Abandonad toda esperanza

Madres!

Abandonad toda esperanza, salmo 602º
Coinciden ahora mismo en la cartelera, y coincidirán también -aunque no en igualdad de condiciones- en la entrega de los premios Oscar del próximo domingo, tres películas que aunque traten también otros temas tienen una relación maternofilial, concretamente de madres e hijas, como uno de los ejes temáticos del relato. Son tres relaciones en algunos momentos emotivas, en otros tormentosas, y algunas de ellas les han concedido a sus respectivas intérpretes la posibilidad de llevarse una estatuilla dorada a casa. Además, son todas ellas madres de carácter contundente: tres madres que merecen un signo de exclamación al final igual o más que la de Darren Aronofsky.

A tenor de la decisión de las distintas asociaciones de críticos y organizaciones de premios varios que preceden a los Oscar y que han coincidido en premiarla con una unanimidad aplastante, la que parece tener todas las posibilidades de ganar el Oscar a la mejor actriz de reparto del año es Allison Janney, una intérprete espléndida a la que ya vimos ejerciendo de madre de la adolescente embarazada de Juno, y a la que Yo, Tonya le ha dado una oportunidad única: encarnar a la madre terrible de la patinadora olímpica Tonya Harding, ejemplo de autoridad inflexible cuyo único objetivo es el de que su descendencia alcance las más altas cotas del triunfo en el ámbito que mejor se le dé, y para ello está dispuesta a pagar el precio que sea (incluyendo la pérdida del afecto de su hija). Cada vez que este personaje aparece en pantalla, el interés de la cinta sube enteros -tal y como deja entrever ella misma, en uno de los momentos del relato que rompen la cuarta pared-, y frente a ella también alcanza sus mejores momentos una Margot Robbie incuestionable y lógicamente nominada también al Oscar, en su caso por encarnar a la protagonista de esta cinta basada en hechos reales que acusa demasiado la condición de Scorsese-wannabe -en tan irónica como acertada definición de un cinéfilo buen amigo mío- del por lo general impersonal realizador Craig Gillespie. El resultado es un biopic menos convencional que la mayoría pero más estándar de lo que me gustaría, y cuyo acabado final no está a la altura de las interpretaciones femeninas del reparto.

Si hay alguien que pueda arrebatarle la estatuilla a Allison Janney, esa es Laurie Metcalf: espléndida actriz veterana a la que servidor descubrió como la policía lesbiana de Asuntos sucios para recuperarla poco después en De repente, un extraño y JFK, interpreta en Lady Bird a la madre de la protagonista, a la que da vida la igualmente nominada Saoirse Ronan. Aunque ya debería estar curada de espantos después de encarnar a la madre de Sheldon Cooper en The Big Bang Theory, Metcalf (o mejor dicho, su personaje) se enfrenta al reto de criar a una adolescente en su camino a la edad adulta en este film dirigido por la actriz Greta Gerwig; una película con algunos apuntes interesantes pero que me parece ha recibido una atención desmedida y por tanto ha contado con una recepción sobredimensionada por parte de crítica y público. Espero que pese a sus cinco nominaciones (y de las gordas) triunfe la lógica y se premie antes a trabajos más solventes como Los archivos del Pentágono, El hilo invisible o Tres anuncios en las afueras... esta última protagonizada también por una madre coraje, dicho sea de paso.

Quien no podrá ganar el Oscar por haber sido olvidada en las nominaciones es la debutante Bria Vinaite, que interpreta a la joven y muy poco ejemplar madre de The Florida Project y que junto con su hija en la ficción, la pequeña Brooklynn Kimberly Prince, suponen el deslumbrante descubrimiento doble de este nuevo trabajo del director de Tangerine, Sean Baker. Ambientada en su mayor parte en un complejo residencial de poca alcurnia ubicado, en una paradoja cruel, a escasa distancia del Disney World Resort de Orlando, Florida, es una de las representaciones cinematográficas más fidedignas que recuerdo tanto de la realidad desencantada que esconde el sueño americano como de la infancia y su compleja relación con el mundo adulto. Una película cuya presencia en los premios de la Academia, quizá por la amargura que destilan sus imágenes, ha quedado relegada a una sola nominación para un impecable Willem Dafoe; y es que frente al resquicio para la esperanza que dejan la conclusión de Lady Bird o los créditos finales de Yo, Tonya, el final alegórico -y rodado cámara en mano- de The Florida Project sumerge al espectador en un estado de tristeza del que uno no logra desprenderse incluso días después de ver la película.

Para terminar, y ya que hablamos del tema, les recomiendo la lectura del volumen Madres de película, donde Óscar López y Pablo Vilaboy -autores también de Finales de cine- realizan un recorrido por la presencia de este tipo de personajes en la historia del cine. No hallarán en su interior a las tres madres que protagonizan la presente columna por la sencilla razón de que el libro se publicó hace unos años, pero sí podrán encontrar más de ciento veinte aproximaciones fílmicas al tema de la maternidad clasificadas en una tipología que recoge unas cuarenta categorías diferentes, y de las que citaré a modo de ejemplos "la madre artista", "la madre sacrificada", "la madre asesina", "la madre adolescente" (Juno, claro), "la madre muerta" o "la madre y la enfermedad"... Categoría esta última que acoge a La fuerza del cariño, con la madre y la hija que nos observan desde la cubierta del libro: Shirley MacLaine y Debra Winger. Dos actrices que fueron nominadas al Oscar por su trabajo en aquel film, aunque solo la primera lo ganó... Y es que ganadora, como madre, no hay más que una. Margot y Saoirse: lo siento por vosotras.

Yo, Tonya, Lady Bird y The Florida Project se proyectan en cines de toda España; Madres de película está editado por Alianza.

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