Cultura

Microteatro

Tras las desafortunadas declaraciones del Partido Popular villenero acerca del trabajo fotográfico Círculo Rojo, que Jero Martínez presenta en la Sala de Exposiciones de nuestra Casa de (la) Cultura hasta el próximo cinco de diciembre. Tras el cruce de declaraciones al respecto entre voces de la política y del arte. Prefiero dar un paso atrás y quedarme con lo que me atañe: las quejas referidas al espectáculo de microteatro: uno más entre los proyectos artísticos contenidos por la exposición.
La queja, dirigida al apoyo institucional de una actividad que realizada en un espacio reducido permite un mínimo aforo, hace gala de amplia ignorancia: suponiendo la propuesta como novedosa y caprichosa; suponiendo la propuesta como moderna dentro de la historia del arte escénico (la nacional incluida, claro); y suponiendo que el mínimo aforo es determinante y definitivo, o sea, sin prever que al realizar varias actuaciones el número de asistentes se multiplica, lo que se concretó en 120 personas (que aumentará en 60 más al programar dos nuevos pases para cubrir la demanda del respetable), una cifra no tan llamativa entonces en relación a la asistencia media de las actividades realizadas en el “bar” de la Kakv.

Pero de lo que me interesa hablar es del microteatro, una fórmula que desde hace unos años ha cobrado fuerza en las grandes ciudades españolas (por no citar allende los mares). Consecuencia del cierre de salas alternativas, del cierre de las salas de pequeño formato, del aumento de 13 puntos del IVA en materia cultural, de la rigidez administrativa respecto a las empresas culturales y las modalidades de contratación (que iguala las condiciones entre Miley Cirus y una actriz de una pequeña compañía). Y que en consecuencia obliga al artisteo a recurrir al microteatro. Una fórmula que con “micro” por bandera, conforma una modalidad escénica aplicada a la duración, a la escenografía y al tamaño del mismo espacio escénico. Microteatro, de otra forma, también sería la fórmula con la que se estrenaron cientos de obras dramáticas, de reconocida autoría (hoy día), en una época histórica en que desgraciadamente había gentes en nuestro país con el poder de decidir qué cosas estaban prohibidas. En dicha época las piezas se estrenaban en un salón particular donde se apartaba el mobiliario y se reclutaban sillas, o en una cochera, o en una terraza. También era microteatro, por lo micro del espacio y lo micro del aforo.

Nuestro caso afortunadamente es distinto. Todo surgió, como ya deben conocer, queridas personas, de la exposición Círculo Rojo de Jero Martínez. Fue Jordi Gandía, después de estudiar algunas decenas o cientos de textos japoneses, el que escribió un par piezas cortas para acompañar a las fotografías. Y yo el que me encontré con su demanda para la dirección escénica de la propuesta. Culpable por lo que me toca de sugerir los aseos como espacio escénico para llevarla a cabo. Pero no culpable por excentricidad ni capricho. Eso no.

Elegí ese espacio, que después fue variado a favor del producto que llevábamos entre manos, influenciado por la temática de la exposición. Japón, superpoblación, espacios reducidos, orden, manipulación de las individualidades, y por supuesto la tradición del teatro japonés: realizado muchas veces en tabernas y en viviendas particulares –de ahí también los guiños al teatro Nō y el teatro Kabuki–. El espacio al mismo tiempo debía acompañar a los textos. Y la apuesta fue que lo hiciera en toda su crudeza: en lugar de crear espacios imaginarios, ofrecer espacios crudos, sin iluminación ni decorados, casi insultantes frente a la fantasía de la representación. La cercanía del público engrandece la lejanía del texto, del personaje y de la acción. Todo se magnifica en un espacio que es más nuestro que del intérprete: un mártir que debe sacrificarse sin intimidad. Un actor, un héroe.

Afortunadamente el próximo día cinco de diciembre tendremos la oportunidad de realizar dos nuevas funciones. Oportunidad de hacerlo bien, al fin. Porque como en el acto del Harakiri, la representación no debería ofrecer otra oportunidad. O sí. Para hacerlo mejor, “fracasar mejor”. Es nuestro trabajo. Es lo que ustedes se merecen. Conscientes de no haber inventado nada y de cargar de punta a punta del globo y a lo largo de la historia con un modo de hacer teatro. Les esperaremos nuevamente, con el trabajo preparado y agradecidos siempre por su presencia el próximo día 5 de diciembre en los “aseos de la Kakv”.

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