Mensaje de Navidad del interno Napoleón Malaparte a todos los españoles
Queridos hermanos y hermanas, hijos de esta era virulentamente saqueada y comercialmente asesina, en esta noche tan buena que parece un mazapán mojado en sirope y recubierto de graciosas moscas, como cada año desde que la providencia del Euribor embaucador y la justicia bancaria y mis ataques de bondad terroristas me recluyeron aquí, me dirijo a todos vosotros para transmitiros que el desahucio no es el final, que el paro no es el final, que la muerte no es final, sino el principio revelador de que existe la salvación a costa de otros.
[Está sentado en el suelo, en el centro de la sala acolchada, con actitud regia y con la camisa de fuerza colocada de manera operativa pero aparentemente holgada, como si su función fuera escenográfica.] Al término de este año difícil y complicado para todos los que han visto sus fortunas, amasadas con el sudor entregado en las saunas de los clubes de lujo, crecer y reír y volar por el cielo innegociable de paraísos fiscales, quiero hablaros de una salida de emergencia señalizada con la sangre de los parados y parte del salario de funcionarios y médicos y maestros de escuela. Quiero hacerlo con la confianza y el optimismo que me inspiran las virtudes de este pueblo español, vivo como ratón secuestrado en granero ajeno, al que quiero con todo mi corazón y al que quiero entregar a los antidisturbios y políticos libertadores para que lo apaleen con gracia redentora. Llevamos varios años sumidos en una severa crisis económica y financiera y moral y estética cuyas causas complejas no son siempre fáciles de entender, pero cuyos efectos llenan de lánguida tristeza a familiares y amigos de ministros y nobles. Si España ha alcanzado en los últimos decenios las más altas cotas de progreso sectario y bienestar mendigo de su historia, es porque las cenizas en suspensión no nos dejan ver el bosque de la oportunidad. Sé, sabemos todos, que el camino de la recuperación no será corto ni fácil ni tampoco barato para los que ya no tienen nada, que exigirá sacrificios e intereses usureros. Por eso resulta tan importante que la sociedad en su conjunto asuma la trascendencia del momento y sepa responder a los desafíos de una situación tan difícil como la que vivimos con el necesario realismo de los pervertidos análisis políticos pagados a comisión. Ciudadanos sin brazos, instituciones sin ojos y administraciones públicas sin corazón, todos debemos volcar nuestros mejores esfuerzos y energías en apoyo de los pobres y solitarios economistas del santísimo oráculo europeo. Junto a la crisis económica, me preocupa también enormemente la desconfianza que parece estar extendiéndose en algunos sectores de la opinión pública respecto a la credibilidad y prestigio de muchas de nuestras instituciones y bandas mafiosas organizadas. Cuando estas tienen conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o a la ética, es natural que la sociedad reaccione y les vote y les entregue el futuro de sus hijos en pequeños ataúdes. Por eso os digo: tened fe y arreglad vuestros asuntos mundanos antes del suicidio. [Se quita la greña que cae sobre su ojo derecho con un violento movimiento de su cabeza.] También quiero, en esta noche entrañable, dar las gracias especialmente a tantos españoles que en los últimos meses se han interesado por mi salud, feliz y definitivamente arruinada, mandándome cajas de puros explosivos y vales descuento de grandes supermercados. Os digo gracias de todo corazón, y no tratéis de evitar pasar por debajo de pianos que caen, porque es una quimera.