Cartas al Director

¿La vida es bella?

Decía J.A. Goytisolo en uno de los mejores poemas de la lírica española que "La vida es bella, ya verás [...]". Pero hay que seguir leyendo para darnos cuenta de que eso era solo una esperanza, un objetivo en las entrañas del desánimo vital.
Hace semanas, meses, planea sobre mi cabeza la idea de que la vida es todo lo contrario. La escena de ese niño de tres años muerto en la orilla de una playa me alertó, me arañó por dentro. ¿Os acordáis? Todavía hoy se presenta inerte su figura ante mí, como pidiendo una ayuda que sabe que nunca llegará. Algunas imágenes valen más que todas las palabras, eso es cierto, sí, sobre todo con las más realistas, las que hieren en lo más profundo, las que te hacen ver que eres un ser humano y que a tu alrededor no sabes cuántos más como tú quedan. Hace dos días me desperté con una de ellas: detrás de la pantalla había un pescador intentando reanimar un cuerpo de dieciocho meses que flotaba a la deriva en el océano. Boca abajo, de costado, hacia arriba. Al final lo devolvieron a este mundo entre sollozos. Y uno solloza cuando ve ese retrato en movimiento y con voz propia. Por dentro y por fuera, como un pez con el anzuelo puesto en el gaznate. También parecía pedir ayuda entre balbuceos. ¿Hay alguien ahí? Preguntaba. Nada.

En ese momento piensas en lo injusto de las guerras, en su porqué, en sus consecuencias, y no encuentras respuesta alguna. Pero bueno, da igual, ese no es el tema de esta reflexión. O quizá sí. Hay imágenes que rasgan tu corazoncito, lo voltean, lo quiebran. Sin embargo, al día siguiente está recompuesto, nuevo, dispuesto a sobrellevar esta vida llena de rosas que pinchan solo con olerlas. ¿Cuántos niños como este se está tragando el mar ahora mismo? ¿Cuántas familias están naufragando cada minuto en el olvido? ¿Quién debe hacer algo? ¿Quién puede hacer algo? Y no encuentro las palabras adecuadas que hagan eco. Entonces apago el aparato que tan "buenas" noticias trae a mi desayuno y decido salir a pasear por la ciudad. Pululo como pájaro herido por sus arterias y veo la sangre caer por las mejillas de algunos transeúntes –estos han visto a ese niño al borde de la muerte y han sufrido, me digo, como animándome, no estás solo, ¿o sí?–.

¿Cuánto durará esa sangre en los ojos? ¿Cuánto tiempo tardará en cuajar y desaparecer con el viento o con una gota de lluvia? Vuelvo a casa y me miro al espejo y no veo más que grietas heladas en los párpados. El río se ha vuelto a secar y me consuelo pensando que pronto llegará el siguiente diluvio. ¿Cuántos nos inundaremos con él? "Como a pesar de los pesares [...]". Y de nuevo vuelve la sequía. Perdón.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba