Cultura

La sonrisa boba

Su majestad, no creo que haya elegido usted la mejor semana para regalarnos su compañía. Porque no creo que su presencia dé para levantar los ánimos que han dejado catalanes, madridistas y colchoneros en esta última jornada de Champions.
Tampoco, majestad, creo que su presencia sirva de consuelo a todas estas familias que han perdido sus empleos a lo largo del año –como tampoco ayuda mucho el cubrimiento de la pista de hockey a la hora de solucionar las carencias de la juventud villenera–. En cualquier caso hay que darle la bienvenida y ofrecerle nuestras mejores viandas, quizás no por lo que usted es y representa, sino por lo que nosotros y nosotras somos.

Como usted comprenderá yo no iré a recibirla, su visita llega en horas de trabajo y además con todos mis respetos le diré que usted no entra dentro de mis creencias. No como persona, ya sé que usted lo es, sino como símbolo de una monarquía que me parece que debería quedar para los libros de historia.

En cualquier caso no se puede olvidar que su presencia magnifica cualquier acto. Por tanto, ateniéndonos a lo que tenemos, es un logro que el Centro de Apadis haya tenido opción a tal relevancia. Hay que felicitarles por ello. Otra cosa es lo que se puede apreciar en las imágenes de la televisión local. Concretamente esa colección de sonrisas bobas, perpetuas, inmóviles, que le acompañaron a lo largo de su estancia en nuestra ciudad. Sonrisas de un gran grupo de políticos que quisieron salir en la foto a su lado. Sonrisas que la acompañaron valiéndose hasta de los codos para estar a su lado. Sonrisas de personalidades que no sabíamos por qué estaban allí.

Mientras tanto me contaban algo que sucedía al otro lado de la ciudad. Un chico joven entró esa mañana a una peluquería y se presentó como revisor de extintores. Afortunadamente para la dueña del local hacía apenas diez días que su compañía había revisado la seguridad contra incendios del negocio. Así se lo comunicó al joven que algo confuso dijo que sí, que los extintores habían sido revisados y que no era necesario volver a hacerlo hasta el próximo año. Rápidamente el joven salió del comercio. La dueña llamó a la empresa de seguridad donde le confirmaron que el joven no pertenecía a su plantilla y que habían recibido otras llamadas de la misma índole. Allí le instaron a llamar a la policía para informar del presunto timador. La policía local le pidió que llamara a la Guardia Civil. Y la Guardia Civil le dijo que la visita Real había acaparado todos sus efectivos, por lo que no podía hacer nada al respecto. Entonces, ¿qué pasa si me voy ahora a robar un banco?, respondió la dueña de la peluquería. Haga usted lo que quiera, le contestó la autoridad. Y colgando el teléfono, nuestra peluquera también se quedó con una sonrisa boba.

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