Los villenenses Rober Martínez, David Francés y Tony Flor, campeones por equipos en la carrera Madrid – Segovia
De repente, una mañana de martes cualquiera de marzo, te encuentras subiendo el Puig Campana en compañía de dos amigos/compañeros como son Tony y David, y a uno se le ocurre decir: ¿por qué no corremos este año la Madrid-Segovia por equipos? Seguro que lo podemos hacer bastante bien. Y claro, ante semejante pregunta, y lo que nos gusta un ultra a nosotros, antes casi de llegar a la cima y volver a bajar ya estábamos casi inscritos.
Como hemos dicho, eso era marzo y todavía quedaban 6 meses hasta la carrera. Esa carrera que empieza en la Plaza de Castilla en Madrid y recorre 102 kilómetros por vías pecuarias, senderos y tramos del Camino de Santiago, para acabar a los pies del acueducto de Segovia. No es una carrera de montaña como las que normalmente corremos, pero no por ello deja de tener algo de desnivel positivo (2.000 metros positivos) y un par de subidas (La Barranca y La Fuenfría) que le ponen el picante a la carrera.
Conforme se iba acercando la fecha de la carrera, íbamos preparando el libro de ruta que queríamos seguir. Estuvimos mirando los tiempos con los que en años anteriores se había llegado a línea de meta por parte de los equipos de 3 y comprobamos que bajando de 12 horas (tiempo para el que hay que correr en la mayor parte de la carrera y no entretenerse demasiado) podíamos estar en puestos de privilegio, como se suele decir. Vamos, que bajando de 12 horas en la meta de Segovia era probable que subiéramos a uno de los cajones del podium.
Y así fuimos preparando la carrera. Viendo el perfil. Viendo los pasos de los avituallamientos. Como dice Tony (veterano con 2 ediciones), esa función de estudiar el recorrido de la carrera para el equipo me correspondía a mí (es algo que me gusta tener previsto, sea cual sea la distancia de la carrera). En los días previos, navegando por internet, encontramos un artículo de Mayayo donde hablaba del previo de la carrera, con consejos y algunas indicaciones, y lo que es más importante, con una tabla hecha por un colaborador suyo con los tiempos de paso para llegar en menos de 12 horas a Segovia. Pues ahí lo teníamos, solamente nos quedaba cumplir escrupulosamente con esas horas de carrera y estaríamos cerca de nuestro objetivo.
Y después del viaje y todos los preparativos previos a un ultra (destacar que era la primera carrera de más de 30 kilómetros para nuestro compañero David), llegamos a eso de las 23:30 al hotel, que está a unos 500 metros de la zona de salida. Ya está todo hecho. Ahora simplemente toca descansar unas horas y a las 3:30 de la mañana ponerse en pie para llevar las mochilas a los camiones del guardarropa y presentarse en el control de material de la salida, que es a las 5:00 de la mañana.
Allí estamos, los 3, minutos antes de las 5 de la madrugada, equipados con la camiseta del club (parecemos un equipo serio y todo) y esperando que se dé el pistoletazo de salida. Cuenta atrás: 10, 9, 8 .. 3, 2, 1 y salida. Algo más de 1.000 corredores empezamos la carrera. Tenemos por delante 102 kilómetros y 2.000 metros positivos. Nuestro planteamiento está muy claro: tratar de llevar el ritmo lo más constante posible sin preocuparnos de los demás corredores-equipos.
A partir de aquí es donde empieza la carrera de verdad. Empezamos a descontar kilómetros casi sin darnos cuenta, yendo a un ritmo cómodo y constante. La verdad que nos situamos pronto en nuestra zona de carrera y no nos pasan muchos corredores (los individuales salen más rápido que los que vamos por equipo). El primero avituallamiento (Tres Cantos) se acerca y vamos en el tiempo estimado para llegar a él, 1 hora y 30 minutos. Cuñamos el pasaporte (tanto el individual como el de equipos) y salimos de allí escuchando que acaba de pasar también el primer equipo.
Ya tenemos la velocidad de crucero (como le gusta llamarlo a David) puesta y los kilómetros van pasando bastante rápido. Nuestra idea es no parar en exceso en los avituallamientos. Sobre todo en el primero que vamos llenos de agua todavía, simplemente ha sido cuñar y seguir corriendo. Ahora vamos camino del primer avituallamiento donde podemos dejar/coger cosas de la mochila que hemos dejado en la zona de salida, el avituallamiento de Colmenar (aproximadamente el kilómetro 27).
En este tramo, por camino, todavía de noche, debemos cruzar un par de veces varios pasos de agua, que lo hacemos por encima de las piedras que hay, llevando cuidado porque resbala y hemos visto caer a un corredor delante de nosotros por pisar mal. Justo en estos kilómetros vamos casi codo con codo con otro equipo (en teoría somos 1º y 2º en esos momentos), pero cuando llega una zona que pica hacia arriba, decidimos que debemos mantener el ritmo que llevamos. Es una subida tendida, larga. Parece que hemos dejado detrás al otro equipo y no viene nadie más detrás nuestro. Continuamos con ese ritmo constante que llevamos desde el principio y que nos hace quitar kilómetros con facilidad y llegamos a Colmenar.
Aquí es donde rompemos la carrera con los demás equipos. Nuestra parada no nos lleva más de 3-4 minutos y al salir vemos como otro equipo está tranquilamente llegando (no eran los mismos que habíamos adelantado) y a los pocos metros de abandonar el avituallamiento (había un tramo donde nos cruzábamos los que llegaban con los que salíamos) comprobamos que está llegando ese equipo con el que hemos peleado la posición. Nuestra táctica sigue clara: seguir corriendo todo el tiempo hasta que lleguemos a la Barranca. Vamos con una media perfecta de 10 kilómetros por hora. Así seguiremos casi hasta el kilómetro 50, donde llegaremos en casi 5 horas de carrera.
Hemos corrido los 50 primeros kilómetros, llegando en primera posición al avituallamiento de Mataelpino, donde desde aquí, comienza la subida a La Barranca. En esta subida sí que caminamos, pero siempre a un ritmo más o menos alto y constante, sin pegar tirones. Prácticamente no nos adelanta nadie y de vez en cuando vamos pasando a algún corredor de la modalidad individual.
En este tramo el físico me juega una mala pasada y aparecen los calambres en los isquios y los abductores, pero bueno, son cosas de la carrera y hay que seguir adelante. Al final se divisa la carpa del avituallamiento de La Barranca y desde ahí a Cercedilla son 6 kilómetros llanos/picando hacia abajo. Seguimos siendo el primer equipo en el paso de los controles y vemos que hay una posibilidad real de llegar en esa posición a Segovia. Lo malo, la tensión que tenemos de no saber referencias con los equipos que vienen detrás, lo que hace que haya algún momento de matrimonio entre Tony y yo gritándonos y David en medio de la discusión, jajaja, pero oye, lo que un ultra ha unido que no lo separe nadie, jeje, así que entre grito y grito, entre acordarnos cada uno de los familiares del otro, van pasando kilómetros y pasamos Cercedilla en tiempo para bajar de 12 horas.
Desde ahí, nos queda la mayor dificultad de la carrera, la subida a La Fuenfría. La primera parte, desde la salida de Cercedilla hasta las Dehesas la hacemos a un ritmo bueno, alternando el trote con el caminar, hasta el desvío de la pista forestal de La Fuenfría, donde el ritmo lo mantenemos constante pero ya caminando. Desde aquí a final de carrera hay algún que otro grito más, muchas risas y un constante mirar para atrás a ver si venía algún equipo.
Seguimos adelantando a unos pocos corredores y llegamos al avituallamiento del puerto de La Fuenfría, donde nos dicen que estamos en torno al 35 de la general y somos el primer equipo. Eso nos da alas. Solamente nos quedan 5 kilómetros de subida y ya todo terreno favorable (en teoría) hasta Segovia. Caminamos rápido en la subida que nos queda (siempre por debajo de los 10/km) e incluso en algún momento nos da por trotar (por no escuchar a Tony decir que somos unos blandos y que nos van a pasar los que vienen por detrás, jajaja). Con esas, nos acercamos al final y se ve la carpa de la organización donde está el inicio del descenso hasta Segovia. Llegamos, cuñamos la tarjeta del peregrino y nos dicen que vamos genial, que estamos entre los 30 primeros y que somos el primer equipo.
Llenamos agua y a correr para abajo. Vamos a un ritmo bueno (muy bueno diría yo después de llevar ya casi 75 kilómetros en las piernas) pasando kilómetros y todavía adelantando a corredores. Vemos el cartel del kilómetro 80 y nos da alas: solamente nos queda una media maratón. El objetivo cada vez más cerca. Ahora ya parece que eso de bajar de 12 horas ya no nos vale, y estando desde el kilómetro 16-17 en cabeza de carrera debemos rematar la faena y acabar delante del todo. Poco antes del kilómetro 90 adelantamos a la 1ª chica, a la que le ofrecemos unas gominolas con cafeína porque se había quedado sin geles y andaba un poco vacía (al final consiguió llegar en cabeza y nos dio las gracias en meta).
Después del kilómetro 90 ya se divisa Segovia al fondo. Al fondo muy fondo porque parece que el Alcázar, la catedral y todo la ciudad cada vez están más lejos, jajaja. Bajamos rápido por una zona de senda donde se puede correr bien (si tienes todavía piernas). Adelantamos a un par de corredores más en esta bajada y llegamos a la zona más fea del recorrido. Una zona totalmente llana sin una sola sombra donde la temperatura empieza a subir (dada la hora que es, sobre las 4 de la tarde) rondando los 35ºC, pero eso no importa, seguimos trotando los 3 juntos y quedan menos de 5 kilómetros.
Ahora sí que sí, ya casi estamos en la entrada de Segovia. Ya casi pisamos el asfalto de la ciudad y sus calles. 4 kilómetros, una rotonda por aquí, una calle recta, un giro, otra rotonda por allá y la gente que nos anima diciendo que ya nos queda muy poco. Y sí, ya está el acueducto ahí. Ya se ve la zona de meta. Ahí está la gente animando, gritando, aplaudiendo. Lo hemos conseguido. Hemos llegado a Segovia. Hemos llegado a los pies del acueducto después de 102 kilómetros. Después de 11 horas y 28 minutos desde que salimos de Madrid.
Una de las llegadas más bonitas que he tenido nunca en un ultra, y además, ¡hemos sido el primer equipo! Campeones de la 6ª edición de la Madrid-Segovia por equipos de 3, además, entrando en la posición 24, 25 y 26 de la general y 4, 5 y 6 de nuestra categoría senior (de entre los 1.000 participantes).
Lo hemos dado todo. Hemos tenido momentos duros, bonitos, de discusión, de risas, de gritos. Como se suele decir, un ultra es como la vida misma, pero mucho más concentrado. Nosotros hemos tenido todo eso en menos de 12 horas. Mis compañeros, sin palabras para describirlos. Enormes como siempre. Ahora simplemente queda disfrutar del momento, de subir al podium y de recordar esto para siempre. De recordar esta gesta, sí, gesta, porque ganar un ultra, sea como sea y de la modalidad que sea, no se consigue todos los días. Algo que le podremos contar a nuestros nietos, pero bueno, de momento lo vamos contando a los amigos, hijos, familiares y a todo el mundo, porque la sonrisa que tenemos creo que va a tardar mucho en borrarse de nuestras caras.
P.D.: El cochinillo de la cena fue más que merecido. Gracias compañeros, sois enormes.