Los reyes de España
Abandonad toda esperanza, salmo 542º
No tenía pensado ir a ver La reina de España. No por nada: vi La niña de tus ojos cuando se proyectó con motivo de su estreno en el desaparecido cine Cervantes de Villena, y me atrevería a afirmar que me hizo pasar un buen rato. Pero si en las casi dos décadas que han pasado desde entonces no he tenido las más mínimas ganas de revisarla será porque tampoco la recuerdo como nada del otro jueves. Por tanto, acudir al cine a ver su continuación -que ha vuelto a dirigir Fernando Trueba-, cuando el tiempo de ocio es tan limitado y las alternativas tan variadas (no cuento solo los estrenos, sino también el mercado digital y la oferta televisiva), no entraba en mis planes más inmediatos.
No obstante, y como supongo ya empezarán a sospechar, tengo que hablarles de la película aunque no la haya visto. Si se dan algún que otro paseo por las redes sociales, seguramente habrán comprobado ya que algunos internautas con pocas luces llaman al boicot de su estreno. La razón principal que estos autoproclamados reyes de España esgrimen para llevar a Trueba y su equipo ante el tribunal de la Santa Inquisición, al margen de algunos aficionados simplones y con complejo de inferioridad respecto de su afición que se ofenden porque dijo que las películas de superhéroes -esas que a mí tanto me gustan- eran una imbecilidad, es que el director de Belle époque manifestó al recibir el Premio Nacional de Cinematografía de manos del ministro de Educación, Cultura y Deportes Íñigo Méndez de Vigo que no se había sentido español ni cinco minutos de su vida. Al margen de que estas puedan ser unas declaraciones de esas que los políticos tildan de poco afortunadas -aunque en su caso siempre resulta un eufemismo descarado-, la tribu de trogloditas que acusa al realizador de carecer de sentimientos patrióticos pero a pesar de ello no renunciar a unas supuestas (que esa es otra) subvenciones públicas que pagamos entre todos parecen olvidar varias cuestiones... si es que alguna vez supieron algo al respecto, claro.
Primera: que sentirse español no es ni puede ser un requisito legal para recibir una subvención ni cualquier otro tipo de apoyo estatal. De hecho, parece que no se dan cuenta de que lo que exigen no es que el beneficiario se sienta español, sino que afirme sentirse como tal, dado que todavía no se ha inventado una máquina que mida el patriotismo. Aunque igual se están planteando, como en las películas de espías, someter a todo aquel que solicite estas ayudas económicas a la prueba del polígrafo y preguntarle qué siente cuando suena el himno nacional.
Segunda: que si el requisito principal es ser español, al margen de que te sientas o no como tal, debería contemplarse principalmente cumplir con las leyes y pagar los impuestos. Ahora va a resultar que aunque Trueba cumpla el código civil de pe a pa y pague religiosamente sus impuestos, cosa que no sé si hace pero no tengo por qué pensar lo contrario, no merece vivir -ni aunque sea un ápice- del erario público porque afirma no sentirse español (con lo fácil que habría sido mentir a este respecto, Fernando, por Dios). Pero los protagonistas de la serie Cuéntame sí se pueden lucrar con el sueldo que les paga RTVE cada temporada aunque últimamente hayan tributado, entre poco y nada, en Panamá; imagino que es porque se sienten muy españoles y una cosa compensa la otra.
Tercera y última: que el cine es un arte colectivo que surge de una mecánica industrial, y que del éxito o el fracaso de La reina de España dependen, además de Trueba, productores, guionistas, actores, músicos, electricistas, carpinteros, conductores de camión, responsables de prensa y encargados del catering (por citar solo algunos). Ahora resulta que quien lleva los cafés de un lado a otro durante el rodaje va a tener que contar con un gran éxito o un gran fracaso en su currículo debido a cómo se sienta o deje de sentir el director de la película respecto de su país.
En resumidas cuentas: argumentos sin pies ni cabeza a poco que uno se pare a pensar un minuto (actividad por otra parte que, para algunos patriotas de chichinabo, parece ser una labor titánica). Otro asunto muy distinto son las acusaciones de incumplimiento de contrato o incluso de plagio por parte de los guionistas de La niña de tus ojos, que algo de eso ronda también por los mentideros de la prensa nacional. Si se demuestra una felonía de estas características, que el responsable o responsables, sean quienes sean, paguen por ello según dictamine el juez. Y santas pascuas. Pero que no me vengan los muy españoles y mucho españoles con que hay que sentirse español para según qué cosas.
Y es que, e igual esto me vale alguna deserción entre mis lectores, como me ha valido ya varias discusiones encendidas y hasta un par de bloqueos en las redes sociales, yo no soy de los que se alegran por que Almódovar se lleve el Oscar en lugar de Haneke solo porque el primero sea español, si la película del austríaco me gusta más que la del manchego. Y es que, como Trueba, tampoco me siento español. Ni valenciano, ni alicantino, ni tampoco villenero. Por supuesto, tampoco europeo, y no es que quiera un brexit patrio. Pero a pesar de no sentirme nada de eso (y es que carezco de todo sentimiento patriótico como otros carecen de vergüenza o de dos dedos de frente), soy todas esas cosas. Porque nací donde nací y porque estoy empadronado donde lo estoy. Lo acredita mi DNI, y mientras cumpla con las leyes que me tocan y pague los impuestos que me requieran, merezco todo lo que por esas mismas leyes me corresponda, me sienta lo que me sienta (que, por otra parte, no le debería importar a nadie) y opine lo que opine de mi país que es el vuestro. Y como decía Ana Torroja -que, al parecer, también tiene sus asuntos turbios con el fisco-, lo que piensen los demás está de más.
En fin... Tal y como les decía al principio, no tenía pensado el ir a ver La reina de España. Pero oye, igual al final sí voy, por poner mi pequeño granito de arena en boicotear el boicot.
La reina de España se proyecta en cines de toda España.