Miedos infantiles
Abandonad toda esperanza, salmo 121º
Si el miedo más profundamente inscrito en el genoma humano es el miedo ante lo desconocido, no debe extrañarnos que la infancia, cuando no dejamos de descubrir cosas nuevas, sea un período tan proclive al terror. Una sensación que tiene peor fama de la que merece, siendo también un inmejorable mecanismo de defensa frente a los infortunios venideros.
Por esta razón las historias de transmisión oral que Andersen y los hermanos Grimm acabaron fijando por escrito están pobladas de horribles monstruos, brujas perversas y lobos feroces, dando inicio a una tradición que en los últimos tiempos se ha pervertido orientándose sobre todo a un público adolescente y convirtiendo personajes y elementos inicialmente negativos en objeto de admiración. Véanse al respecto casos tan paradigmáticos como las narraciones vampíricas de Anne Rice o Poppy Z. Brite, el célebre ciclo de J. K. Rowling protagonizado por Harry Potter o algunas películas de Tim Burton. Posiblemente, sin Burton no existirían ni Emily the Strange, ni Lenore... ni tampoco Courtney Crumrin, una niña, casi una adolescente, que se muda a la mansión del tío Aloysius para descubrir que tras su esbelta figura se esconden secretos relacionados con la magia y otras artes arcanas.
Con las aventuras de Courtney Crumrin, Ted Naifeh relata un proceso de madurez a marchas forzadas, en el cual la protagonista descubrirá la cara más amarga de los albores de la adolescencia en un centro escolar donde la popularidad es moneda de cambio, y donde sufrirá una fuerte crisis de identidad cuando la suplante una doble idéntica a ella. Un tema este, básico en la literatura de terror, que no podía faltar en una obra protagonizada por una niña que experimenta cambios continuos y conflictos acerca del propio yo.
Otro cómic sobre los terrores de la adolescencia es El cadáver y el sofá, del mexicano Tony Sandoval, protagonizado por un chaval que sobrevive como puede a uno de los veranos más aburridos de su vida, hasta que la aparición de una adolescente siniestra, fascinada por lo oscuro, y el hallazgo del cadáver de un niño desaparecido cambiarán su vida para siempre.
Sandoval desarrolla la historia en el inasible territorio ubicado entre el costumbrismo y lo fantástico, reflejando con acierto la psicología de sus protagonistas y su entorno. Y aunque acaba dando una explicación racional al enigma del cadáver, se cuida de dejar abierta una falla por la que se cuela el inequívoco aroma de lo fantasmagórico.
El resultado es una obra sobre el despertar sexual y el miedo ante lo extraño del deseo, una fábula de terror intimista influenciada por los relatos de Angela Carter y que puede recordar a dos películas firmadas por su compatriota Guillermo del Toro: El espinazo del diablo y El laberinto del fauno. Pero si en estas los pequeños protagonistas son el sujeto paciente de lo fantástico, en la historieta de Sandoval se convierten en agentes, en generadores de lo desconocido, a partir de su propia búsqueda vital de experiencias.
Courtney Crumrin y El cadáver y el sofá están editados por Norma y La Cúpula respectivamente.