Cartas al Director

La suerte (carta al director)

Que nadie se confunda, esto no es el sorteo de la ONCE ni yo uno de sus trabajadores. Jueves. A eso de las 19.00 horas voy en el coche con mi mujer y mi hija de dos años camino de casa. Por suerte o por desgracia para llegar a mi hogar he de pasar por una zona de tráfico peligrosa. De las más peligrosas de Villena, diría yo.
Antes de llegar al famoso cruce en cuestión, me encuentro detenido en el semáforo en rojo que le precede, cuando de repente miro por el espejo retrovisor y veo como se acerca una ambulancia a toda velocidad con las sirenas a toda mecha. Ya imagino lo que ha ocurrido algunos metros más adelante. Ni más ni menos lo que ya he tenido la suerte (mala suerte) de presenciar dos veces más en lo que va de mes, y estamos a día 15 de octubre. Otro accidente de tráfico. La zona a la que me refiero no es ni más ni menos que el cruce situado en La Troya con muebles Malpica.

En esta ocasión no hay sangre, pero puedo observar dos coches bastante dañados y alguno de sus ocupantes pasándose la mano por la nuca tratando de aliviar el dolor.

En esta ocasión también (egoístamente) he tenido suerte, ya que no me ha tocado a mí. Pero sigo intranquilo ya que, como he dicho, paso diariamente varias veces por la zona. Creo recordar que también por allí hay un tramo de carril bici (suerte que no pasó ningún ciclista).

Me es curioso comprobar cómo en los últimos años han proliferado gran cantidad de radares en la red nacional de carreteras, en aras de favorecer nuestra seguridad al volante, marcando de manera explícita la situación de un punto negro en un tramo determinado. En cambio, en el cruce de camino a casa por el que pasamos a diario, somos incapaces de poner fáciles soluciones.

Y ahora es cuándo, si estuviésemos de charla con los amigos, diríamos aquello de: “habrá que esperar a que haya sangre para que alguien haga algo…” o el más socorrido “veis como ya lo decía yo que allí alguien se iba a matar…”, pero como estoy escribiendo en un medio público, no lo diré, no sea cosa que alguien se enfade.

De esta manera, tendré que seguir confiando en la suerte en lugar de hacerlo en mis dirigentes. Aún así, el derecho a la rabieta y el pataleo no me lo quita nadie. Sirvan estas líneas como denuncia ante quien corresponda.

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