No hay nada que nos resulte más fascinante que el territorio de lo desconocido, pero para acceder a él no es necesario recurrir a lugares fantásticos que solo existen en la mente de sus creadores; ni siquiera al espacio exterior más allá de los límites de nuestra galaxia. En realidad, lo desconocido se oculta muy cerca de nosotros: bajo la superficie. Esto es lo que viene a demostrar sobradamente Will Hunt en su libro Subterráneo, que como su subtítulo aclara viene a ser “una historia humana de los mundos que existen bajo nuestros pies”. Y es que Hunt se ha sentido fascinado por lo que ocurre bajo el asfalto desde que a los dieciséis años descubrió un túnel abandonado que pasaba por debajo de su casa en Providence, Rhode Island... Cuna, por cierto, del escritor H. P. Lovecraft, otro que sabía lo suyo de lo que acontece en los abismos más insondables de nuestro planeta. Pero si el autor de En las montañas de la locura y creador de Los mitos de Cthulhu recurría a su prodigiosa imaginación para describir a esas criaturas primigenias que habrían habitado el planeta millones de años antes que el ser humano, Hunt prefiere mantenerse dentro de las fronteras de la realidad y comprobarlo todo según el método empírico.
Por ello, el autor de Subterráneo recurre a un equipo de microbiólogos de la NASA o a la ayuda de una familia aborigen australiana cuando no está contemplando una escultura sagrada del Paleolítico en una cueva de los Pirineos o acampando en las catacumbas del subsuelo de París, por citar solamente algunos de sus viajes subterráneos. Y una vez que el lector le ha acompañado en todos estos viajes, no puede menos que darle la razón al autor cuando este afirma que si la superficie de la Tierra fuese transparente, los seres humanos nos pasaríamos varios días tumbados boca abajo contemplando su interior de lo asombroso e interesante que resulta lo que ocurre bajo nuestros pies.
Otro de los lugares que más han fascinado desde siempre a Will Hunt son las estaciones de metro abandonadas de Nueva York. Y precisamente son las estaciones de metro los espacios que protagonizan las otras dos lecturas que quiero recomendarles hoy: empezaré por La Nacionalien, libro ilustrado con el que el venezolano Sandro Bassi retrata a lo largo de lo que podría ser un trayecto cualquiera en una línea de metro cualquiera, y sin necesidad de recurrir al lenguaje verbal, el mundo globalizado e hiperconectado en el que vivimos; un mundo en el que todos estamos cada vez más cerca y a la vez más lejos de nuestros semejantes.
Conectadas a un móvil con Internet las veinticuatro horas del día, las criaturas que protagonizan La Nacionalien -de fisionomía extraterrestre, pero tan parecidas a nosotros en el fondo- permanecen ajenas a lo que sucede justo a su lado, fuera de las pulgadas de la pantalla que absorbe toda su atención; hasta que la conexión falla, los caracteres y las imágenes digitales se desvanecen... y se desata el Horror en mayúsculas. De este modo, la obra que nos ocupa podría considerarse como aparentemente fantástica pero surge sin duda de las dotes de observación de su autor; y el resultado es un relato tan reconocible como profundamente inquietante, y ejecutado en blanco y negro con una gran brillantez plástica.
Más cercano -y más dramático- nos resulta el relato de El día 3, la novela gráfica con la que Cristina Durán y Miguel A. Giner Bou dan testimonio del peor accidente de metro de la historia de España y de todo lo que vino después. Como recordarán, el metro de la ciudad de Valencia vivió el 3 de julio de 2006 la jornada más funesta de toda su existencia a causa de un accidente que se saldó con cifras escalofriantes: 43 fallecidos y 47 heridos de gravedad. Pero como solo faltaban seis días para la visita del papa Benedicto XVI, el gobierno de la Comunidad Valenciana -con el presidente de la Generalitat Francisco Camps al frente y Rita Barberá como alcaldesa de la ciudad- hizo todo lo posible por frenar la investigación de los hechos, tapando las clamorosas carencias de la infraestructura pública y recurriendo al error humano para justificar el siniestro.
Frente al abandono de las instituciones y su voluntad de pasar página lo antes posible, los supervivientes y los familiares de las víctimas siguieron luchando durante toda la década siguiente para que se hiciera justicia y su tragedia no cayese en el olvido. De ello da buena cuenta El día 3, relato gráfico de esta lucha que en un acto de justicia poética (y también artística) no se conformó con ganar el Premi Ciutat de Palma de Còmic en 2016, sino que el año pasado fue galardonado también con el Premio Nacional de Cómic. Esta última mención, la más importante de la industria del tebeo en nuestro país, ha servido para que la obra en cuestión haya sido reeditada en varias ocasiones, llegando a un número de lectores todavía mayor... y para contribuir al propósito inicial del proyecto: el de solidarizarse con aquellos que lucharon para que unos hechos determinados no quedasen sepultados bajo la superficie hasta que a alguien como Will Hunt se le hubiese ocurrido dejarse caer por allí.
Subterráneo, La Nacionalien y El día 3 están editados por Crítica, Libros del Zorro Rojo y Astiberri respectivamente.