Momo y las estrellas
Salgo de ver llorar a un hombre que corría perdido y desolado, de esos que han competido para llegar primero a la derrota…

Salgo del Huerto de la Pona buscando el aire suficiente, la bocanada imprescindible que me permita despertarme de los sueños que han desencadenado los “Juglares del Lute” para que mantengamos lo ojos muy abiertos.
Sueños en los que me he encontrado con los monstruos que han devorado parte de mi existencia, he estado con el hombre que yo también he sido y me buscaba alguien para acabar conmigo y descargarse, al fin, de mi abandono.
Salgo de ver las niñas que, en “Momo y las Estrellas”, persisten y se aferran en jugar y ser niñas y alumbrar los jardines contra la sombra adulta que coloca señales del camino correcto por los que habrán de andar en el futuro… contra el orden que vuelve a situar en orden el ordenado mundo que pone a cada uno en el sitio adecuado y no admite preguntas.
Salgo de ver llorar a un hombre que corría perdido y desolado; de esos que han competido para llegar primero a la derrota. Un hombre tan desnudo, tan agotado y yermo, que solo daba pena… Un hombre espejo donde me reflejaba cuarteado y a piezas como un puzle amarillo y desecado.
He visto allí a las madres que soñaban con hijos muy felices. He visto allí a mis niños. He visto allí a mi esposa en aquellas jornadas en las que yo ambulaba muy sin norte. También estaban aquellos amigos que dejé en un lugar al que no he vuelto.
He visto los motores grasientos y ruidosos del buen capitalismo empujando sin tregua al abismo del odio, del individualismo, del ansia de las cosas.
Pero también he visto el fulgor del amor venciendo, una vez más, cuando todo parecía perdido. El amor, que ha mandado parar y mirar de otra forma desde al alma serena… el amor que ha mandado abolir la ambición de las cosas sin fuste y plantar la semilla de otra vida posible.
He salido de “Momo y la Estrellas” amigo de juglares que se empeñan en buscar la belleza dentro de las palabras y en aventar la parva de la siembra hasta que solo queda la poesía.
Por: Felipe Navarro. Fotos: Villena Cuéntame