Más cuento que Calleja
Abandonad toda esperanza, salmo 194º
Algunos pensamos que no por mucho adjetivar amanece más temprano, y que la mejor literatura no es precisamente la que se presenta cargada de epítetos innecesarios, sino que se forja a la búsqueda de la palabra justa... esa que llevó a Ernest Hemingway a escribir treinta y nueve veces el final de Adiós a las armas antes de sentirse satisfecho.
Nadie sabe más de esto que los mejores autores de relatos: en su recurrente Decálogo del Perfecto Cuentista, Horacio Quiroga afirma que "Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: 'Desde el río soplaba el viento frío', no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla". Y no le falta razón, aunque saltarán algunos más papistas que el Papa que le querrán enmendar la plana señalando que río y frío hacen daño al oído con su rima y que mejor hablar de viento helado.
Efectivamente, no hay nada más complicado de escribir que el cuento perfecto, y tras él, la gran ballena blanca de la literatura universal, navegan miles de capitanes Ahab de la escritura obsesionados con darle caza. Buena parte de estos lobos de mar son españoles y cultivan la narrativa de género, y la editorial Salto de Página, en un gesto tan osado como encomiable, ha parido dos antologías a mi parecer complementarias, una de relatos policiales y otra de narraciones fantásticas, a cual más indispensable.
La lista negra está formada por una nómina de escritores que recogen el testigo de los autores consolidados de la narrativa criminal autóctona (Vázquez Montalbán, González Ledesma, Madrid, Martín) que lejos de mirar hacia atrás con o sin ira, se atreven a tirar palante -los cuentos de Ricardo Bosque y Óscar Urra parten, precisamente, de la muerte de un padre por causas naturales- contando las mil y una maneras de cometer un crimen, fusionando de paso géneros y estilos de forma a veces irreverente. Y como lo primero es leer a los amigos, aparte de los citados les recomiendo que no pierdan de vista a Juan Ramón Biedma o a Pedro de Paz. A Domingo Villar todavía no lo he catado, pero de él dicen maravillas...
Y no se pierdan tampoco Perturbaciones, la antología del relato fantástico español actual que se abre, claro, con el inevitable José María Merino, para seguir de forma casi inmediata con una de mis debilidades particulares: Cristina Fernández Cubas, de la que aquí se recupera un relato de entre los que componen -todos estupendos- Parientes pobres del diablo. Además, los cazadores de placeres limítrofes se encontrarán con la enésima oportunidad, y ya va siendo hora, de rescatar de la nebulosa de los autores de culto a Norberto Luis Romero, argentino afincado en España que escribe como quiere, y que comparte estatus con otros colegas suyos aquí presentes, como la inquietante Pilar Pedraza o el exquisito Ángel Olgoso. De Félix J. Palma, un autor que a tenor de las elogiosas críticas recibidas parece moverse con igual soltura en distancias largas y cortas, hablaremos en breve con motivo del novelón El mapa del tiempo.
Y Luis García Jambrina, cual Calleja y más chulo que un ocho, hace doblete.
La lista negra y Perturbaciones están editados por Salto de Página.