Lo misterioso
Abandonad toda esperanza, salmo 205º
En dos de las películas más inclasificables jamás rodadas, y que además se cuentan entre mis favoritas, intervienen conejos de tamaño humano. En El invisible Harvey al susodicho, como el título español indica, no puede verlo nadie... salvo un soberbio James Stewart, protagonista de este relato que algunos maliciosos, yo incluido, han querido interpretar como una apología del alcoholismo. En Donnie Darko es también el personaje central el único capaz de ver a un inquietante conejo que le avisa del tiempo que falta para el fin del mundo, Roland Emmerich mediante. Este film, que recibió calificativos tan curiosos como "una versión surrealista de La noche de Halloween" o "un film de David Lynch para adolescentes", supuso el prometedor debut de Richard Kelly, capaz de aunar viajes en el tiempo, visiones futuristas, una crítica feroz contra el american way of life y a una Drew Barrymore cuyas labores de productora la redimen no ya de su etapa de consumidora infantil de estupefacientes, que es lo de menos, sino hasta de su intervención en la saga de Los ángeles de Charlie.
Pero para muchos esta promesa se quedó solo en eso cuando Kelly estrenó su segundo trabajo: Southland Tales. El film, parte de un proyecto interdisciplinar que incluía libros, cómics y vete a saber qué más, conseguía con su argumento marciano y su reparto todavía más marciano (tanto que incluía al ex luchador The Rock, al cantante Justin Timberlake y a Buffy cazavampiros), la sorprendente hazaña de que por momentos parecía alcanzar las más altas cumbres de la calidad cinematográfica para en la secuencia siguiente hacernos sospechar que estábamos ante la película más ridícula jamás rodada desde Dirty Dancing.
Mucho me temo que a Kelly ya le han colgado el sambenito de promesa echada a perder. Solo así se entiende que una película tan interesante como The Box, su tercer trabajo y primera adaptación de un texto ajeno -un relato del gran Richard Matheson-, haya sido igualmente vapuleada por la crítica y ninguneada por el público. Protagonizada por Cameron Diaz y James Mardsen, actores que no me hacen ninguna gracia pero a los que el realizador dirige tan bien que no me molestan en absoluto al cuarto de hora de proyección, es un relato de suspense de intriga creciente y atmósfera inquietante como pocas veces he visto en los últimos años, así como una fábula moral que remite a La pata de mono, el cuento de W. W. Jacobs que habrán leído y que si no conocerán, como mis alumnos, por su versión en Los Simpson.
"Me gusta lo misterioso. ¿A usted no?", dice en el film el mefistofélico personaje encarnado por Frank Langella, que vuelve a demostrar que no hay papeles mayores y menores sino actores geniales y mediocres. Intentando entender por qué disfruté tanto esta película, creo que es porque a mí también me gusta lo misterioso, y por eso lo que menos me satisface es su último tercio, cuando se explica todo y el asunto queda más o menos zanjado. Quizá por eso sigo prefiriendo Donnie Darko, que dejaba más espacio para la libre interpretación. Y quizá por eso no voy a leer el cuento de Matheson: porque igual me lo termina de aclarar todo. Eso sí: creo que a la mayor parte del público, como a un buen número de críticos, no les gusta lo misterioso: fui a ver la película al poco de estrenarse, en fin de semana, y la proyectaron para mí solo. Como un señor.
The Box se proyecta en cines de toda España.