Los fantasmas de la Residencia
Abandonad toda esperanza, salmo 87º
No, no les voy a hablar de La residencia, mítica película con la que Chicho Ibáñez Serrador consiguió el primer gran taquillazo para el cine de terror patrio. Me refiero a la otra Residencia, la de Estudiantes, que aglutinó en el Madrid de principios del siglo pasado a lo mejor de la intelectualidad española de la época.
Por la Residencia de Estudiantes pasaron los nombres clave de las generaciones del 98, el 14 y el 27. Testigo privilegiado del fenómeno fue Pepín Bello, curiosísima figura de la cultura española, que a día de hoy, con ciento tres años, viene a ser la escasa memoria viva que queda de un hecho poco menos que irrepetible.
Cuando los autores de estas imprescindibles Conversaciones con José "Pepín" Bello, David Castillo y Marc Sardá, le comentan al entrevistado que Camilo José Cela siempre fue pródigo a hacer declaraciones provocativas, este responde: "No entiendo esa actitud que tienen ciertas personas para llamar la atención, el escándalo". Y es que a Bello, el escritor Enrique Vila-Matas lo definió certeramente como "el arquetipo genial del artista hispano sin obras... el recalcitrante ágrafo". Efectivamente, estamos ante una figura semioculta de la Generación del 27 que no ha mostrado interés alguno porque se reconozcan sus méritos y porque su obra, literaria y pictórica, le sobreviva en el recuerdo. Es más, accedió a duras penas y después de mucha insistencia a ofrecer las entrevistas que ahora ven la luz.
Como no podía ser de otra forma, la Residencia de Estudiantes, donde el protagonista ingresa en 1915, y el genial trío formado por Luis Buñuel, Salvador Dalí y Federico García Lorca, son los principales protagonistas del libro. A su lado permaneció Pepín Bello a lo largo de muchos años de amistad, hasta que el estallido de la Guerra Civil sumió al país en un estado de excepción. De Buñuel, Bello afirma que fue como un hermano para él, y una de las personas con las que más ha disfrutado en su longeva existencia; de Salvador Dalí reconoce su absoluto genio para el arte tanto como su total torpeza para cualquier otra actividad; y qué decir del autor de Poeta en Nueva York: para Bello fue la figura clave de la generación, un hombre inimitable e imperdurable, la fascinación personificada.
También pasan por estas páginas nombres del noventayochismo como Baroja o Unamuno, una figura de la poesía española tan señera como Juan Ramón Jiménez (contra cuyo Platero y yo despotricaron a rabiar Dalí y Buñuel), y otros escritores destacados del momento como Rafael Alberti, Jorge Guillén o Dámaso Alonso, pintores como Joan Miró, músicos como Manuel de Falla o toreros como Ignacio Sánchez Mejías, Belmonte o Luis Miguel Dominguín.
Pero pese a haber vivido tanto, y al lado de esta impresionante nómina de genios indiscutibles, en las amargas páginas que cierran el libro Pepín Bello afirma que en su vida ha habido más sinsabores que alegrías, y que preferiría no haber nacido. Como señalaba Enrique Vila-Matas: Bello es el perfecto ágrafo.
Conversaciones con José "Pepín" Bello está editado por Anagrama.