Estación de Cercanías

Manipuladores, S.L.

Nunca me ha gustado la manipulación cuando se da intentando intervenir en mis ideas o formas de ver e interpretar las cosas, porque los manoseos dependiendo de dónde, cuándo y quién los realice son harina de otro costal. Y no me gusta, porque no quiero formar parte de esas grandes masas que ahora aquí, ahora allá, van en volandas de los intereses de unos pocos, de las escenificaciones de otros o de los mensajes lanzados desde plataformas de amplia proyección, cual papelillos trasladados por el aire y depositados arbitrariamente y sin miramiento sobre una parcela de estudiadas reacciones y deseados resultados.
O lo que es lo mismo, porque no estoy dispuesta a dejar que otros piensen por mí o decidan por mí sólo para ellos. Porque éste y no otro es el cometido de los manipuladores, de aquellos que en nombre propio o bajo el paraguas de siglas políticas, creencias religiosas o intereses económicos, distorsionan la verdad, ocultan realidades y mienten con total consciencia para su único provecho, para sacar adelante sus propuestas o para consagrar sus idearios como los únicos que contienen la verdad absoluta. Consecuentemente con ello, nada quiero saber de manipulaciones para con otros, y ahuyento de mi alrededor sin ningún remilgo y con total descaro a quien pretende hacerme parte de sus artimañas, sublevándome sin margen a la aceptación contra toda practica manipuladora que se aprovecha de la buena voluntad de algunas gentes, de la ignorancia de otras y de la necesidad desesperada del resto, que huérfanos de férreas ideas o conocimientos son presa fácil.

Y ha sido precisamente ahora, ante la inminente llegada de estos días que se avecinan de Semana Santa, días que celebran o rememoran, por aquello de lo impropio del término, con toda pompa y solemnidad la muerte violenta y cruel, cuando un claro ejemplo de tantos existentes sobre manipulación se revela espléndido, y lo protagoniza en esta ocasión la Iglesia Católica, que está llevando a muchos de sus fieles o sus semejantes a cuestionar derechos ya otorgados con un ejercicio manipulador tan grande como la aberración que ven ellos en el aborto, al que están presentado batalla desde hace algunas semanas.

Pero miren por dónde que su cabeza visible, aquel al que llaman el Papa, sí ha sido protagonista de una verdadera calamidad contra la humanidad, de una salvajada verbal y mental como pocas, con una ignominia propia de tiempos de silencio y desinformación en los cuales nada trascendía más allá del ámbito en el cual sucedía y en los que el miedo a lo invisible o a esa fuerza sobrenatural que suponen te condena al fuego eterno era parte de la vida, tiempos que afortunadamente pasaron, porque el demencial mensaje en África asegurando que el preservativo no ayuda contra el Sida es tan falso que, al ser contrastado con la campaña niño/lince, rezuma hipocresía manipuladora por todos sus lados, porque: ¿acaso es menos muerte morir tras nacer en las condiciones más dantescas que puedan darse o hacerlo que antes de? ¿Acaso es disparatado intentar que un continente masacrado, con millones de muertes, por esta enfermedad pueda luchar para sobrevivir? Yo tengo las respuestas claras y todavía más preguntas, porque también esperaba que mi gobierno, el gobierno de izquierdas de este país que es constitucionalmente aconfesional, pidiese a la Iglesia Católica una rectificación a esas palabras que atentan contra la dignidad humana y la inteligencia de las personas, pero claro, volvemos al principio, a los intereses que se alejan de los principios que deberían regir discursos y acciones. Intereses que nos vuelven a intentar arrimar a sus ascuas, manipulando una vez, y otra vez, y otra…

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