Testimonios dados en situaciones inestables

Mi cuerpo va a tragar y procesar y almacenar como grasa el mundo entero (I de III)

Puedes ir dejando toda esa comida ahí, junto al tresillo. Sí, es cierto, joven repartidor del supermercado, se trata de mucha comida, conjeturo que casi una tonelada. No mires a tu alrededor, no hay nadie más. Toda esa comida es para mí, esta mujer bajita y rechoncha en bikini que te recibe devorando una docena de bollos y a la que avistas con cierto aturdimiento sin saber muy bien adónde debes mirar según la leyes de la caballerosidad.
Me imagino, muchacho, que debe ser toda una experiencia entregar un pedido así. Hoy es 1 de agosto de 2014. Recuerda esta fecha, chaval. Recuérdala en épocas venideras porque vas a ser testigo de un acontecimiento extraordinario, y es que esta masa corporal de apariencia neumática que tapa gran parte de tu campo visual está a punto de abandonar la calificación de ordinaria para iniciar una liberación absoluta. Sí, chaval, este cuerpo mofletudo va a conquistar el mundo, pero de una forma que tu básico raciocinio no puede llegar ni a imaginar. ¿Te intimida mi diminuto bikini completamente sobrepasado por pliegues de abundante carne sonrosada? Sí, ese centenar de bandejas de pastelillos salados déjalos a este lado del tresillo, al alcance de la mano, junto a las cajas de refrescos azucarados hasta el límite de lo ilegal. Pero mírate, criatura, estás delgado como un sarmiento, exigido constantemente por el capitalismo mercantilista y sin embargo descapitalizado de chicha. Si te comiera ahora mismo casi no me aportarías calorías. Y este cuerpo necesita millones de calorías, joven repartidor, trillones de calorías para satisfacer su deseo desenfrenado de acumular materia. Sí, es su destino y el mío. Cuerpo y alma unidos en un objetivo común y heroico, el inconmensurable propósito de tragar y procesar la mayor cantidad de materia orgánica posible y almacenarla como grasa. A la mierda la literatura religiosa sobre las ventajas morales del ayuno. A la mierda la literatura médica sobre los beneficios hemodinámicos de un peso ridículo y una dieta exigua. A la mierda todos los prejuicios estéticos y éticos contra la sobreabundancia adiposa. A la mierda mi exmarido y su nueva e impúber novia anoréxica y a la mierda mi exjefe y su humillante forma de despedirme de mi negrero trabajo de relaciones públicas para proveedores excelentes con derecho a manosear traseros. Mi cuerpo es un arma que va a apropiarse del mundo entero y lo va a retener en sus intersticios mantecosos. No va a ser un secuestro, jovenzuelo, va a ser una transformación de las reglas esenciales de la biología, va a ser una nueva era en la que todo elemento dotado de energía o efervescencia vital va a precipitarse dentro de mí. Este cuerpo va a convertirse en la vasija primigenia que va a dilatarse sin descanso hasta contener toda la vida. Borra de tu cara esa expresión de embotamiento intelectual, mozo, y lleva cuidado al dejar sobre la mesa del comedor esas últimas bolsas de magdalenas rellenas de chocolate, no vayas a arruinar sus esponjosas y sabrosas cualidades. Y ahora que ya has consumado la entrega, chaval, supongo que querrás una propina, ¿no? Pues acércate un poco, sí, sin miedo, acércate para que pueda depositar en tus huesudas manos las tristes monedas que estás esperando, no tengas recelo, voy a recompensarte bien para que dentro de una semana vuelvas con alegría a traerme otra tonelada de comida y puedas contemplar cómo mi obra progresa al ritmo de una inacabable y bíblica digestión. [Continuará.]

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