La porra de los Oscar
Abandonad toda esperanza, salmo 402º
A mi contrincante Miguel Rojas, deseándole suerte
En la madrugada del domingo al lunes se celebrará la ceremonia de los premios cinematográficos más populares, y el ludópata que muchos cinéfilos llevamos dentro no puede resistirse a hacer sus cábalas y aventurarse a pronosticar el resultado... aunque no siempre coincida lo que uno considera que merece ganar con lo que cree que será premiado finalmente.
De entre las favoritas de la noche, hay tres cintas que ya les he comentado en su momento: Gravity, Capitán Phillips y El lobo de Wall Street. Si quitamos también 12 años de esclavitud (que todavía no he visto) y Dallas Buyers Club (que aún no se ha estrenado por aquí), nos quedan un trío de filmes ya disponibles en los cines españoles que cuentan con varias nominaciones en su haber, y por tanto con muchas papeletas para llevarse alguna estatuilla a casa.
La que más tiempo lleva en nuestra cartelera es La gran estafa americana, que por el gran número de candidaturas en las que compite se erige como una de las favoritas de esta edición. Para servidor era uno de los estrenos más esperados del año, por su temática (un caso real que implicó a políticos corruptos, timadores profesionales y agentes del FBI arribistas), su estética (la reconstrucción de los años 70 siempre resulta gozosa para los que amamos el cine y la música de esa década) y su espectacular reparto, encabezado por un actor cien por cien fiable como Christian Bale. Pero sin dejar de ser una estupenda película que, ay, le debe demasiado a algunos filmes del maestro Martin Scorsese, le pasa lo mismo que a otro film que poco tiene que ver con este más allá del protagonismo de unos profesionales de la estafa, la argentina Nueve reinas: apostar por el twist final que sorprenda al espectador menos malpensado le resta algo de dramatismo a la propuesta. Por lo demás, confirmo lo que ya dejaban ver otros trabajos de David O. Russell como las sobrevaloradas Tres reyes y El lado bueno de las cosas o la mucho más firme The Fighter: que sus películas valen tanto como los guiones de los que parten y los actores que se contrata. Por ello, en esta ocasión queda para el recuerdo, Bale aparte, el apabullante trabajo de las actrices Amy Adams y Jennifer Lawrence, que en sus respectivos roles de timadora con voluntad de ascender de clase social y vulgar esposa white trash merecen sin duda ganar cada una en su candidatura correspondiente.
También podría haberse titulado La gran estafa americana -por lo que tiene de timo la oferta de un millón de dólares que sirve de excusa para el viaje de los protagonistas- otra de las favoritas de la noche: Nebraska, el nuevo film de Alexander Payne, uno de los autores mimados en las nominaciones de estos premios. En la línea de trabajos anteriores suyos como Entre copas o Los descendientes, Payne sigue ofreciéndonos con esta nada adrenalítica road movie una radiografía de distintos estratos del pueblo estadounidense, apoyado aquí por una espléndida fotografía en blanco y negro de Phedon Papamichael que remite a la iconografía de la América profunda que forjaron las ilustraciones de Norman Rockwell, las fotografías de Walker Evans o las cubiertas de discos como, por ejemplo y no es una cita casual, el Nebraska de Bruce Springsteen. Pero si algo merece destacarse es el trabajo de un veterano actor en estado de gracia, el gran Bruce Dern, que nos regala con su Woody Grant un retrato de la senectud que desde ya pasa a formar parte de una galería honorífica donde comparte espacio con los protagonistas de Vivir de Kurosawa, Fresas salvajes de Bergman, Una historia verdadera de Lynch, Gran Torino de Eastwood o A propósito de Schmidt de, mira por dónde, el propio Payne. Un film, en resumidas cuentas, que aunque en algunos momentos se nos pueda antojar como algo ya visto, resulta altamente recomendable.
La otra gran favorita de la noche al margen de las ya comentadas, y que tiene todos los números para robarle a Woody Allen su tradicional Oscar al mejor guion original, es lo nuevo de un director tan peculiar como Spike Jonze, que con Her renuncia a sus habituales piruetas metanarrativas en complicidad con el guionista Charlie Kaufman para ofrecernos una melancólica y emotiva love story entre un hombre y un programa informático, situación en principio estrambótica que deja de serlo en el momento en que descubrimos que el software cuenta con la voz de Scarlett Johansson. Por lo tanto, resulta indispensable más que nunca si cabe el disfrutar de esta película en versión original, y no solo por el increíble trabajo de una Johansson a la que no llegamos a ver nunca pero sí a sentir, sino por la labor de un Joaquin Phoenix que se erige aquí en protagonista absoluto, demostrando ser el mejor actor de su generación y llevándonos a agradecer que aquel Im Still Here en el que anunciaba su retirada definitiva de la interpretación solo fuese un falso documental. Sí, como el Operación Palace de Jordi Évole del pasado domingo.
Dicho todo esto, quizá se pregunten cuál es mi pronóstico. Pues independientemente de que yo le daría todos los Oscar que me dejasen a mano a lo nuevo de Scorsese (incluyendo, claro, el que le corresponde a un deslumbrante Leonardo DiCaprio), creo que los premios gordos se repartirán entre 12 años de esclavitud y Gravity. Y si me obligan a decantarme por una, aunque la primera parte como favorita por el Globo de Oro en la categoría dramática, el contenido social y las críticas unánimes, tengo la corazonada de que este es el año del film de Alfonso Cuarón (que sin duda se llevará el premio al mejor realizador). Aunque si les digo la verdad, mi favorita (Scorsese aparte) es A propósito de Llewyn Davis, pero como ya saben los hermanos Coen han sido ninguneados esta vez y apenas compiten por un par de premios menores. Tampoco creo que les quite el sueño; lo mismo que a mí.
La gran estafa americana, Nebraska y Her se proyectan en cines de toda España.