Maestrillos
Abandonad toda esperanza, salmo 167º
Aquellos que nos dedicamos al complicado ejercicio de la enseñanza conocemos de primera mano la verdad que se esconde detrás del dicho popular "Cada maestrillo tiene su librillo". Efectivamente, en el día a día hay que ir adaptando los conocimientos y los recursos a una realidad diversa y dispersa, una joven sociedad mutante que no se puede regir solo por lo que dicen los libros de texto. Pero en los últimos meses, como queriendo dar pruebas tangibles que corroboren el refrán, dos maestrillos se han descolgado con sus librillos. No es la primera vez que ocurre que un profesor relate sus experiencias profesionales en negro sobre blanco, ni tampoco que sus andanzas sean llevadas al cine -ahora mismo recuerdo el libro de Dominique Sampiero que su suegro, Bertrand Tavernier, adaptó en Hoy empieza todo-, pero sí es verdad que las dos novedades editoriales que ahora coinciden han supuesto sendos fenómenos socioculturales en la vecina Francia.
El primero en despuntar fue Daniel Pennac, ex profesor y hoy escritor de gran éxito en su país y de culto en el resto del mundo, autor de la saga del señor Malaussène. En Mal de escuela, Pennac rememora sus años como docente y centra su atención en la figura del zoquete, una constante en todas las aulas a la que reivindica página tras página. El propio autor confiesa haber sido un zoquete en su día, y tuvieron que llegar un par de profesores en particular que supieron ver en él sus posibilidades para apoyándolas sacarle de un pozo sicológico que parecía no tener fondo.
Mal de escuela no es, por tanto, un ensayo académico sobre el estado actual de la docencia en el país vecino -"estadísticamente todo se explica, personalmente todo se complica", afirma Pennac-, sino un testimonio, un libro de memorias sesgadas al orientarse a aspectos muy concretos del autor: su etapa como penoso alumno primero; su dedicado trabajo como profesor después, que pasó por un productivo sentido de la autocrítica y una especial atención a los alumnos menos capacitados.
Si con su libro Pennac ganó el prestigioso Premio Renaudot hace un par de años, qué decir de François Bégaudeau y su autobiográfico La clase: vende más de doscientos mil ejemplares en Francia, y acto seguido Laurent Cantet lo contrata como guionista para adaptarlo a la gran pantalla. Bégaudeau se interpreta a sí mismo, y la película gana la Palma de Oro en el último Festival de Cannes.
La clase no es un libro ni mejor ni peor que Mal de escuela, pero sí constituye un testimonio mucho más crudo y nada autocomplaciente de la realidad educativa: aquí los protagonistas no son los alumnos menos capacitados, sino los más conflictivos de un colegio de un barrio periférico de París, y ante ellos se sitúa un profesor que hace lo que puede para sacar adelante las clases que le han tocado en suerte durante ese curso.
Si ustedes son, como muchos de mis alumnos, reacios a leer cualquier cosa más extensa que un SMS, están de suerte: La clase se proyecta ya en los cines -y a la hora de prepararse un examen, para qué leerse el libro si se puede ver la película, ¿verdad?-. Aunque si piensan así no habrán leído estas líneas y tampoco se habrán enterado de nada.
Mal de escuela y La clase están editados por Mondadori y El Aleph respectivamente.