Maestros del cómic
Abandonad toda esperanza, salmo 474º
Siempre que ando liado preparando algún curso sobre cómic me pasa lo mismo: me entran unas ganas irremediables de leer a los maestros del noveno arte, ya sean de los considerados clásicos o de los artistas contemporáneos que están llamados a convertirse en uno. Y esta ocasión, con el curso de verano sobre cómic de la Sede Universitaria de Villena a pleno rendimiento (ustedes podrán leer estas líneas menos de veinticuatro horas después de que lo demos por finalizado), no ha sido una excepción, con dos lecturas espléndidas que paso a recomendarles para estos días de calor infernal.
Empezaré con un clásico incontestable del cómic europeo, concretamente de la historieta francobelga, a la altura de Hergé (el creador de Tintín) o la pareja formada por Goscinny y Uderzo (los padres de Astérix) y cuyos personajes pueden codearse con los citados y con otros como Lucky Luke, Blake & Mortimer o los Pitufos. Me refiero a André Franquin, cuya obra se está reeditando en nuestro país estos días: tanto su brutal Ideas negras como todo el material de Gastón Elgafe (que para nosotros siempre fue Tomás el Gafe, aunque ahora recupera su nombre original) están llegando otra vez a las librerías para el disfrute de nuevas generaciones de lectores. Tampoco podían faltar, claro, Spirou y Fantasio, personajes que no creó Franquin pero de los que se encargó durante muchos años y a los que legó la que quizá sea su etapa más fructífera. La editorial Dibbuks se ha hecho con los derechos de este título en nuestro país, y está publicando todas las series que han visto la luz al otro lado de los Pirineos: desde los tomos integrales con los álbumes clásicos hasta las revisitaciones firmadas por autores contemporáneos (no se pierdan el magistral El botones de verde caqui a cargo de Schwartz y Yann). Pero hoy les recomendaré un libro muy especial: la edición de lujo de La máscara, un álbum de 1954 protagonizado por esta pareja de entrañables personajes y escrito y dibujado por un Franquin en estado de gracia. Lo que convierte a este volumen en especial, al margen del valor intrínseco del cómic, es que se trata de una edición crítica a cargo del especialista en cine y cómic Hugues Dayez, que con sus comentarios (tan certeros y documentados como divulgativos y nada farragosos) nos ilustra a pie de cada página sobre la obra de Franquin, que aúna misterio a lo Hitchcock y su característico humor con un tratamiento visual cargado de dinamismo. El resultado es una delicia para todo amante del noveno arte que se precie, conozca la obra de este maestro de la historieta o no.
Y si hablamos de maestros, pero esta vez contemporáneos, me declaro seguidor incondicional de la obra de los Hernandez Bros, tanto la de Beto Hernandez ambientada en la ficticia población latinoamericana de Palomar como la de Jaime Hernandez y sus locas del barrio residencial de Hoppers. Y si el año pasado, tras la celebración de nuestro curso, volvía de Villena a Alicante en tren leyendo el maravilloso Tiempo de canicas de Beto, estos días he disfrutado de esa joya que es Chapuzas de amor de Jaime. Mi buen amigo Álvaro Pons, uno de los más importantes divulgadores del cómic con los que cuenta este país hoy día, y como yo admirador confeso de la obra de los Hernandez, me contaba recientemente que este relato protagonizado por una ya madura Maggie Chascarrillo es el mejor cómic de lo que va de año, que será el mejor cuando el año acabe, y que es uno de los mejores cómics que ha leído en los últimos tiempos. No sé si yo lo tengo en tal alta estima, pero de lo que no cabe duda es de que Love & Rockets en general, y las páginas de Jaime en particular, son uno de los más importantes legados de la historieta del último siglo. Y Chapuzas de amor es, hasta el momento, su último capítulo. Yo, por lo menos, no puedo esperar a que salga el siguiente.
La máscara y Chapuzas de amor están editados por Dibbuks y La Cúpula respectivamente.