Los inventos de AFD

Durante la semana recibí la visita de mi psicoanalista. Hacía tiempo que no lo veía. Llegó hasta la cima de Salvatierra extenuado, con cara de espanto y preocupación, como cada vez que leía alguno de mis últimos artículos. Esperé a que recobrase el habla y la respiración, pues parecía que el corazón se le fuera a salir por la boca, para ofrecerle una copita de Cantueso casero que yo mismo había estado elaborando. Pese a encontrarlo demasiado fuerte y dulzón, apuró hasta la última gota de la botella. Yo también le acompañé.
De este modo, bajo los efectos de aquella bebida espirituosa, iniciamos la terapia. Improvisamos un diván con piedras, ramas, hojas y musgo, y empecé a contarle que desde que habían puesto los arcos me encontraba raro, y que, cada vez que los encendían, me sentía como un hombre lobo. Le dije que, últimamente, debido al influjo de las bombillas, me había dado por beber más de la cuenta, por dejarme barba, por saltar encima de las tablas, por subirme a los perigallos, por tirar cohetes, por encargar sequillos, por alquilar locales, por llamar a la radio para dedicar pasodobles y marchas moras a mis familiares, amigos, amores platónicos y compañeros de fábrica, por vender trajes de Moro completos, por comprar chaquetillas de Contrabandista, por hacer ejercicio y entrenar a diario para participar en el cross nocturno
Tras escuchar aquellas declaraciones, me dijo que me veía completamente desequilibrado, que estaba perdiendo la cabeza, y que lo mejor sería que cogiese el Kontiki cuanto antes y regresara a Tabarca para evitar males mayores. Lo que a ti te pasa, me dijo con voz seria y pensativa, es que estás siendo poseído por un ente sobrenatural denominado Espíritu Festero. Tal vez tengas razón, le contesté, a la vez que le ofrecía una copita de herbero, también de fabricación propia.
Entonces proseguí contándole que últimamente estaba triste, ya que sentía como la ciudad a la que amaba estaba enfermando poco a poco. La ciudad, le dije, padece la enfermedad de Parkingson, una grave enfermedad que no parece tener remedio. ¿Querrás decir Parkinson, sin g? ¿Tal vez te estés refiriendo a esa enfermedad neurológica cuyos síntomas son la atrofia muscular, la falta de movimientos y las dificultades para andar?... No supe responderle. Había pasado más de media hora y el Cantueso empezaba a hacer su efecto. Sentía como aquel líquido aromático y parduzco fluía por mis venas; como aquel Espíritu Festero del que tantas veces me habían hablado se apoderaba de mí, e imaginé entonces un desfile de glóbulos rojos y blancos a través de mi sangre, formando filas, organizándose en bloques y escuadras, recorriendo todas las avenidas de mi cuerpo
De pronto cambié de conversación. Sin venir a cuento, le dije a mi psicoanalista que en estos momentos mi única intención era hacerme millonario; olvidarme de una vez por todas de la mística y la vida contemplativa y tratar de patentar algunos productos que pudieran reportarme pingues beneficios. Se trataba de sencillas y prácticas invenciones que yo mismo había creado y diseñado durante mis horas de hastío y aburrimiento; algo así como los inventos del TBO. De este modo, pasé a exponerle y a explicarle el funcionamiento de algunas de aquellas creaciones. Y le hable, por ejemplo, de la gola ergonómica, ideal para aquellos Estudiantes con problemas de cervicales: una ligera gola fabricada a base de un tejido tipo gamuza, muy agradable al tacto, que puede lavarse a mano. Se trata de un ingenio adaptable al contorno del cuello que mantiene la cabeza erguida durante los desfiles y que se convierte, a su vez, en el complemento ideal para poder descansar en las tribunas mientras se aguarda el comienzo de la diana.
También le hablé de unas lentillas especiales para evitar que el ajo se tale al mirarlo: un tipo de lentillas caracterizadas por su comodidad y facilidad de adaptación que debilitan el poder de la mirada hasta hacerla completamente inofensiva, permitiendo que ésta no afecte al normal desarrollo de la salsa; y de una faja sauna termoeléctrica que ayuda a reducir tallas y a quitar barriga mientras se desfila, sin ejercicio, cremas, pastillas ni dietas; y de un detector de hipócritas, hecho a base de luces y sonidos que varían de intensidad, y que una vez instalado en el cuerpo te permite saber si la gente te saluda y te abraza porque te quiere o simplemente porque son Fiestas; y del cubata alcalino: el único cubata con sistema de recarga automático. El que no se acaba nunca. El que siempre se mantiene fresco gracias a sus cubitos de alta tecnología. Fabricado en tres modelos: Coca-cola con ginebra, Vodka con Naranja y Gin Tonic. Con cargador para casa o coche, incluyendo adaptador para mechero de 12v.
Pero, sin duda alguna, lo que más le impresionó fue la idea de patentar un kit de limpieza doméstica compuesto por un gorro de Moro Viejo, un delantal, una capa recoge-pelusa y una aspiradora con forma de ballesta. Y es que el gorro de Moro Viejo es ideal para ser utilizado como plumero, ya que al llevarlo puesto sobre la cabeza nos permite quitar el polvo de los techos y las lámparas con toda comodidad, a la vez que nos deja las dos manos libres para poder realizar otras tareas. Lo mismo ocurre con la capa, ya que al ir arrastrando por el suelo nos ofrece la posibilidad de ir recogiendo simultáneamente, a modo de mopa, toda la pelusa de la casa sin ninguna clase de esfuerzo.