Abandonad toda esperanza

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Abandonad toda esperanza, salmo 249º
Hasta hace unos meses el nombre de Michael Koryta no significaba nada para el lector medio español, pero ha querido el azar, y quien dice azar dice un agente literario eficiente o unos editores atentos que saben hacer su trabajo, que coincidan ahora en las librerías españolas, y además de la mano de editoriales distintas, las traducciones de dos novelas que llevan su firma.

Silvia Fernández, encargada de prensa que sabe del valor de lo que pasa por sus manos, me hizo llegar un ejemplar de Aguas gélidas. Rara ocasión leo algo que me envían sin haberlo solicitado antes, pero muy de vez en cuando, después de echar un vistazo al texto de una contracubierta, este te llama tan poderosamente la atención que no puedes sino darle prioridad retrasando otras lecturas que en principio te interesaban más. Este fue el caso de esta novela llamada a convertir a este antiguo detective y periodista en un autor de bestsellers de calidad, y que le ha servido para que lo comparen con Stephen King -algunos dirán que esto es un insulto, también es verdad- y para que firmas tan autorizadas como Michael Connelly o Dennis Lehane (que, por cierto, han inspirado respectivamente dos películas consecutivas de Clint Eastwood: Deuda de sangre y Mystic River) se deshagan en elogios hacia su obra.

La historia atrapa desde la primera página, como deben hacerlo las buenas ficciones de género, presentando al protagonista como un director de fotografía caído en desgracia en Hollywood que sobrevive realizando vídeos conmemorativos sobre difuntos para su proyección en funerales. El encargo de registrar la vida y milagros de un anciano millonario que se encuentra a las puertas de la muerte lo llevará a investigar acerca de los secretos que esconde un inquietante balneario y una no menos inquietante agua sanadora que parece provocar alucinaciones... Qué duda cabe de que Aguas gélidas no es el nuevo Ulises ni de que tampoco lo pretende, y resulta obvio que Koryta no es el nuevo James Joyce; qué más da, añado yo, si con el viejo tenemos bastante. Lo que sí viene a ser es una novela de género construida con oficio, que denota esmero en el retrato de los personajes y respeto por el lector, lo que ya es mucho en estos tiempos de fast food literario que corren.

Todas estas características ya estaban presentes en su debut, Esta noche digo adiós, que ha visto la luz en la colección Roja & Negra dirigida por Rodrigo Fresán, del que ya les he hablado antes y al que hay que agradecer no solo los estupendos libros que escribe, sino también (y a veces sobre todo) los magníficos títulos que edita. Este es el caso de esta novela negra con todas las de la ley, protagonizada por un investigador privado que ha de descubrir si un hombre de negocios se ha suicidado o si ha sido asesinado, y qué les ha ocurrido a su esposa e hija, desaparecidas sin dejar rastro. Como señala Fresán en su afortunado prólogo, este libro de título tan inequívocamente noir está plagado de (benditos) lugares comunes, y rinde homenaje a los grandes del género -Hammett y Chandler- sin la mínima sospecha de que provoque que los restos mortales de estos se convulsionen en sus tumbas. Espero que Fresán cumpla su palabra -de momento no nos ha fallado jamás- y que el resto de novelas protagonizadas por Lincoln Perry sigan viendo la luz en castellano. Yo estaré allí para leerlas todas.

Aguas gélidas y Esta noche digo adiós están editados por Rocaeditorial y Mondadori respectivamente.

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