La seducción del millennial
Abandonad toda esperanza, salmo 579º
Teniendo en cuenta que en Estados Unidos y en buena parte del resto del mundo la edad del espectador medio del cine de Hollywood (o sea, en términos económicos, del cine a secas) ha ido descendiendo progresivamente en los últimos lustros, no es de extrañar que pase lo mismo con los protagonistas de las películas. Las cintas que Sony y Marvel han dedicado al personaje de Spiderman son muy reveladoras al respecto: para el público juvenil, la trilogía dirigida por Sam Raimi y estrenada a comienzos de este siglo perfectamente podría ser contemporánea del Superman de Richard Donner (que vio la luz en 1978), y para muchos Tobey Maguire podría ser su padre (¡si ni siquiera tenían móviles!). Incluso las dos que dirigió Marc Webb y protagonizó Andrew Garfield, equipo que se despidió hace apenas tres años, han quedado desfasadas ante la idea de convertir a Peter Parker en un chaval de instituto (pero chaval de verdad, de los que apenas levantan un palmo del suelo) que interactúa con Iron Man (Robert Downey Jr.) y otros superhéroes de la compañía. Por todo ello, se ha decidido contar con nuevos director e intérprete al frente de Spider-Man: Homecoming: el primero, Jon Watts, demostró con la muy curiosa Coche policial su sensibilidad a la hora de retratar el paso de la infancia a la adolescencia, siempre difícil pero particularmente complicado cuando además de al acné, al bullying y al patente desinterés de las personas del sexo opuesto hay que añadir a un supervillano terrenal y sin poderes interpretado por un espléndido Kevin Bacon. En cuanto al actor encargado de dar (nueva) vida al Trepamuros, Tom Holland ya se dejó ver en el aperitivo que fueron sus secuencias en Capitán América: Civil War después de que lo descubriéramos en Lo imposible, y aquí aprueba con nota salvo con los profesores a punto de jubilarse: aquellos que no se han dado cuenta de que este Spiderman no es el suyo pero no porque no sea capaz de serlo, sino porque no le interesa serlo. Tampoco es el mío, que ya peino canas, pero como tampoco lo fue el original de Stan Lee y Steve Ditko en los años sesenta, al que llegué mucho más tarde y ya con el afán del lector estudioso y completista... Más o menos el mismo espíritu con el que me acerco a esta nueva película, ante la que pude distanciarme lo suficiente como para disfrutar de la frescura del relato y del protagonista durante toda la proyección; así como de un estupendo Michael Keaton, que tal y como sugirió en Birdman está ya muy viejo para enfundarse el traje de héroe (Batman, por ejemplo) pero que no le hace ascos a ser el villano de la función: aquí, un Buitre con los pies muy pegados al suelo por paradójico que pueda resultar.
Otro síntoma del rejuvenecimiento de la platea que se aprecia en la historia reciente del séptimo arte, como ya se ha dicho hasta la saciedad, es que la mayoría de espectadores jóvenes no miran más atrás de las películas que se estrenaron cuando eran niños. Por tanto, el cine de los años setenta (que por lo general me entusiasma, aunque yo apenas tuviera tres años cuando terminó la década) les resulta tan antiguo y por tanto ignoto como lo eran las películas mudas para la mayoría de mi generación. Y en ese proceso que prefiero no llamar de reescritura (porque no elabora nada nuevo digno de atención) sino de borrón y cuenta nueva, el cine de Don Siegel en general y El seductor en particular han terminado por, prácticamente, dejar de existir. Por tanto, preguntarse a estas alturas si es necesaria una nueva versión de la novela de Thomas Cullinan ambientada en los días de la guerra civil norteamericana se me antoja una estupidez: muchos de los espectadores que vayan a ver La seducción, que así se ha titulado aquí a la versión de The Beguiled a cargo de Sofia Coppola, no podrán compararla con una película de 1971 de la que no conocían ni su existencia a pesar de estar protagonizada por esa estrella eterna llamada Clint Eastwood. Bien es cierto que la directora defiende su película subrayando que está contada más desde el prisma de los personajes femeninos que el film de Siegel (lo que no deja de ser verdad), y supongo que levantaría el proyecto pensando en el espectador hipster que tiene en un altar a Las vírgenes suicidas y Lost in Translation más que en el millennial estándar. Sea como sea, la razón de ser de la película es, para empezar, su mera existencia: que le hayan dado el premio a la mejor dirección en Cannes y que esta sea la segunda vez que este galardón recae en manos de una mujer en toda la historial del festival ya lleva implícita la respuesta a la cuestión previa. Al margen de eso, efectivamente quien haya visto y recuerde El seductor quizá se encuentre con una película demasiado obvia y tendente al subrayado (la de Siegel también lo era, pero ahora somos espectadores menos inocentes, y eché en falta un poco más de sutilidad apostando por el fuera de campo y de diálogo), pero si la ve con un poco de atención podrá disfrutar de varias soluciones de puesta en escena exquisitas: por ejemplo, el plano y el movimiento de cámara con los que se cierra el film. Y quien no conozca la adaptación anterior del libro, bendito sea, se dejará llevar fácilmente por un relato que se le antojará singular y por el buen hacer de todo el reparto: sobre todo Nicole Kidman y Kirsten Dunst, actriz esta habitual en la obra de Coppola, pero también la turbadora Elle Fanning y Colin Farrell, el seductor 2.0.
Para terminar, me permitiré ponerme una medalla: aunque no acierto siempre con mis vaticinios, lo clavé cuando al hablarles el verano pasado de la estupenda Dos buenos tipos predije que muy pronto veríamos a la talentosa (y jovencísima) Angourie Rice en películas importantes. Pues aquí la tenemos: presente por partida doble tanto en esta nueva película de Marvel como en el último trabajo de la hija del director de El Padrino. En la primera se deja ver poco, eso sí, disimulada en un reparto extensísimo que coge de aquí y de allá, aunque su personaje sea de los más reconocibles para el lector veterano: es una adolescente Betty Brant, secretaria del periódico Daily Bugle y primer interés romántico de Peter Parker, reconvertida aquí en intrépida presentadora del noticiario del instituto. Por el contrario, resulta mucho más visible entre el elenco recluido (y por tanto más conciso) de La seducción dando vida a Jane, precisamente la alumna más reticente a dejar entrar al macho desconocido en la escuela de señoritas donde se desarrolla el grueso de la acción. Y es que es tan joven el personaje (y por ende la actriz) que, al contrario que sus compañeras mayores que ella, todavía no le han entrado los picores de la pubertad. Vaya, que tiene la edad del espectador medio para el que se concibió Spider-Man: Homecoming y fue a verla ayer mismo; y que irá a ver La seducción mañana, a más tardar pasado mañana, si es que la llega a ver antes de que desaparezca para siempre.
Spider-Man: Homecoming y La seducción se proyectan en cines de toda España.