Cultura

Les Enfants Terribles

Me viene el recuerdo de un perro con el que me topé en mi infancia. Un pequinés. Pequeño, con los colmillos inferiores asomando entre sus labios y los ojos cubiertos por el flequillo. Un animalillo que se hacía notar en el mundo mediante sus ladridos. Esta raza camina, chillona e impertinente, se esconde entre las piernas de su propietario, y desde allí emite sus agudos e inagotables ladridos al tiempo que van dando dos pasos adelante y otros dos hacia atrás, avanzando como para atacar y retrocediendo para protegerse. La criatura ladra a cualquier cosa: persona, coche, gato o perro. Y no le importa el tamaño o el carácter de su oponente (debe tener como algo obvio que nunca tendrá que llegar a las manos).
Por otro lado encuentro en el periódico un nuevo comunicado de las Juventudes. En este caso son las del Partido Popular. Uno piensa que los comunicados que envían a la prensa los grupos juveniles de los partidos deben ser el resultado de algo. No cree que sean fruto de un impulso espontáneo, al menos a tenor de sus contenidos. Digamos que surgen de unas jornadas de reflexión, un ciclo de reuniones, un curso de disciplina de partido… Por consiguiente el comunicado en cuestión será resultado y conclusión de tales cavilaciones y puestas en común, lo que viene a ser como un trabajo de fin de curso. De ello cabe esperar en el conjunto encontrar la ilusión, el empeño e incluso la euforia que son consubstanciales a dichas experiencias. El fruto del trabajo ya materializado en manchitas negras a lo largo de poco más de un folio es, imagino, entregado con orgullo a sus mayores: “esto es lo que hemos debatido, pensado, repensado, traducido al lenguaje común y finalmente plasmado en dos impolutas páginas debidamente encuadernadas”.

Imagino también que estas juventudes reciben con orgullo la aprobación de su admirado (y ambicionado, por qué no) escalafón superior y que entonces ya se disponen a exhibir el hilván de letras y palabras al resto de humanos. Pero resulta que ese resto de humanos, no en su inmensa mayoría por supuesto, recibimos la retahíla de redundancias, incoherencias, hipérboles y sentencias pagadas de sí mismas, como los ladridos chillones y retadores de un perrito entre las piernas del amo. Lejos de la ampulosidad y la autosatisfacción, esa inmensa minoría no puede evitar leer entre líneas –las más de las veces ni siquiera es necesario hurgar tanto– frasecitas y actitudes de patio de colegio: pues mi papá es mejor que el tuyo, pues mi hermanito tiene y el tuyo no, pues… Latiguillos que por norma general son fuertemente azotados en foros virtuales o sociales provocando que el molesto can retroceda un par de pasos al amparo del profesional ladrido del amo.

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