La verdadera oposición
El pasado viernes Villena se dio a sí misma una lección. Villena se demostró que SÍ sabe exigir y defender. Muchas, muchísimas veces he o hemos tenido que escuchar aquello de: para qué, si no va a ir nadie, si aquí sólo nos unimos para fiestas, tantas, que incluso muchos han llegado a creerlo. Yo me excluyo. Siempre me ha irritado esa comparación que invalida de un plumazo la capacidad de reacción social y la grandeza de unos días que lejos de servir de menosprecio verbal deberían de ser orgulloso comentario.
Pues bien, después del viernes, deberemos empezar a pensar que ha llegado el momento de desterrar para próximos Diccionarios Villeneros esta frasecita y ponerla en cuarentena, pues ahora sabemos, porque nos lo hemos demostrado, que no era más que un conjunto de perjudiciales palabras que hemos mantenido activas durante un largo periodo de tiempo y darles así su justo final. Porque afortunadamente los tiempos cambian y con ellos las personas, y una vez roto ese cascarón que hemos ido calcificando nosotros mismos aceptando una volátil condición ciudadana en la cual hemos llegado a militar ejerciendo de acusación particular contra nosotros mismos cuando nos tocaba el turno de réplica, y forjando a su vez ese complejo continuo ante cualquier intento de elevar la voz que ha beneficiado a muchos que veían como dentro de este huevo estábamos mejor, pues sólo escuchábamos ecos de fuera sin oír, sólo escuchando un rumor ajeno a nosotros y viviendo en la inopia de nuestro propio lenguaje de la calle, que nos ha llevado durante mucho tiempo a un convencimiento irreal pero muy, muy oportuno para los dirigentes políticos, que han podido llevar a cabos sus propósitos, que no sus promesas, sin la mosca cojonera de una ciudadanía implicada y exigente que les haya recordado de donde les vienen sus puesto de trabajo.
Es una época convulsa para la política entendida como una vocación de servicio público remunerada. Creo que ese concepto se ha malogrado infectado por grandes sumas de dinero que consiguen el poder, poder que a su vez consigue los favores que a su vez llevan al poder, y los grandes, lo que aspiran seriamente a él, nos someten a una guerra constante de acusaciones entre ellos, y no sólo a nivel nacional, donde el que manda sí es realmente quien mueve los hilos. A nivel local, donde lo que debe imperar es lo cercano, lo que palpamos día a día, lo realmente necesario para aquí, se dejan dirigir por unos intereses generales a gran escala que poco o nada saben de las realidades locales. Y así estamos interrelacionados, pues lo que ocurre en cualquier localidad hermana de partido gobernante nos afecta, y viceversa.
Creo en la política como punta de lanza de la voluntad popular, como voces y rostros que nos representen allá donde acudir en manada sea imposible, es más, la considero indispensable para el orden social, pero de eso a la desmadrada espiral de lucha fratricida que nos ofrecen, a esa imagen de continuo enfrentamiento entre ellos que olvida a sus ciudadanos y ciudadanas, a esa estrategia de hasta aquí puedo leer, que luego vengo yo, va un abismo. Así pues, después del viernes y apelando a mi innato optimismo, creo atisbar un poco de luz al final del túnel y parece ser que el cascarón se ha resquebrajado, y si no está partido en dos desparramando su interior, si cabe la posibilidad de que esté agujerado, de que pueda entrar la luz y volvamos a concienciarnos de que somos nosotros la verdadera oposición, los que tenemos la fuerza y los que seguramente nos llevaremos los palos.