Locales y jóvenes, combinación non grata en Villena
Los locales de jóvenes llevan años funcionando en Villena, cambiando de lugar, cambiando de personas, unos aguantando más y otros menos. Han creado una cultura juvenil, alejada de la incomunicación que está provocando esta nueva sociedad de la tecnología virtual. Son espacios colectivos de ocio juvenil. Algunos son utilizados para ensayar música, para debatir, para preparar las fiestas, o para llevar a cabo proyectos culturales. Otros, simplemente, como punto de encuentro y reunión del grupo de amigos. Porque es lo más económico. ¿Qué harían los jóvenes en Villena si se les privara de ellos?
Se habla de ocio. Desaparecido en Villena. Se reclaman desde hace años lugares como cines, pubs alternativos, asociaciones juveniles, de baile, de arte, de voluntariado o de teatro. Son pocos los bares para jóvenes, y si se viene de fuera, la sorpresa es mayúscula ante la falta de lugares donde pasar la noche. El deporte es la vía de escape de la mayoría, sin embargo, salvo el fútbol que se puede jugar en cualquier parte (de forma amateur, claro), son pocos los espacios públicos para practicarlo. Un local ha solucionado estas carencias siempre. No es la mejor solución, pero es mejor que nada. Relacionarse nunca es perder el tiempo, es más, es básico en esta etapa de la vida.
Esta ordenanza parte de un análisis sesgado. Los vecinos soportan altos ruidos al tener un local cerca, pero también se soporta por la proximidad de un bar que abre hasta tarde. Y no siempre son los jóvenes los únicos culpables de un ruido. Las soluciones también son equivocadas, parece que las medidas de esta ordenanza pretendan reducir el número de locales en Villena, no el ruido en sí, ya que hace más ahínco en clausurar un local y sancionar que en bajar el nivel del sonido, ayudando a la convivencia. Cumplir o renunciar al local, sin paso intermedio. Y para cumplir con todas las condiciones, hay que rascarse la cartera, precisamente en estos tiempos de penuria económica. Imposible emanciparse de casa de los padres, imposible reunirse de forma precaria, el futuro de un joven en Villena puede tornarse muy negro.
Porque las condiciones son abusivas: de seguridad (extintor, instalaciones de protección contra incendios, luces de emergencia, alumbrado de emergencia, ventilación), de higiene, de ruido ambiental (espero que al menos el ayuntamiento proporcione calculadores de decibelios), la del seguro (excesiva la cobertura de 200.000), que subirán el precio de manera notable. Entre los nuevos costes que el propietario pasará a los inquilinos y la limitación de aforo, el coste unitario por persona se disparará, teniendo en cuenta que muchas de ellas ni trabajan, lo que significa que disponer de local será a costa de sacrificar otro ocio o incluso, necesidad.
Luego pasa por otras disposiciones, más superfluas (o no), como la obligación de poner una placa en la puerta con los datos, el registro y la obligación a permitir el paso a un local a inspectores y policías para comprobar que se siguen cumpliendo las condiciones en que se dio la autorización. Se pretende así tener un control total sobre la juventud, de la que poca queja se puede tener en una ciudad con tan pocos incidentes como es Villena, en comparación con otras, y atentando contra la privacidad, ya no siendo necesario que medie una denuncia de por medio para entrar.
Las sanciones también son desproporcionadas con los actos de infracción. No es coherente que por no registrarte la multa pueda ser de 3.000. ¿Dónde está aquí la relación molestia-reprobación de la conducta?
Ni se diferencia entre tipos de locales (aunque al principio se hace un amago al diferenciar entre locales estables y eventuales), ni por sus fines ni permanencia, y realmente tampoco por lo que han hecho. Se presupone que tener un local es un comportamiento peligroso abstracto para los vecinos sin más. El protocolo de convivencia sólo surtirá efecto una vez sea autorizado el local, cuando las condiciones sean cumplidas, la pregunta es por qué no antes. La administración en cuanto a los locales debería jugar un papel subsidiario, mediante la mediación; sanción, cuando la situación problemática no mostrara salidas para la convivencia, no antes, obstaculizando el ocio juvenil. La ordenanza afecta a más jóvenes que vecinos perjudicados seguramente, aún así, los vecinos han sido escuchados y los jóvenes, ignorados por la política municipal de nuevo. Las recomendaciones del Consejo Local de la Juventud y alguna opinión de las personas pertenecientes a un local no valieron en el redactado.
No es tan difícil reunir a jóvenes y vecinos, y poner el problema sobre la mesa cuando se produce, sensibilizar a ambas partes compartiendo la experiencia. Qué va, mejor servirse de la autoridad para eliminar el diálogo. Habrá menos ruido seguro, pero también menos felicidad y libertad en Villena. Ponerse en la piel de los jóvenes, comprender sus problemas y sus preocupaciones de cara al futuro y dejarles participar en asuntos como éste y otros, les devolvería el valor que desde hace años les robó una política y sociedad conservadora, y quizás aparecerían inquietudes entre ellos por mejorar la convivencia y la ciudad que fueron desterradas a golpes de obediencia y desprestigio. No hay que equivocarse, jóvenes y comunidad no están separados; al igual que los vecinos, los jóvenes también integran la comunidad.