Como verán enseguida, esta vez no me he calentado mucho la cabeza a la hora de ponerle un título a la columna. Y es que ahora mismo coinciden en las mesas de novedades de las librerías dos cómics que se titulan precisamente así: Laberintos. Lo han entendido bien: ambos se titulan exactamente igual; y ojo, no son los únicos, que así se llamó también por estos lares uno de los álbumes de Los náufragos del tiempo, la serie de ciencia ficción clásica de Forest y Gillon. También es cierto que ahí acaban las similitudes, al margen de que ambas obras me parecen sumamente recomendables, si bien sea por motivos distintos.
Para el que esto suscribe, la publicación de una nueva creación de Charles Burns es siempre motivo de celebración. Y es que estamos hablando del responsable no solo de un clásico indiscutible del cómic indie contemporáneo como Agujero negro, sino también de otros títulos tan espléndidos como El Borbah, Big Baby o Skin Deep. En esta ocasión, el autor estadounidense ha optado por repetir el formato de trilogía que tan buenos resultados le dio hace casi una década (uf, cómo pasan los años, más todavía entre obra y obra de Burns) con Vista final y nos obliga a espaciar en el tiempo (prácticamente a un álbum por año) la lectura de su nuevo alumbramiento. Lo de la obligación va en cursiva porque uno es como es, y sabiendo del ansia -en todos los sentidos del término- que me generan sus relatos, opté por guardar cada tomo recién publicado de Laberintos en la estantería hasta que tuviese los tres en mi poder. Tan ansiado momento llegó hace unos días, tras la reciente aparición del último tomo de la serie, y pude disfrutar por fin de la lectura unitaria de una obra en la que su autor vuelve a regalarnos un acabado gráfico poco menos que magistral.
Pero, ¿qué nos cuenta Burns esta vez?, se preguntarán. Pues en esta ocasión regresa al pantanoso territorio de la adolescencia que retrató de forma tan veraz en su obra maestra (sí, me refiero a Agujero negro) siguiendo los devaneos amorosos de sus dos protagonistas: Brian y Laurie, a cuyos pensamientos cede la voz narradora de forma intermitente. El primero es un joven con gran talento para el dibujo y vocación de cineasta amateur que rueda cortometrajes de ocho milímetros con sus amigos; ella es una de las personas que se disponen a participar en su próximo film. En un análisis superficial, el hecho de que ambos sean jóvenes de clase media y que compartan un cierto interés por el séptimo arte y por practicarlo de forma activa podría hacer de su Laberintos una particular mezcla entre Licorice Pizza y Los Fabelman, las últimas películas de Paul Thomas Anderson y Steven Spielberg respectivamente. Pero claro, tratándose de Burns, la cosa no se queda ahí; y aunque el relato sigue una estructura cronológica lineal no faltan las fugas mentales y oníricas que hacen gala de la iconografía propia de la ciencia ficción y el terror (de serie B, especialmente) marca de la casa y que, como en Agujero negro, establecen una suerte de sugerente vínculo alegórico entre la desazón juvenil y el body horror a lo David Cronenberg. (Nada de extrañar esto último, por otra parte, dado que el realizador de Maps to the Stars y Crímenes del futuro ha sido desde siempre una de sus referencias más obvias). De regalo, sendos homenajes a dos clásicos bien distintos de la historia del cine: La invasión de los ladrones de cuerpos y La última película; dos filmes cuya amalgama aquí funciona como clave de la naturaleza dual de este Laberintos que puede considerarse desde ya como un título fundamental de la novela gráfica contemporánea.
En cuanto al otro Laberintos, este viene de la mano de Jeff Lemire... Sí, el mismo Jeff Lemire del que les hablaba hace un par de meses destacando lo prolijo de su producción. Tanto es así, que una misma editorial no puede acoger todo lo que escribe (y, como en este caso, también dibuja); y si en aquella ocasión los cómics recomendados estaban publicados por Astiberri, es ahora Planeta la que nos ha traído una de sus obras más recientes y a mi parecer también de las más redondas. De Laberintos, versión Lemire, lo más fácil para presentarla sería decir que se trata de una lectura mucho más accesible que la de Burns... Pero tratándose de Burns, eso es como no decir nada. Así que trataré de ser un poco más específico relatando el argumento: Will es un inspector de obras de construcción de carácter taciturno y que se encuentra sumido en una rutina destructora desde el fallecimiento de su hija, víctima de una terrible enfermedad mortal; separado de su esposa e incapaz de superar la pérdida, se refugia en su trabajo y no encuentra ningún otro interés hasta que una noche recibe una llamada telefónica y la voz de una niña que afirma ser su hija le pide que la encuentre. Recordando la afición de la pequeña por resolver laberintos como pasatiempo, Will se obsesionará con trazar las paredes de un dédalo imaginario que coincide con la ciudad en la que reside y alcanzar el centro del mismo para reencontrarse con su amada hija.
Esta sinopsis, suerte de revisitación del mito de Teseo y el Minotauro en clave contemporánea, sirve a un Lemire aquí pletórico como autor completo para construir una alegoría sobre el duelo por la muerte de un ser querido y la capacidad de salir adelante; un relato de índole metafórica en el que el autor canadiense, en plenas facultades en su dominio de la narración gráfica, lleva al lector por donde quiere a través de una búsqueda (laberíntica, claro) repleta de giros, interrogantes, revelaciones y los inevitables cliffhangers... que, en nuestra edición como tomo recopilatorio de los cinco números originales, se resuelven de inmediato para tranquilidad de un lector rendido de forma incondicional. El resultado es una obra impecable que, además, es de esas que pueden regalarse a quienes no son consumidores habituales del medio sin temor a meter la pata.
En resumidas cuentas: tratándose de las recomendaciones de hoy, les aseguro que elijan el laberinto que elijan no errarán y acabarán saliendo de él de forma satisfactoria. Y si optan por recorrer ambos, pues mejor que mejor. Eso sí: por mi parte, desearía que Charles Burns no tarde en regalarnos un nuevo cómic más de lo que a Jeff Lemire le pueda llevar escribir y/o dibujar los veinte o treinta próximos títulos de su carrera profesional.
Laberintos (Charles Burns) y Laberintos (Jeff Lemire) están editados por Reservoir Books y Planeta Cómic respectivamente.