Cultura

Más parques

Con callos (duricios al menos) en las yemas de los dedos de colocar tanta piedra, el Equipo de Gobierno ha inaugurado la reforma de la Plaza del País Valenciano –ayer Reancho Hernández y mañana, si nadie lo impide, Plaza de la Comunidad Valenciana–. Con dolor de riñones –de los de agacharse a poner primeras piedras, no de los de soltar billetes– se ha presentado a la ciudad un nuevo espacio lúdico, una nueva forma de entender un parque, un nuevo modo de entender el ocio.
Algo en todo esto me recuerda a una película de Woody Allen. Aquella en que el cruel destino catapulta a un matrimonio de mindundis a la más alta clase social. Unos Granujas de medio pelo a los que la casualidad convierte en propietarios de un millonario negocio. Lo que el film relata en la parte dramática de la tragicomedia –o melodrama– no es sólo el desprecio de la clase alta hacia estos nuevos ricos, sino cómo la falta de gusto y cultura lleva al matrimonio a adquirir los artículos más costosos y al tiempo más ridículos o/e inapropiados para llenar su vivienda –porque no se puede escribir “decorar” en este caso–. El director neoyorquino muestra cómo la simple posesión de dinero –aún de mucho dinero– no sólo no da la felicidad, sino que además no resulta suficiente aval como para relacionarse en unas altas esferas donde el criterio artístico y la capacitación cultural juegan un papel importante.

Algo me ha hecho pensar en esta película a lo largo de la legislatura del actual equipo de gobierno. Éste que ha cambiado buena parte de la fisonomía villenera. Éste que se ha encontrado con un buen puñado de billetes llegados de allí y allá. Éste cuya ansiedad por realizar proyectos parece poner el qué, el cuándo y el cuánto por encima del por qué, el cómo, el para qué y el para quién. Éste que llega a declarar en rueda de prensa: vamos a hacer el Centro de Mayores y después ya veremos si la población destinataria se quiere trasladar. Éste que proyecta un edificio para la Juventud –Zona Zero Junior– sin plantear estrategias de intervención sociocultural, sin considerar prioritarios ni el estudio de necesidades de la población ni el modelo de gestión del edificio.

Del mismo modo en la futura Plaza de la Comunidad Valenciana se ha realizado una intervención sin que a nadie le haya importado si los niños y las niñas del barrio acostumbraban a ir a la plaza a jugar al fútbol, a patinar, a montar en bicicleta o a lo que sea. Eso sí, la alcaldesa dijo que consultaría al vecindario si creía oportuno cambiar el nombre de la plaza. Parece que pensando que el resto de la ciudadanía de Villena no tiene nada que decir al respecto. Aunque imagino que si a Francisco Franco también le da por opinar en este asunto, lo de País Valenciano tiene sus días contados.

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