Salud

Llega la Semana Santa, y con ella las posibilidades de que se disparen los contagios

Los cierres perimetrales y el bajo nivel actual de contagios no ocultan la preocupación por el incremento de contactos en los días de descanso o la expansión de la variante británica

Ya se vislumbra en el calendario. La Semana Santa es sinónimo de vacaciones o al menos de unos días de descanso para la mayoría, con el aperitivo del puente de San José en algunos sitios, aunque la pandemia vuelve a ponernos en una situación nunca vista. Ni será comparable a un año normal ni estaremos confinados como en 2020.

Desde el punto de vista epidemiológico, la situación recuerda bastante a la que se vivió en diciembre, cuando la curva venía descendiendo con algún repunte previo a la Navidad, unos días de contactos familiares y sociales que fueron la antesala de una terrible tercera ola que se llevó por delante miles de vidas. Muchas cosas han cambiado desde entonces, así que es difícil comparar, pero ¿qué sucederá ahora?

El epidemiólogo Manuel Franco, profesor de la Universidad de Alcalá y de la Universidad John Hopkins, considera que existe un paralelismo muy claro: seguimos en una pandemia y tenemos unas vacaciones por delante. Al igual que en diciembre, llegamos a este periodo arrastrando la llamada 'fatiga pandémica', el cansancio acumulado por las restricciones, así que “tenemos muchas ganas de descansar y de pasarlo bien”, afirma.

Sin embargo, las coincidencias no van mucho más allá, sobre todo porque la situación epidemiológica es diferente: la incidencia ha bajado mucho en estas últimas semanas y, tras la dura lección que supuso la tercera ola, esta vez las medidas son mucho más estrictas.

“Seguro que los contagios aumentarán, lo que no sabemos muy bien es si el repunte tendrá forma de marejada o de tsunami”, apunta Salvador Peiró, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública de la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica (Fisabio) de la Comunidad Valenciana.

En lugares como Valencia, a pesar de la suspensión de las Fallas, el puente de San José también es una fecha muy familiar que puede haber servido de catalizador para llegar a las vacaciones de dentro de unos días con más contagios, tal y como pasó con el puente de la Constitución. No obstante, “estamos mejor que otras veces y es posible que la gente haya aprendido un poco y sea más sensata, más allá de las medidas, pero el resultado no lo veremos hasta dos o tres semanas más tarde”.


Muchos factores distintos

La incidencia acumulada a 14 días en el conjunto del país se situaba esta semana en 107 casos por cada 100.000 habitantes. Aunque esta cifra no es para tirar cohetes –la bajada tiende a estancarse en los últimos días y hay diferencias importantes por comunidades (en Madrid es de 183 y en Baleares, de 35)– es bastante buena si miramos al conjunto de la pandemia, ya que días antes de Navidad superaba ampliamente los 200. “Partimos de un nivel más bajo y eso quiere decir que hay menos gente contagiando”, destaca Peiró. No obstante, a pesar de que los casos han caído de forma vertiginosa desde enero, “Madrid es donde menos”, apunta Manuel Franco, lo que al final repercute en el resto del país. “Es un núcleo urbano de cinco millones de personas y esto es un peligro obvio”, advierte.

En cualquier caso, la principal diferencia con respecto a diciembre está en las expectativas de movilidad. Esta vez, el Ministerio de Sanidad y los gobiernos autonómicos se han puesto de acuerdo en cerrar perimetralmente todas las comunidades autónomas de la península (la excepción fue Madrid, pero también acatará la medida). “Vamos por la tercera desescalada y parece que hemos aprendido de nuestros errores al menos desde el punto de vista administrativo”, apunta el profesor de la Universidad de Alcalá.

¿Hasta qué punto impedir los viajes corta los contagios? El debate es complejo, como ocurre con todas las medidas dentro de una situación inédita. Como las restricciones nunca se toman de forma aislada, sino acompañadas de muchas otras normas, y no se pueden separar de su contexto, es casi imposible evaluarlas por separado y extraer conclusiones que sirvan como evidencias científicas. No obstante, la mayoría de los estudios coincide en que restringir los desplazamientos tiene un efecto significativo.

“La Semana Santa era un momento de viajes, de mucha movilidad, y ahora esto se limita. Habrá reuniones, pero la dificultad de salir de la propia comunidad evitará la huida a segundas residencias”, destaca el experto de Fisabio. La cuestión es si los ciudadanos acatarán este 'encierro' en sus propias comunidades o con qué actividades sustituirán esos viajes quienes tengan unos días de descanso. “Es difícil de saber. Esto nos pasa mucho, tomas una medida para evitar una cosa y te encuentras con otra. Si cierras el ocio nocturno en un pueblo, se van todos al de al lado”, reconoce.

Los acuerdos van un poco más allá de los cierres perimetrales y, aunque las normas son distintas en cada comunidad, existen unos mínimos, como mantener el toque de queda nocturno, permitir solo las reuniones de convivientes en espacios cerrados y limitar los comensales en establecimientos públicos (cuatro en interiores y seis en terrazas). Estas normas, unidas a las distintas costumbres en una época y otra del año, hacen que el panorama parezca mucho menos temible que en diciembre.

“La Navidad arrastra durante semanas un gran volumen de reuniones con amigos, familiares y gente del trabajo”, comenta Peiró, y en cierto modo este año fue incluso peor porque “la gente se fue reuniendo antes con todos los que no iban a estar”. Por el contrario, “los contactos interpersonales no son tan altos en Semana Santa” y algunos eventos que podrían propiciarlos, como las procesiones, están cancelados por completo.


Un abanico de incertidumbres

Los expertos también son relativamente optimistas con respecto a otros factores, aunque son más difusos, más difíciles de medir y de controlar. Uno de ellos es el componente psicológico. “La memoria de la tercera ola está muy cerca y en algunas comunidades ha sido muy dura. Cuando la gente se asusta, cumple las normas mucho más allá de las restricciones. De hecho, sin confinamiento obligatorio, la caída ha sido más rápida”, señala el investigador de Fisabio.

No obstante, no descarta que ese miedo ya casi haya desaparecido. “Cuando empiezas a decir que las cosas van bien, empiezan a ir mal”, resume. En cambio, Manuel Franco considera que la sociedad cada vez es menos proclive a la relajación. “Ya somos perros viejos en la pandemia, sabemos que estamos lejos de tener el problema solucionado y, en ese sentido, somos muy conscientes”, asegura.

Otro factor que escapa a las previsiones de los epidemiólogos es la meteorología. En principio, la primavera invita a disfrutar de espacios abiertos, frente a la Navidad, más propicia para las reuniones bajo techo. Si algo está dejando claro la evidencia científica es que el SARS-CoV-2 se transmite más en lugares cerrados sin ventilación, porque permanece en el aire, así que el gran peligro son los interiores donde la gente se quita la mascarilla. No obstante, el buen tiempo puede ser un arma de doble filo. “Si hace buen tiempo, la gente busca terrazas; pero cuando se llenan las terrazas, acaban en los interiores. En muchos sitios, hay limitaciones del 30% del aforo, pero esta norma es muy difícil de comprobar y de hacer cumplir”, comenta Peiró. Así que “cuando hay días buenos, los epidemiólogos lo vemos con malos ojos”, reconoce.

“Hay que pedirle a las autoridades que cierren los interiores y abran los exteriores, que en Semana Santa tengamos todos los parques disponibles y calles cerradas al tráfico para ampliar el espacio público. Si nos vamos a quedar aquí metidos cinco millones de madrileños, que no tengamos que estar en interiores aunque haga frío”, reclama Manuel Franco. “Estar metidos en un bar, en un restaurante o en un gimnasio es un peligro absoluto, y no puedo montar una fiesta en mi casa con 30 personas. Es aburrido decirlo, pero no aprendemos”, insiste. Por eso, lamenta que entre las primeras medidas de desescalada casi siempre está la reapertura, aunque sea parcial, de los establecimientos: “Seguimos confundiendo la salud con la economía y tomando decisiones que dan votos”.


El efecto de las vacunas

Tampoco está claro hasta qué punto se notará ya el efecto de la vacunación. España ha administrado casi seis millones de vacunas y 1,8 millones de personas tienen la pauta completa. Si después de la Semana Santa viene una nueva ola, “es previsible que las residencias no den sustos y tampoco los mayores de 90 años. En este sector de la población ya se apreciará la diferencia en cuanto al número de casos graves, hospitalizaciones y fallecimientos, aunque nos queda mucha gente de 70 y de 80 años por vacunar”, señala Peiró.

“Yo no soy tan positivo”, afirma el portavoz de Sespas, “donde realmente se está viendo una eficacia de las vacunas es en Israel a partir del momento en el que tenían vacunadas a todas las personas mayores de 60 años”, advierte. En España el 86% de las muertes se producen entre mayores de 70 años (según los datos de la primera ola) y apenas se está empezando a vacunar a quienes superan los 80, así que quedan millones de personas de alto riesgo que aún no han sido inmunizadas y “el cuello de botella de la disponibilidad de vacunas está siendo un lastre tremendo”, lamenta.

Otro factor que podría jugar a favor esta vez, pero cuya influencia resulta complicado de estimar es la inmunización natural. Como las reinfecciones son muy raras, según un estudio que acaba de publicar 'The Lancet', y la tercera ola ha multiplicado los casos, es posible que las personas que han pasado la enfermedad comiencen a ejercer de barrera en la expansión del SARS-CoV-2. Peiró calcula que en lugares como Madrid entre un 30% y un 40% de la población puede haber pasado ya el covid. El último estudio de seroprevalencia dejó la cifra en un 18,6%, pero hay que tener en cuenta que se realizó en noviembre y el número de contagios detectados se disparó en la tercera ola. “Eso no es inmunidad de grupo, pero está claro que dificulta la expansión, la gente que no transmite el virus hace de muralla”, reflexiona. Además, cabe esperar que precisamente lo hayan pasado quienes se mueven más y tienen más contactos. Sin embargo, hay otros lugares con “mucho combustible por quemar”.


Señales de alerta

Entre estos sitios menos afectados y más vulnerables en ese sentido están Canarias y Baleares, únicas comunidades que permanecerán abiertas a la espera de que el turismo exterior alivie un poco la economía. Sus actuales cifras de contagios son bajas, pero las islas “dan un poco de miedo”, señala Peiró, sobre todo porque los países de los que van a recibir visitas tienen en estos momentos un nivel de transmisión mucho más elevado. No obstante, el peligro depende del volumen y el perfil de los viajeros. “El turismo de personas mayores se mueve relativamente poco y contagia menos que el turismo de discotecas”, asegura.

En este sentido, el epidemiólogo de Sespas observa con preocupación lo que está ocurriendo en los países vecinos. Francia acaba de poner en marcha nuevas medidas que afectan a millones de personas en París y otras 15 regiones, con cierres de negocios no esenciales durante un mes y restricciones de desplazamientos. Por su parte, Alemania vive un incremento en el número de casos solo comparable a las cifras de finales de enero. “Hay repuntes importantes y esto nos debería preocupar mucho, porque otras olas han ido unidas. Cuando otros países se empiezan a disparar, es razonable pensar que nos va a tocar a nosotros”, asegura.

Detrás de esta posible nueva ola muchos expertos ven la influencia de la variante británica (llamada técnicamente B.1.1.7), que parece acelerar mucho la transmisión. Además de ser más contagiosa, un estudio publicado hace unos días en 'Nature' indica que también sería más mortal. Tras realizar un análisis de los datos del Reino Unido, los investigadores llegan a la conclusión de que incrementa la mortalidad hasta en un 61%.

Esta es una muy mala noticia para España, porque según el último informe del Ministerio de Sanidad sobre las variantes, fechado el pasado jueves, 18 de marzo, la variante británica ya es la dominante. En Asturias acumula el 97% de los casos. En el lado opuesto está Aragón, con solo un 18%; pero en casi todas las comunidades supera la mitad de las muestras estudiadas y crece bastante. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido a nuestro país de la importancia de este asunto de cara a una posible cuarta ola.

Autor: José Pichel. Fuente: El Confidencial

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Un comentario

  1. Sólo hay que ver cómo están las terrazas de bares y cafeterías. Abarrotadas de gente sin mascarilla, incluso cuando no están consumiendo, gente fumando en la puerta.

    Y por supuesto toda la acera es para las mesas, si no puedes pasar, te jod**

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