La vuelta a las aulas
Comienza el mes de septiembre y con esta fecha del calendario, el cambio climático, con alguna que otra lluvia en plan tormenta tropical. Y para muchos ciudadanos con hijos en edad escolar, los dolores de cabeza típicos de esta época del año. Sus hijos empiezan el colegio, lo que va a suponer un quebranto muy importante en las finanzas familiares. Sobre todo, en estos tiempos de profunda crisis económica que estamos atravesando. Lógicamente, cuantos más hijos tengan estas familias, más dolor de cabeza para poder cumplir con las exigencias económicas necesarias para que sus retoños puedan iniciar su curso escolar: compra de libros, uniformes, material escolar y un largo etcétera, cuyo valor económico oscila sobre trescientos euros por niño.
La verdad es que en esta sociedad con el estado de bienestar hecho añicos, habrá progenitores que se verán muy agobiados para satisfacer las necesidades académicas básicas de sus vástagos. Sobre todo, si estos se encuentran en situación de desempleo, como le pasa a más de cuatro millones de personas en nuestro país.
Para colmo, las ayudas cada día van mermando, porque la Generalitat Valenciana, al igual que otras autonomías de nuestro país, están en quiebra técnica, endeudadas hasta la médula y no pueden hacer frente a sus obligaciones de ayudas sociales, conforme en su día se comprometieron los políticos de turno en el poder con los ciudadanos.
Aunque este ciclo escolar que empieza, es diferente al de otros años. Quizás por el temor de los ciudadanos a recortes económicos de cualquier tipo que puedan incidir en la calidad de la enseñanza de sus hijos, pues se están oyendo a diario en los medios de comunicación. La falta de de dinero por negligencia de los poderes públicos, por haber gastado en el pasado sin previsión de lo que podía suceder en un futuro muy próximo. Este hecho ha abocado a las Administraciones (autonómicas, locales) a un caos y endeudamiento que en muchos años, no podrán hacer frente, sumiéndonos a la ciudadanía en un estado mayor de pobreza.
A un servidor este problema ya no me atañe directamente ya que mis hijos han superado este estatus de escolares y universitarios. Aunque ahora por desgracia están en otro más penoso: encontrar trabajo para ejercer sus titulaciones en un país que no da oportunidades a sus jóvenes, ni a personas de mediana edad que han perdido sus empleos, ni a nadie. Un país en la completa ruina laboral y profesional.
Esperemos que en las próximas elecciones del veinte de noviembre, salga con el voto de todos los ciudadanos un partido y un equipo de gobierno preparado y con ganas de trabajar por sus semejantes. Y que día a día, las listas del paro vayan disminuyendo. Hasta que pasados unos años los jóvenes y todos los demás encuentren la felicidad de tener un trabajo digno en su propio país y no tengan que emigrar como lo están haciendo algunos valientes en la actualidad, porque aquí han perdido la esperanza de poder seguir con sus vidas.
La verdad es que oyes en los medios de comunicación que la crisis económica esta globalizada y esto consuela algo. Pero la realidad es otra. También escuchas como países de nuestro entorno ya han empezado a superarla como Francia, Alemania, etcétera. Y no es que sean mejor o peor que nosotros, sino que sus gobiernos han sido centinelas y con previsiones e ideas positivas para cuando surgiera el caos económico mundial. Como así ha sucedido y a nosotros como se diría coloquialmente, nos ha pillado en bragas.
Hay que pensar y ser positivos, aunque para un padre de familia que esté en paro y sin posibilidad de trabajar, a corto o medio plazo, con una hipoteca que pagar y dos hijos en edad escolar. No quiero, ni pensarlo, debe ser un agobio indescriptible. Porque ustedes se pueden imaginar, estimados lectores: sin ingresos, como es lógico, no se puede vivir en una sociedad como la actual, donde solo por respirar nos cobran.
Aun recuerdo hace unos años, en la época de la bonanza económica, quizás de la burbuja ficticia a los que los ciudadanos nos vimos abocados. Todos o casi todos, trabajando. Con un millón y medio de desempleados, porcentaje aceptable.
Los bancos dando préstamos a diestro y siniestro. Había una nómina y unos avalistas para la firma de la operación hipotecaria, adelante. La construcción funcionando al cien por cien, generando miles de empleos, en todos los oficios, albañiles, electricistas, fontaneros, carpinteros, etcétera. La sociedad era plena y feliz. El consumismo adicto, a tope. Se ganaba dinero, pues había que gastarlo sin previsión alguna. Se vivía el presente. El futuro no asustaba y era alentador. Los bancos cobrando puntualmente los plazos de sus hipotecas, el mundo financiero sobresaliente, la realidad de los países del primer mundo o ricos con una salud excelente y esa era la forma de vivir que teníamos hace solo unos años. España era la octava potencia económica mundial. El estado de bienestar era un derecho y una realidad tangible, montábamos todos en un corcel blanco. Hasta que pegó el petardo económico y todo dio al traste. Nos encontramos sumidos en un vertedero, del que imagino que saldremos poco a poco y con mucho esfuerzo.
Esa es la fe y la esperanza que ponemos en nuestros políticos de uno u otro signo, de uno u otro partido. Solo necesitamos que sean gente capaz y con alza de miras para sacarnos pronto de esta situación lamentable en la que nos encontramos en la actualidad. Por eso comienza un nuevo curso escolar. Los niños y niñas al cole, los adolescentes a los institutos y los jóvenes a la Universidad. A trabajar y a aprender. Para, en unos pocos años, lograr de este país lo que no es ahora. Un país próspero, donde todos sus ciudadanos puedan vivir y trabajar sin tener que rebasar nuestras fronteras geográficas para buscarse el sustento. Así sea.