¿Cómo están ustedes?

Magnicidio

Veinte de diciembre de 1973. Teníamos diez años y decir que entonces ya teníamos conciencia política sería decir excesiva precocidad. Pero aquella muerte tan violenta nos despertó cierta inquietud por las cosas de los gobiernos. O los comentarios en torno a esa muerte. Porque con diez años escuchamos distintos pareceres, variados y contrastados, respecto al atentado. Porque si para unos fue un hecho canalla, para otros, aun denunciando la violencia o alegrándose otros incluso por la violencia, esa muerte abría el futuro de España y rompía una potencial continuidad del régimen franquista.

A nosotros, con ojos de niño, la muerte del almirante Luis Carrero Blanco, Presidente del Consejo de Ministros, nos pareció un atentado atroz. El coche convertido en chatarra volteada al patio interior, cristales rotos, el enorme socavón en la calle Claudio Coello... Claudio Coello, una calle que años más tarde frecuentaríamos en Madrid por la proximidad de un restaurante –no sé si La Goleta– que nos gustaba mucho por la presentación del servicio exquisito en platos como escudillas, bien cocinados. Y cada vez que íbamos y pasábamos por Claudio Coello nos venía a la memoria el atentado. También, años más tarde, en 1979, veríamos la película "Operación Ogro". Nos gustó. Pero de estas películas, como sucede con las de delincuentes "Perros callejeros" y sucedáneos, nos preocupa el terminar empatizando con el delito y... Un asesinato es un asesinato. Un robo, un robo. La violencia, violencia. Y el terrorismo, terrorismo.

"Operación Ogro" la dirigió el italiano Gillo Pontecorvo. La identificación que procura el filme con los etarras protagonistas del magnicidio puede deberse a que, aunque libremente, se basa en el libro escrito por Eva Forest –Genoveva Forest Tarrat– bajo el pseudónimo de Julen Agirre y titulado "Operación Ogro: Cómo y por qué ejecutamos a Carrero Blanco", editado por Ruedo Ibérico en 1974, en Hendaya (Francia). Eva Forest, casada con el escritor Alfonso Sastre, estuvo vinculada al Partido Comunista de España y, posteriormente, a la izquierda abertzale y fue acusada de colaborar con ETA y, concretamente, en el atentado contra Carrero Blanco.

Era el veinte de diciembre de 1973. Teníamos diez años. Próximas las vacaciones navideñas y aquel cochazo oficial que parecía tanque voló por los aires. El almirante Luis Carrero Blanco, Presidente del Consejo de Ministros de España, venía de misa. Siempre se confesó como un hombre religioso. Parece que aquella mañana llovía en Madrid. Una mañana de lluvia. Y en la memoria histórica de España sonaban los nombres de Prim, Cánovas del Castillo, Canalejas y Dato, Presidentes del gobierno asesinados. Prim en Madrid, por las heridas causadas por disparos en el atentado en la calle del Turco, en 1870. Aunque recientes autopsias abren la sospecha de estrangulamiento. Cánovas en Mondragón, en el balneario de santa Águeda, en 1897. Canalejas en Madrid, en la Puerta del Sol, en 1912. Dato en Madrid, en la Puerta de Alcalá, en 1921. Magnicidios. Detrás de cada uno de estos atentados, esa pregunta que resulta ejercicio inútil para un historiador salvo si se utiliza con afán pedagógico: La de plantearse el qué hubiera sido de no haber sido el suceso. El catedrático don Antonio Domínguez Ortiz, como citamos en otra ocasión, escribió que "añorar lo que pudo ser y no fue es uno de los ejercicios más inútiles a que puede entregarse un historiador". Así se nos queda la duda o resignación de si fue lo que tuvo que ser.

En el caso de Carrero Blanco recordamos que algunos celebraron la muerte como principio del fin; pero de no haber sido, ¿hubiera sido igualmente la Transición?... Ejercicio inútil. Aquella mañana llovía sobre Madrid.

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