La tira de tiras
Abandonad toda esperanza, salmo 470º
Si no son ustedes tan tempraneros como para leer estas líneas al poco tiempo de estar disponibles en la web de El Periódico de Villena, viernes de madrugada o a primeras horas de la mañana, no llego a tiempo de invitarles a que se pasen por la primera jornada de un seminario internacional de estudios transversales en el que, bajo el lema general de "Mujer e identidad", ofreceré una breve comunicación sobre Alison Bechdel. Lo que sí puedo hacer es recomendarles que lean a esta autora imprescindible del cómic contemporáneo; pero al margen de las novelas gráficas que la han hecho célebre en todo el mundo -Fun Home y ¿Eres mi madre?, muy especialmente la primera-, me gustaría llamar la atención sobre Unas lesbianas de cuidado, la obra con la que debutó en el campo de la historieta y de la que hace unos meses se editaba en nuestro país un volumen con una exhaustiva selección de lo indispensable de la misma a decir de la propia artista. Y es que estamos ante una tira cómica que se publicó en diversos periódicos durante la friolera de un cuarto de siglo, de 1983 a 2008; una suerte de comedia de situación de cuatrocientas páginas protagonizada por un trasunto ficcional de Bechdel, homosexual militante, y sus mejores amigas, un poco en la tradición de Friends, Seinfeld y otras sitcoms televisivas. Indispensable, como el resto de títulos de la autora.
La tira cómica, formato que Bechdel eligió para iniciarse en el mundo del cómic, no es sino una de las opciones formales y por extensión narrativas más consolidadas del noveno arte. De hecho, muchos especialistas sitúan los orígenes del medio en las tiras publicadas en la prensa estadounidense de finales del siglo XIX y comienzos del XX, con autores fundamentales como Richard F. Outcault, el gran Winsor McCay o George Herriman. De este último muchos recordarán su creación más emblemática, Krazy Kat, pero pocos conocerán otra serie desarrollada en paralelo durante los primeros años de aquella: Barón Bean. Una recuperación encomiable por tanto la de la editorial Reino de Cordelia, con traduccion de Gonzalo Quesada y prólogo de Ana Merino, que recoge en un primer volumen (todavía faltarían dos más, que espero no tarden demasiado en ver la luz) todas las tiras publicadas a lo largo de 1916 y protagonizadas por el noble inglés venido a menos que le da título, una figura en la que no es difícil ver concomitancias con el personaje de Charlot que Charles Chaplin popularizó por aquella época en las pantallas de todo el mundo. Así pues, se trata de una adquisición indispensable para todo aquel que quiera conocer de primera mano las más tempranas manifestaciones, verdaderos clásicos ya, de eso que llamamos historieta.
Pero si viajamos todavía más atrás en el tiempo y llegamos a lo que podríamos calificar "la prehistoria del cómic", situada esta en Europa, nos encontramos con la figura del suizo Rodolphe Töpffer. Considerado por muchos como "el padre del cómic", realizó varias muestras de lo que él llamó "historias en estampas"; esto es, las primeras narraciones de carácter secuencial de las que tenemos noticia que aúnan texto e imagen. En estos días, la editorial independiente Ginger Ape Books&Films recupera en formato impreso y digital (en este último caso, tomen nota, de descarga totalmente gratuita), una de estas historias en imágenes, Las aventuras de Monsieur Vieux Bois, o el relato de las peripecias del protagonista en pos de su amada. La obra cuenta con la traducción de Rubén L. Conde, autor también de un par de textos de hondo calado que ayudarán al lector a situar la obra en su contexto histórico y en la particular tradición artística de la que forma parte.
En dicha tradición, una figura como la de Flannery O'Connor solo puede tildarse de intrusa. Intrusa bienvenida, por otra parte: la que luego fuera la celebrada escritora de la novela Sangre sabia y de muchos de los cuentos considerados como imprescindibles de la narrativa corta estadounidense del siglo XX contaba con un pasado menos popular como viñetista, pues publicó durante sus años de estudiante un buen número de muestras de humor gráfico en las publicaciones de los centros académicos por los que pasó. Esta obra gráfica, acompañada de estudios firmados por el ilustrador Barry Moser y la crítica literaria Kelly Gerald, se recoge en el volumen Tiras cómicas, cuya aparición es una buena noticia por partida doble: por lo que tiene de recuperación del legado artístico más desconocido de una escritora fundamental, y porque inaugura la colección específica que la editorial Nórdica se propone dedicar al cómic. Y no se nos ocurre una mejor manera de empezar.
Finalmente, y como muestra del alcance y la pervivencia de un formato que, aparte de los ya citados, nos ha regalado genios de la talla de Charles Schulz, Bill Watterson o Quino, me gustaría recomendarles un título de reciente creación: Pequeñas Bestias es el debut en el mercado español de Daniel Galantz, ilustrador uruguayo de nacimiento y argentino de adopción que recoge aquí las peripecias de un nutrido bestiario de insectos variados; una especie de tratado de entomología divertidísimo y ocurrente que entronca con la obra de otros creadores de tiras cómicas como el citado padre de Mafalda o el coetáneo Liniers y su Macanudo; y que, aunque desigual, alcanza en sus mejores momentos un alto grado de brillantez. Es decir: un fichaje a tener muy en cuenta en el equipo de maestros de la tira cómica.
Unas lesbianas de cuidado, Barón Bean, Las aventuras de Monsieur Vieux Bois, Tiras cómicas y Pequeñas Bestias están editados por Reservoir Books, Reino de Cordelia, Ginger Ape Books&Films, Nórdica y La Cúpula respectivamente.