Me acuerdo otra vez
Abandonad toda esperanza, salmo 572º
Me acuerdo de cuando leí Me acuerdo por vez primera. Me acuerdo regular, también es cierto, porque no me acordaba muy bien de cuándo y en qué versión lo leí, pero lo busco en mi blog (mi Me acuerdo digital) y compruebo que fue la de la editorial Berenice con traducción y notas de Yolanda Morató, y que lo leí hace ahora justo una década. Pero sí me acuerdo muy bien del impacto que me provocó entonces una obra como la de Georges Perec, del que solo había leído por aquellos días un libro tan particular -lo que es decir mucho, viniendo del autor de El secuestro y La vida instrucciones de uso- como el ensayo Pensar, clasificar. Pero los que han leído reiteradamente a Perec ya saben que leerle es sorprenderse a cada libro suyo que cae en tus manos, a cada capítulo, a cada página, a veces casi a cada frase. Me acuerdo, publicado en 1978 y uno de sus títulos más celebrados desde hace años, no es una excepción: articulado como una serie de 480 evocaciones breves de la infancia y la juventud del autor en un París que ya no existe, se acabó convirtiendo con el paso del tiempo en un retrato de la memoria colectiva del país vecino. Así, el primer recuerdo del libro evoca a Reda Claire, un cantante popular francés de los años treinta y cuarenta; y el penúltimo (porque el último es un prometedor "Continuará...") recuerda al "Capitán Intrépido" del Flying Enterprise, que sospecho se trata del danés Henrik Kurt Carlsen, capitán de esta embarcación que se hundió en el Atlántico el 10 de enero de 1955 después de trece días de frustradas labores de rescate que concentraron la atención mediática internacional. Como se ve, Me acuerdo es como un hilo del que ir tirando, continuamente fascinados, ejerciendo de investigadores que rastrean en una biblioteca; un tapiz que se dispara en muchas direcciones -feliz término de Enrique Vila-Matas para referirse a su propia obra- y que por tanto se nos antoja un divertimento casi inagotable: a esta intención responden las páginas en blanco reservadas al final del libro por los autores, a petición expresa del autor, para que los lectores redacten sus propios recuerdos personales. Unas páginas en blanco que han vuelto a incluirse en la reciente edición de Impedimenta (que no para de sacar libros maravillosos, en contenido y forma, uno tras otro) con nueva traducción a cargo de Mercedes Cebrián, escritora de la que ya les he recomendado con fervor títulos como El malestar al alcance de todos o La nueva taxidermia. De esto último también me acuerdo perfectamente.
Me acuerdo, como ven, de Enrique Vila-Matas, precisamente uno de los mayores admiradores confesos del autor de Las cosas (no en vano, su columna regular en El País se titula "Café Perec"). Y me acuerdo de que les había prometido hablarles de Mac y su contratiempo, su novela más reciente. También me acuerdo, aunque terminé de leerla hace ya unos meses, de que me pareció una novela tan divertida como la mayoría de las suyas, a la vez que una de las más inquietantes. Me explico, sin necesidad de desvelarles nada de una trama tan rocambolesca y metaliteraria como a las que nos tiene acostumbrados su autor: como ya sabrán, Vila-Matas es un autor enciclopédico, y en cada uno de sus libros están incluidos otros muchos libros más; la mayoría escritos por otros, los menos escritos por él mismo. Tanto es así que es posible encontrar salpicando sus páginas, como si de magia se tratara, referencias a aquello que acabamos de leer o a lo que nos disponemos a leer en breve. ¿Cuántas probabilidades había de que se citara La Dalia Negra, cuando precisamente esa novela que James Ellroy dedicó a un macabro suceso real era justo la que había terminado de leer días antes? ¿Cuántas probabilidades había de que se mencionase a Perec justo cuando había decidido que Me acuerdo sería mi siguiente (re)lectura? De hecho, ahora que escribo estas líneas y busco ambas referencias ojeando entre sus páginas -las de Vila-Matas son de las pocas novelas que deberían llevar un índice onomástico al final, como los libros de no ficción- para contárselo a ustedes con más precisión, ¿cuántas probabilidades hay de que me tope con que habla de El sueño eterno, precisamente la última novela que he recomendado en esta cita semanal de El Periódico de Villena? Ya les respondo yo: en cualquier otro caso, poquísimas, pero en el caso de Vila-Matas todas, porque todo, absolutamente todo, está dentro de sus libros. Por otra parte, ¿cuántas probabilidades hay de que cualquier nuevo libro de Vila-Matas no me guste y crea que no hay que recomendarlo? Ya les respondo yo también: ninguna. Así pues, ya saben: apunten el título de Mac y su contratiempo como uno de los libros que hay que leer este verano sí o sí.
Me acuerdo, al hilo de Georges Perec y Enrique Vila-Matas, de la señorita Ángeles Gallar, que fue compañera de claustro en uno de los centros educativos por los que he pasado y a la que me unía, además de nuestra cinefilia militante, una gran admiración por ambos escritores. Me acuerdo de que debido a este interés común me regaló una copia de Un homme qui dort, la única película que dirigió Perec, en colaboración con el cineasta Bernard Queysanne y basada en su libro homónimo. Una película que para su proyección en inglés tradujo Harry Mathews, colega y amigo del propio Perec que falleció en enero de este mismo año y a quien precisamente está dedicado Me acuerdo (¿ven lo que decía del tapiz que se dispara en muchas direcciones?). Y me acuerdo de que por una razón u otra todavía no la he visto, pero también me acuerdo de que tengo muchos exámenes y trabajos por corregir sobre la mesa del despacho y de que el plazo para hacerlo se termina en breve, por lo que tendré que posponer su visionado una vez más. Pero de estas vacaciones no pasa: lo prometo. Y me acuerdo de que las promesas hay que cumplirlas.
Me acuerdo y Mac y su contratiempo están editados por Impedimenta y Seix Barral respectivamente.