La política de los autores 2.0
Abandonad toda esperanza, salmo 412º
Es ley de vida, y el séptimo arte no se libra de ella: tarde o temprano, los viejos maestros del cine se retiran o, peor, se mueren... menos Manoel de Oliveira, que prepara nuevo film con 102 años a sus espaldas. Hasta Martin Scorsese, que dijo una vez (o eso creí entenderle yo) que quería que la muerte le pillara rodando, se plantea que está ya muy mayor para estos trotes y afirma que le quedan como mucho dos o tres largometrajes más por rodar. Es decir: ya puede ir espabilando Leonardo DiCaprio si quiere conseguir un Oscar.
Supongo que a esto responde que la cinefilia mundial se plantee entronizar, en ocasiones demasiado pronto, a algunos realizadores como autores siguiendo "la política de los autores" de aquellos míticos críticos cahieristas que acabaron reciclados ellos mismos en auteurs. Solo así se explica que todavía hoy quede alguien empeñado en considerar como tal al realizador danés Bille August, aunque, todo hay que decirlo, pueda presumir de pertenecer al selecto club de los cineastas con dos Palmas de Oro de Cannes en su haber (por allí andan también Coppola, Kusturica, Haneke y muy pocos más), por Pelle el conquistador y Las mejores intenciones, además de haber conseguido, con la primera de las dos cintas citadas, ganar el Oscar por el que también competía nuestro Pedro Almodóvar con sus Mujeres al borde de un ataque de nervios (muchos periodistas patrios hablaron y hablarán de robarle o arrebatarle, pero no me pillarán a mí en estos términos). Aquellos que intentan endosarle tan codiciada etiqueta parecen olvidar que August lleva media vida adaptando con oficio pero sin un ápice de personalidad textos literarios de clásicos como Victor Hugo o de escritores contemporáneos como Isabel Allende o Peter Hoeg. A esta última categoría pertenece su último film, Tren de noche a Lisboa, que adapta una novela de Pascal Mercier de éxito considerable entre los pocos lectores que quedan. La película, que alterna presente y pasado siguiendo los pasos de un profesor que investiga la vida de un joven médico fallecido a partir de la autobiografía que este dejó escrita, se ve con agrado, pero el mérito no es exclusivamente de quien la firma: nótese que el elenco encabezado por Jeremy Irons cuenta con viejas glorias del cine europeo como Charlotte Rampling, Tom Courtnay, Christopher Lee, Lena Olin o Bruno Ganz. A este último, por cierto, ya lo vimos pasear por la capital portuguesa hace varias décadas en la cinta de Alain Tanner En la ciudad blanca, una propuesta que, aunque lejos de ser una obra maestra, sí me parece genuino cine de autor. Aunque de Tanner no se acuerde hoy casi nadie.
Es posible que haya hecho muchos más méritos como para considerarse un autor el director iraní Asghar Farhadi, y digo es posible porque tengo que confesar no sin cierto rubor que no conozco su filmografía anterior, ni siquiera las aplaudidas A propósito de Elly y Nader y Simin, una separación; así pues, solo he podido ver su reciente El pasado, que presenta como novedad ser su primer film hablado en una lengua extranjera (el francés) y no en persa. Estamos ante una historia (escrita, esta sí, por el propio director) protagonizada por una mujer, su inminente ex marido y su actual pareja (de la mujer, no del ex marido), a partir de la cual Farhadi reflexiona sobre las relaciones sentimentales entre los adultos y cómo estas afectan a los niños implicados de una forma u otra con los anteriores. Nada nuevo, como puede verse, pero contado con pulso, atención al detalle y capacidad para moverse por territorios procelosos (como el paso nada forzado del drama costumbrista al relato de suspense hacia la mitad del metraje) sin perder el rumbo. Muy recomendable, sea su autor un Autor en mayúsculas o no, lo que todavía está por ver.
Menos redonda, pero también mucho más arriesgada, me parece Enemy de Denis Villeneuve, que también juega en la liga de los realizadores susceptibles de ser nominados como autores, aunque este canadiense no lo ponga nada fácil debido a la gran variedad, al menos aparente, de sus películas. Hasta hace bien poco la más conocida era Incendies, pero me permitiré romper una lanza a favor de Polytechnique, film inédito aquí que reproduce en apenas hora y cuarto de duración y en un gélido blanco y negro el caso verídico de la matanza indiscriminada de alumnas (nótese el género) que un sujeto trastornado provocó en un campus universitario de Montreal. Pero volvamos al presente: el año pasado Villeneuve cometió la osadía, sobre todo si aspira a convertirse en autor como Dios manda, de estrenar dos películas, ambas protagonizadas por Jake Gyllenhaal: Prisioneros, de la que ya les hablé en su día, y esta Enemy. Si la primera es un thriller oscuro y pesimista que puede recordar al mejor David Fincher, la segunda es una pesadilla kafkiana susceptible de distintas interpretaciones que trae a la memoria tanto al cine de su compatriota David Cronenberg -no habíamos visto la ciudad de Toronto reflejada de manera tan inquietante desde los tiempos de Crash- como a las reflexiones acerca de la figura del doble que proponía otro David, Lynch, en Carretera perdida, sin olvidar retratos de la pareja tan fantásticos como el de La posesión de Zulawski o tan verosímiles como el de Eyes Wide Shut de Kubrick. En efecto, son estas muchas referencias para considerar a Villeneuve un autor, más si tenemos en cuenta que el film se inspira en la novela del escritor portugués José Saramago El hombre duplicado, aunque sospecho que no es más que una excusa de la que partir, y que el guion lo firma otro (el español Javier Gullón). Cabe destacar, eso sí, el trabajo de un espléndido Gyllenhaal en un papel doble (otra resonancia del cine de Cronenberg: Inseparables, con un doble, mira por dónde, Jeremy Irons), así como la presencia de dos prometedoras actrices: Mélanie Laurent, también presente en Tren de noche a Lisboa, y Sarah Gadon, la última actriz fetiche de, vaya, Cronenberg. ¿Puede ser considerado Villeneuve un autor con estos mimbres? No lo tengo claro, y habrá que ver por dónde discurre su filmografía en el futuro; al menos yo, al contrario que otros, no tengo ninguna prisa al respecto.
Tren de noche a Lisboa, El pasado y Enemy se proyectan en cines de toda España.