Los muertos vivientes
Abandonad toda esperanza, salmo 94º
No se asusten: no voy a hablarles otra vez de cine de terror, ni tampoco del magnífico cómic de Robert Kirkman. Hoy toca advertirles de la existencia de otros zombis, más reales, y de los que seguro conocerán a alguno: son esas almas en pena que pueblan las calles del extrarradio, rondan las estaciones de autobuses y se drogan y prostituyen en los parques de las grandes ciudades.
A este tipo de muertos vivientes pertenecen varios de los protagonistas de Chaperos, la última novela de Dennis Cooper, el enfant terrible de la literatura norteamericana actual. Homosexual confeso y provocador militante, el autor de Contacto ha convertido a los escorts de California y a sus clientes en los personajes centrales de una historia cargada de sexo explícito, violencia desatada y abusos físicos y psicológicos de toda índole.
La novedad de esta narración radica en que, como a la arribista actriz de Eva al desnudo de Joseph Mankiewicz, el lector conocerá a Brad, uno de los chaperos de más éxito de California, a partir de las declaraciones de varios de sus clientes: la novela se articula como una sucesión de informes sobre prostitutos publicados en una web especializada, y a partir de las distintas opiniones de unos informantes poco fiables iremos construyendo el retrato robot de un perdedor elevado a la altura de mito adolescente por parte de sus semejantes.
Otro que conoce muy bien estos ambientes, también homosexual y precisamente amigo del escritor, es el cineasta Gus Van Sant, que ya retrató el mundo de la prostitución gay en Mi Idaho privado, con Keanu Reeves y el malogrado River Phoenix.
Van Sant acaba de estrenar ahora Last days, film tan propenso a la deconstrucción como la novela de Cooper, y que rememora las últimas horas de vida de Kurt Cobain, líder suicida de Nirvana, valiéndose de un sosias del mismo al que interpreta un magnífico Michael Pitt. El cineasta retrata el ir y venir sin rumbo aparente del músico y sus amigos, en una jornada donde los actos se repiten mecánicamente y al parecer sin otra finalidad que la de ver qué va a pasar a continuación.
Precisamente el grupo de Cobain fue el buque insignia de ese movimiento cultural que vino a llamarse grunge, con base de operaciones en Seattle, de la que surgirían grupos como Pearl Jam o Soundgarden, y que se vincularía a la conocida Generación X de Douglas Coupland y a películas del momento como Bocados de realidad o Solteros. Fue el grunge quien convirtió el descreimiento nihilista en una actitud vital que a día de hoy, cuando muchos de aquellos grupos se disolvieron y sus más fieles seguidores se casaron, tuvieron hijos y se hipotecaron para comprar una casa, sigue vigente en la obra de creadores rebeldes como Cooper o Van Sant. Que su rebeldía tenga o no causa ya es cuestión de gustos.
Chaperos está editado por El Tercer Nombre; Last days se proyecta en cines de toda España.