Mi hermano secuestró todos los televisores de la casa y se atrincheró en el baño
Eran las nueve y media de la noche cuando llegamos a casa y nos encontramos con que mi hermano, seis años mayor que yo, había secuestrado todos los televisores, incluyendo el recién comprado Loewe Connect de 55 pulgadas del salón, y se había atrincherado en el cuarto de baño grande asegurando la puerta por dentro con candados o cosas similares. Mi padre golpeó la puerta y le dijo que dejara de hacer el tonto y saliera inmediatamente. Mi hermano contestó desde dentro que ya no podía soportarlo más.
Mi madre hizo un gesto de desconcierto de una forma que parecía un poco falsa. Mi padre dijo que qué narices no soportaba más, si era un chico malcriado que tenía todo lo que quería. Mi hermano dijo que lo que iba a hacer era algo bueno para toda la familia. Mi padre se pasó la mano por el pelo intentando mantener la calma y le dijo que saliera y que lo hablarían. Mi hermano dijo que necesitaba que comprendiéramos el alcance del sacrificio. Mi madre agarró el brazo de mi padre con un gesto de impaciencia un poco exagerado. Mi padre se mordió el labio inferior y miró al techo del pasillo. Después le pidió a mi hermano que por última vez dejara de hacer el tonto y saliera, que estaba asustando a madre. Hubo un silencio de unos cinco segundos, y a continuación mi hermano dijo que no sabía decir bien por qué, pero que ya no soportaba el mundo que había a este lado de las pantallas de televisión, y que presentía que en nuestra familia algo sano e inocente estaba transformándose en otra cosa. Mi madre puso una cara entre angustiada y molesta. Mi padre apretó los dientes con desesperación como si hubiera escuchado a Eduard Punset en la 2, y le gritó a mi hermano que dejara de decir chorradas y que abriera la puerta inmediatamente. Mi madre le enseñó y señaló con insistencia su caro reloj de pulsera a mi padre como mensaje de que no quedaba mucho tiempo para que empezara Quién quiere casarse con mi hijo. Mi padre le hizo el gesto de que esperara, que aquello lo solucionaba él de inmediato. En ese momento se oyó un fuerte chisporroteo y las luces de la casa se apagaron. Mi padre me mandó exaltado a por la linterna que hay en la cocina. Cuando volví, mi madre se agarraba la cabeza y mi padre golpeaba la puerta con todo su cuerpo gritando el nombre de mi hermano. Al sexto o séptimo intento derribó la puerta, me quitó la linterna y entró. Mi madre y yo le seguimos. Dentro de la inmensa bañera llena de agua, vestido y apoyando la cabeza en el enorme y parcialmente sumergido Loewe Connect de 55 pulgadas, estaba mi hermano, rodeado de los otros televisores más pequeños. Tenía los ojos mirando a ningún sitio, y del agua salía un humo un poco perezoso, como si estuviera conmocionado y no supiera adónde ir. [Pausa.] Días más tarde, después de todo el lío de la policía y del entierro, trajeron a casa un nuevo Loewe Connect de 55 pulgadas. Mi padre había conseguido, no me pregunte cómo, que el seguro lo pagara. Lo colocaron en el salón mientras mi madre gimoteaba tímidamente sentada en el sofá, y en cuanto estuvo instalado, lo encendió y se puso a ver ¡Qué tiempo tan feliz! , justo en el momento en que Teresa Campos le decía a Terelu, su hija, que ser madre era lo más bonito que le había pasado en la vida.