Mea(d) culpa
Lo admito, señoras. Soy un maldito machista. Argumento con el cual, obviamente, todo lo que pueda escribir o pensar después está de más. Para el progresismo militante tan bien representado por ustedes y la saga de los Bardem, todo aquel que no comulgue con sus ruedas de molino es un sexista, un facha y un represor.
Y ahora, al meollo. Sobre la gran acogida que ha tenido su guía diré que muchas personas no saben ni que existe, y que las que la conocen muchas de las cuales, y no es por presumir, me han felicitado no han hecho más que criticarla ante tanto despropósito. En lo que respecta a los círculos académicos, la cosa ya es para mea(d) y no echar gota: véase el maravilloso artículo El lenguaje feministo, publicado en ABC por Francisco Rodríguez Adrados, de las Reales Academias Española y de la Historia. Aunque siendo hombre, académico y colaborador de ABC, queda descartado automáticamente por sexista, facha y represor. ¿Acierto?
Con todo, lo mejor de su escrito es que me dan ustedes la razón porque, entre tanta morralla dialéctica que no dice absolutamente nada, no han respondido a ninguna de las cuestiones que yo planteaba en mi columna de la semana pasada. A saber: ¿Por qué, en nombre de una igualdad hipócrita, restringen ustedes a los hombres la participación en un concurso de diseño gráfico? Yo tengo una respuesta, que además no es mía. Fue pronunciada por Catalina Hernández en el despacho de Alcaldía cuando, con motivo de la presentación de uno de estos concursos, la prensa, que no daba crédito a lo escuchado, le preguntó directamente el motivo. No sé si Catalina recordará aquello. Yo sí. Y supongo que también Vicenta Tortosa, que estaba delante. Aquel día dejé de creer en el Consejo de la Mujer.
Tampoco han respondido sobre la legitimidad democrática tanto del Consejo como del rimbombante Observatorio de la Publicidad. ¿Quién las ha elegido para desempeñar tales cargos? ¿Han pasado ustedes por las urnas o ha sido a dedo? A todo esto, cuando yo escribo, con o sin seudónimo, no me represento más que a mí mismo. Cuando ustedes lo hacen, además de escribir protegidas bajo el paraguas del Consejo, se creen que lo hacen en representación de todas las mujeres de Villena. Atrévanse a preguntar por ahí y descubrirán que no, que sus representadas pasan olímpicamente de ustedes. En cualquier caso, me reafirmo en lo dicho. La única actuación del Observatorio de la que tenemos constancia ha sido, además de absurda, cobarde. Ahí las quiero ver metiéndose con medios de comunicación con más influencia y poder que la guía Entretanto, con la que, por cierto, me solidarizo y le muestro todo mi apoyo.
En cuanto a la homofobia, admiten que no pretendían decir eso, con lo cual no iba yo muy desencaminado. De todas formas, y para su tranquilidad, he de decirles que mi argumento no era más que pura demagogia progresista (me extraña muchísimo que no lo hayan pillado ), que el Consejo contra esas conductas no es más que una invención (si realmente se lo han tomado en serio deberían buscar en diccionarios, internet y enciclopedias el concepto ironía) y que sus gustos personales, ya sean sobre hombres o mujeres, es algo que me importa una higa.
No dudo, por último, que un grupo de ciudadanos insistentes y comprometidos puedan cambiar el mundo, pero aún más claro tengo que ese grupo no van a ser ustedes, porque el único cambio que podrían realizar sería llevarnos de vuelta a los tiempos del Cuéntame y el No nos moverán.
Estimadas señoras, pónganme a los pies de su distinguida presidenta. Y también a los de la Sra. Mead, faltaría más.