Lo único malo para la naturaleza somos los sapiens
En una ciudad como la nuestra, con un rico término municipal, son las grandes empresas quienes están tomando las decisiones sobre el porvenir de nuestro patrimonio natural
¡Hola de nuevo, personas lectoras! El sapiens ha dejado de serlo. Me explico: no hace mucho, en mi grupo de fotógrafos, alguien compartía por WhatsApp la foto de un insecto que estaba posado en su ventana, preguntaba por su especie y también por su potencial peligro para la naturaleza, a lo cual uno de nosotros, gran amante del medio natural, le respondía: “Lo único malo para la naturaleza somos los sapiens”. ¡Cuánta verdad en esta rotunda respuesta!
Como decía en la primera entrega, las pequeñas reflexiones también tienen cabida en este espacio, dado que en algunas ocasiones debemos de hacer el camino inverso para ir de lo global a lo local, pues la defensa del medio ambiente, y por ende de la naturaleza, abarca todo el espacio vital que tenemos para poder sobrevivir como animales, no muy acertadamente llamados inteligentes en algunas ocasiones. Y este pequeño viaje es el que os propongo en esta entrega.
Después de haber tenido la ocasión de visitar la India, de la que os hablaré próximamente como modelo social del “nos vamos a extinguir sin remedio”, no resulta muy alentador llegar a tu pequeña ciudad y comprobar que nuestro termino municipal se ha convertido en el campo de batalla de las fotovoltaicas. Por lo que hemos podido conocer, que seguramente supone la punta del iceberg, en estos momentos hay varios frentes abiertos con fuego cruzado entre administraciones y entre un partido en el gobierno contra otro partido en el gobierno, mientras que el partido en la oposición que se mantiene en las trincheras del silencio.
Es desalentador comprobar día tras días que quienes están obligados a entenderse en cuestiones tan importantes, pues son gobierno municipal, hayan elegido ejercer de “homo inepta”, sin llegar a plantearse siquiera que en la gestión municipal también hay asuntos de estado que requieren de acuerdos a la altura.
Los unos nos dicen que son daños colaterales, pero que “hay que traducir en crecimiento para Villena el dinero que esas inversiones van a dejar en impuestos”, con la mirada puesta en unos aranceles que supuestamente pueden llenar unas arcas municipales que, dicho sea de paso, no andan muy necesitadas, mientras que los otros, desde la otra parte del gobierno municipal, que aunque parezca un trabalenguas al más puro estilo Groucho Max, es parte de la misma parte, se van al otro lado del cuadrilátero y afirman tajantemente que va a suponer “un enorme daño ambiental y una destrucción del paisaje, la agricultura y el ecoturismo”.
Y así, mientras que quienes pueden hacer no hacen, dentro de todo este embrollo político hay dos grupos de personas que tímidamente han levantado la mano en defensa de nuestro entorno natural. La asociación Salvatierra ha puesto a disposición, de quienes los puedan bien utilizar, unos estudios realizados sobre la instalación de placas solares en el entorno de Sierra Salinas. No conozco el estudio, ni sus conclusiones, pero me quedo con el gesto altruista y generoso que sí mira hacia lo importante. Quedo a la espera del gesto político. Y a ello debemos de sumar las declaraciones de un grupo de ciudadanos que, a primera vista y sin conocer más que el comunicado enviado a los medios, parece ser que vaticinaron la situación actual, pasando salicornios detrás de sus avisos.
La desconexión navideña toca su fin y se abre la veda electoral, y de nuevo leeremos y escucharemos hasta la saciedad palabras como medioambiente, ecología, desarrollo sostenible y todas sus variantes, para adornar discursos con dudosos resultados.
El cambio climático es evidente y deja poco lugar a dudas, a tenor de los 25 °C que se han alcanzado durante el mes de diciembre en el norte de nuestro país, el invierno se ha olvidado de Europa y nos mantiene en cálidos días de la marmota que en nada nos benefician.
Personalmente considero que hacer caja con el futuro de nuestro entorno natural no es algo que se haya meditado debidamente, pues esa mirada cortoplacista, del dinero vía impuestos, está impidiendo ver el hambre de sus consecuencias presentes y futuras.
El hecho de no disponer en nuestra ciudad de una planificación urbanística y territorial valiente y acorde con el siglo XXI, que sea un pacto por el futuro con políticas medioambientales consensuadas y acordadas por quienes ahora, o mañana, las deberán de utilizar, está propiciando que en una ciudad como la nuestra, con un rico término municipal, sean las grandes empresas quienes estén tomando las decisiones sobre el porvenir de nuestro patrimonio natural. Si las actitudes políticas no cambian, y siguen olvidado que son humanos, los sapiens seguiremos siendo el factor más nocivo para la naturaleza.
Y mientras tanto, acciones ciudadanas, como las relatadas, son las que de nuevo vuelven a estar muy por encima de la mirada política, dejando un pequeño espacio a la esperanza.