¿Maltratada? No, gracias
Llevamos muchos años incrementando las cifras de muertes por violencia de género y es obligación de todos erradicar este mal que destruye a víctimas y familia. Una parte importante de este problema se basa en la educación que reciben niños y niñas.
Debemos reflexionar sobre qué educación damos a nuestros hijos y ser conscientes que nuestra arma mayor es el amor. Amor para educar en un ambiente familiar en el que se construyan ilusiones y ganas de amar al otro, no crear conflictos innecesarios y echar manos de violencia gratuita para arreglar los enfados. Eduquemos en el respeto, como signo de crecimiento personal y emocional, manifestemos nuestra rabia por cauces que no sean perjudiciales.
Todos sabemos que hay una sociedad violenta por diferentes motivos y sólo nosotros podemos cambiar eso con conductas sociales que no permitan que la violencia reine en muchos de nuestros hogares. Madres que educamos: aprendamos a decir no a series televisivas con violencia, no al abuso escolar, no al insulto de nuestros hijos, no a pegar por pegar, no a tantas pequeñas cosas que se convierten en hábitos perjudiciales. No eduquemos a niños intolerantes, a personas tremendamente egoístas y a niños malsanos de forma desordenada.
Somos nosotras las que debemos parar estos actos desde el primer momento, cuando se nos falte al respeto, o en la primera bofetada, y negarnos en rotundo a seguir con dichas manifestaciones contra nuestra persona. Obligar a que su conducta sea la correcta, porque si se consiente una primera, vendrán otras, y con ellas una vida indigna no deseable para nadie. Son muchas mujeres muertas a manos de sus verdugos, demasiadas voces calladas queriendo ser escuchadas y un desmesurado dolor en sus vidas. No dejemos que nos engañen con amores envenenados, con palizas o con hundimientos de autoestima. Reclamemos justicia para que estos delitos no sean impunes.
Mujeres del mundo, demostremos que estamos unidas frente a la violencia, venga de donde venga, y que juntas apoyaremos a cada víctima en su deseo de no pertenecer a una numerosa lista.