradándola. Nos hace ser consciente de la importancia de lo importante, tan alejado de los prefabricados estímulos con los que nos buscan y casi inevitablemente nos confrontan día a día.

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