Cartas al Director

Lo legal y lo legítimo. La ley del embudo

Están ocurriendo ciertos acontecimientos en Villena que, a mi juicio, invitan a la reflexión. Ejemplo: Para evitar el debate y la reprobación de una persona de confianza de la sra. Alcaldesa, por su implicación en un altercado en la calle con un concejal del propio ayuntamiento y miembro de su propio equipo, la máxima autoridad local exprime la ley y acogiéndose a algunas gotas legales impide dicho debate: lo que se solicita como moción se queda en ruego, y los ruegos, como los sueños, ruegos son.
Otro ejemplo: Veintitantos puntos en el orden del día del pleno de octubre. Resulta que el último o penúltimo trata de una moción contra el concejal de Hacienda, valuarte de la propia alcaldesa y portavoz de su gobierno, pues más gotas de legalidad exprimidas, el Pleno se detiene a las doce cual baile de la Cenicienta. La mitad de los puntos, sean importantes o no, se quedan sin tratar y el sr. Valiente sale ileso.

A este asunto de la legalidad es difícil meterle mano porque estamos hablando de leyes que forman parte de nuestro ordenamiento jurídico. Parece sensato que hay que acatar las leyes. Nada que objetar, opino que cumplir las ordenanzas nos hace más libres. Dicho lo anterior conviene no jugar con fuego con las normas no vaya a ser que su uso nos queme. ¿Les suena lo de la huelga a la japonesa? Consiste en cumplir estrictamente la ley. Supongamos que un médico tiene establecido que debe estar veinte minutos con cada paciente para dictaminar con éxito su dolencia y tratamiento; en la sala hay treinta enfermos: resultado, la consulta dura 10 horas. ¡Legal! En los accesos y vías de las ciudades la velocidad permitida es de, pongamos, 40 km: resultado, una caravana de coches con ocupantes cabreados. ¡Legal! Un trámite en algún negociado administrativo, el funcionario tiene que leer punto por punto todos los apartados para que no haya ningún error posterior, resultado: una cola hasta la puerta de personas con sus papeles y con su tiempo a cuestas. ¡Legal!

Los casos anteriores nos sirven para ilustrar, un poco, la idea de que cumplir las normas al pie de la letra conlleva también su parte de confusión y de descrédito. Ocurre que si este cumplimiento estricto de la legalidad, además, se usa como arma arrojadiza, entonces estamos ante un caso de retorcimiento cuyo sentido es el de no hacer, el de paralizar, el de poner la norma como escudo para los casos que convienen…, o sea, un mal uso de la ley en beneficio propio. Con certeza que será legal pero no será ¡legítimo! Otro ejemplo más claro para ver la diferencia entre legal y legítimo: En una dictadura las leyes las promulgan sus gobernantes, por tanto son legales, ahora bien, si no hay democracia, son ¿legítimas? Imagine que el Gobierno de la nación propone una ley en la que no podemos salir a la calle a partir de las doce de la noche. Si el Parlamento la aprueba, el Gobierno la ejecuta y es…¡legal!, pero ¿legítima? ¿Hasta qué punto un gobierno puede impedirnos caminar por la calle a las doce y media de la noche después de cenar con los amigos? Son ejemplos sencillitos. Les recuerdo que para los nazis era legal la “caza” al judío.

Mire, sra. Alcaldesa, esconderse detrás de la ley 33/3, 55/5 ó 11/1 es tramposo, y usted lo sabe perfectamente. La verdad, esgrimir la Ley cuando a mí me interesa y cuando no, no, sencillamente a eso se le llama comúnmente “la ley del embudo”. Una sociedad compleja como la nuestra está atravesada de multitud de normas que nos arropan y nos defienden contra la barbarie. El hecho de poder disfrutar de cotas de libertad se debe a todo ese entramado legal que existe aunque no lo veamos. Sin embargo, insisto, si jugamos a que todo sea según lo estrictamente estipulado, respóndame a esta pregunta, sra. Lledó: ¿El propio Ayuntamiento que usted dirige podría funcionar con diligencia? Hay que recordarle que, legalmente, usted dejó fuera de la junta de gobierno a la oposición con el fin de hacer y deshacer a su antojo, sin nadie que le perturbase. Es evidente que en la presente legislatura estamos asistiendo a un espectáculo lamentable y bochornoso pero legal, no obstante esa legalidad ganada en las urnas hace ya tiempo que se convirtió en “ilegítima” a tenor de los bandazos y requiebros con que está jalonada la acción de su gobierno. Para muestra un botón, mejor dicho el abrigo entero: ¿Por qué no se han aprobado los presupuestos municipales, si ellos son la plasmación real de la política de un equipo de gobierno? Respuesta: ¡No hay respuesta! Sin duda no tener presupuestos e ir a salto de mata es legal pero… ¿Legítimo?

Tampoco confundan legal con “leal”. De la lealtad, otro día

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